Por Gabriel Alarcón Berríos
Viralizadas las imágenes estilo Studio Ghibli creadas por inteligencia artificial, se hizo conocida enseguida la entrevista que se le realizó en 2016 al famoso animador y fundador estudio, Hayao Miyazaki, en la que opina sobre la inclusión de estas tecnologías en el proceso artístico de una película. "Un insulto a la vida misma" sentenció entonces el artista, valoración con la que se han casado muchos, sin revisar a profundidad la visión de Miyazaki sobre la tecnología, mostrándolo como un anciano temeroso del futuro. Sin embargo, en su filmografía podemos sacar cuentas de cómo es su perspectiva de la tecnología, podríamos concluir que no es contrario a ella, es más bien cuidadoso sobre la oscuridad que puede existir en la humanidad, que aprovecha la ambición de artistas, de creadores y de científicos para dar paso a horrores por medio de éstas.
En El reino de los sueños y la locura, documental que sigue la creación de dos películas del Studio Ghibli –El cuento de la princesa Kaguya de Isao Takahata y El viento se levanta del mismo Miyazaki- nos arroja este comentario revelador sobre su pensamiento:
«La gente que diseña aviones y máquinas, sin importar cuánto crean que lo que hacen es beneficioso, los vientos del tiempo eventualmente los convierten en herramientas de la civilización industrial. Ninguno está a salvo, son sueños maldecidos».
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Aquí podemos identificar el pesimismo con que observa el futuro, pero no por la creación en sí, en este caso la tecnología, sino por su temor al absorbente capitalismo, que es capaz de atrapar una obra bella y transformarla en simplemente basura.
Sobre eso, Miyazaki reflexiona acerca de su propia relación con la industria del cine y sus creaciones y termina por afirmar:
«El cine es lo mismo. Hoy en día todos los sueños de la humanidad están malditos. Sueños hermosos, pero malditos. Ni siquiera hablo de obtener fama y fortuna, eso es basura, no tiene sentido. Lo que quiero decir es ¿Cómo sabemos que las películas sirven de algo? si piensas en eso, ¿No son simplemente un gran pasatiempo? Hubo un tiempo en que podías hacer una película y que sirviera de algo, ¿pero hoy en día? mucho de nuestro mundo es puro desperdicio.»
Sorprendente son estas opiniones con la actualidad, donde el mensaje ambientalista, comunitario, de desarrollo intelectual y antibelicista de las películas Ghibli, quedan escondidas tras la arremetida de un sin fin de imágenes creadas por IA, en manos de las personas que sólo buscan ser parte de un trend momentáneo. Estas imágenes que solamente absorben la belleza superficial de los dibujos del estudio, mas no sus mensajes. Podría incluso afirmar que confirman el temor del animador. Un gran ejemplo de eso llegó a ser que el ejército sionista que invade y ocupa actualmente tierras de Palestina con sangre y violencia, realizó el ejercicio este ejercicio con IA, compartiendo bellos estilizados retratos de sus crímenes contra la humanidad.
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En este sentido es interesante mirar una de las obras quizás menos conocidas de Hayao Miyazaki: Conan, el niño del futuro, su única serie de televisión. En ésta explora un mundo postapocalíptico, un futuro de una humanidad colapsada por el sobreúso de la tecnología, lo que terminó en una horrible guerra. Años después los sobrevivientes luchan por seguir en pie a duras penas, pero todo sería más fácil para ellos si el doctor Lao, el único científico conocedor de aquella tecnología, pudiera reactivarla en beneficio de los supervivientes. Sin embargo, Lao, se niega, permanece oculto y teme a que las ambiciones de las personas vuelvan la tecnología contra la misma humanidad otra vez. En esta historia Miyazaki nos habla sobre cómo debemos usar los avances tecnológicos con prudencia y sensatez. En una entrevista en 1983, para el lanzamiento de la serie, reflexiona sobre el silencio del doctor Lao:
«Introduje mis propias esperanzas en el trabajo. Puede parecer extraño que diga esto, pero los diálogos en la historia, cuando el doctor Lao habla sobre asumir la responsabilidad de haber matado a billones de personas y sobre la exterminación de miles de especies de animales y plantas, son especialmente significativos para mí.»
La idea de la responsabilidad científica se prolongará también en su película Laputa o El Castillo en el cielo. En ésta, Muska, un malévolo y ambicioso burócrata, busca la poderosa tecnología de una sociedad antigua que le dará la oportunidad de dominar sobre toda la tierra. En Laputa se vuelve a mencionar el paradigma, de cómo la alta tecnología es mal usada por la negligencia y mala fe del hombre. La isla de Laputa, que representa en el anhelo de la perfección de la humanidad y que al mismo tiempo puede ser la causante de su destrucción, es calificada como un tesoro por Miyazaki, un tesoro que debemos tener cuidado de desear. Al igual que ocurre con el doctor Lao en Conan, el niño del futuro, en Laputa esto es representado por Sheeta, la niña descendiente de aquella sociedad que se niega a cooperar con Muska y esconde el tesoro de los deseos ambiciosos de un sector de la humanidad. En una entrevista en 1996, Miyazaki nos habla sobre su visión de la isla de Laputa y su significado:
"Lo que yo quería decir es que básicamente existe una cosa como la isla del tesoro, pero no sabemos de qué tesoro se trata, pero existe. Pero también quiero decir que este tesoro tiene un valor diferente a lo económico, es más bien, si encuentro el tesoro ¿que voy a conseguir?"
Puede ser que su propia vida sea una reflexión sobre el cuidado que debemos tener sobre la tecnología. En su infancia Hayao Miyazaki se vio beneficiado de ella y dentro de él existe aquel arrepentimiento mismo del doctor Lao, o de la familia de Sheeta, pues el padre de Miyasaki hizo fortuna vendiendo refacciones para aviones de batalla durante la segunda guerra mundial al ejército imperial japonés. O cómo su compromiso estético y técnico elevó los estándares de animación en Toei (la mayor cadena de animación de japón) que llevó a una sobreexplotación empresarial a sus compañeros, o también cómo sus películas abrieron una saturación del anime en el mundo, para terminar con animadores mal pagados, personas que recurren al suicidio tras el agotamiento mental que le genera la industria. O como ahora, en el ocaso de su vida, su estilo es absorbido superficialmente, pasando por el mensaje importante de sus películas y siendo utilizado para el trend de moda en las redes sociales.
Podemos entender el pesimismo de Hayao Miyazaki sobre la tecnología, discurso que impregnó en sus películas. En éste sabemos que Miyazaki no es contrario a los avances tecnológicos, es más bien cauteloso, sobre las capacidades del hombre en mal utilizar una buena creación y que eso conduzca a horrores de los que en un futuro debamos guardar silencio arrepentidos.