por Equipo OLCA (Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales)
El abuso continúa, y en el aislamiento forzoso se traduce en más impotencia, en más desazón, en más IRA. Sino no nos mata la Insuficiencia Respiratoria Aguda (IRA), que desencadena el Covid, nos atormenta y nos desvela esta otra IRA, de no ser escuchados y escuchadas, de tanta impunidad acumulada, de que no se nos permita vivir con dignidad, de no existir... ¿Cómo hacer para no llenarse de sentimientos negativos cuando estamos a solas con nuestra cabeza y el corazón está apretado por el desprecio de la hegemonía impuesta?
Lo que se lee en miles de textos, se oye en conversaciones y se intuye, es la urgencia de modificar un modo de ser que no nos valida... hay miles de formas de hacerlo: una marcha, una intervención artística, una funa, son parte de las que hemos usado por mucho tiempo, con más o menos eficacia en términos de si se enmarcaba en una estrategia integral y comunitaria, o en cambio, era un arrebato aislado, un manotazo, más que legítimo, de náufrago en el mar de los abusos.
Ahora que esas formas se hacen menos viables, empieza a asomar y a expresarse con fuerza una comprensión distinta, una minga hacia adentro, el tránsito hacia un mundo post pandemia que subvierta el individualismo, la competencia y la dependencia de lo que nos mata. Esto implica no solo que no se profundice el extractivismo en los territorios, sino que nuestros modos de habitar los territorios, sean conectados hacia adentro, que nos sintamos parte de un flujo mayor y sirvamos a la vida en medio de una cultura de muerte.
Por ejemplo, a comienzo de este mes cuando Temuco venía saliendo de una larga cuarentena, las hortaliceras mapuche volvieron a ser brutalmente reprimidas por culpa de un decreto alcaldicio que prohíbe el comercio ambulante, donde no solo se les quitó el fruto de su trabajo sino también se les golpeó y terminaron con 4 detenidas. ¿Qué podemos hacer para visibilizar y garantizar el derecho que ellas tienen a trabajar y el nuestro a acceder a alimentos de calidad, más en el actual contexto de crisis económica y de salud? No hay recetas, pero una alternativa es lo que están haciendo algunas organizaciones, invitarnos a mirar de otra forma nuestras redes, activar nuevos lazos, armar canastas de hortalizas frescas y hacerlas llegar a cada casa, y desde ahí ir generando un tejido de colaboración que no exponga a las cuidadoras de la tierra y la semilla a la brutalidad policial, y que hermane voluntades en defensa de la vida.
Esta misma comprensión, es la que motivó al Movimiento por el Agua y los Territorios, a comienzos de la cuarentena, a cambiar el plan de acción para las jornadas de 22 de marzo (día del Agua) y la tradicional marcha plurinacional del 22 de abril (día de la Tierra), y traducirla en jornadas de autoformación entre los territorios, conexiones radiales, puntos de prensa virtuales, twitazos, infografías, excusas para generar vínculos de otra forma. Y así, han aumentado los espacios de convergencia con Movimientos diversos, en radios comunitarias, reuniones virtuales, marchas radiales, y poco a poco se van sistematizando alternativas que al margen del poder, se han nutrido -ya sea como reflexiones o como vivencias- y que ahora se dan tiempo para transformarse en conversatorios, conferencias o simplemente videos para sentirnos más cerca.
Esto es clave porque nos prepara para el escenario que se viene: medidas represivas cada vez mayores que hacen posible iniciativas parlamentarias que permitan llevarse presa a la "familia miranda" en una manifestación; y a la par, una tozudez ecocida de las autoridades que exacerban legalmente todas las posibilidades de arrasar con lo que queda de país. Y nos prepara en el sentido de que redes comunicacionales propias, articuladas y con audiencia, son vitales para sostener los procesos de defensa, lo mismo que lazos estrechos entre las y los vecinos.
Miles de comunidades indígenas en toda América Latina han dado cuenta de que su forma, propia, de enfrentar la pandemia en condiciones de precarización y de marginación, ha sido la auto-organización, la autoformación, las guardias territoriales, el trabajo coordinado entre el personal de salud y los saberes de salud tradicional, fortalecer las mingas, optar por la dinámica de no segregación de la vida social manteniendo a las y los ancianos como un pilar central de la comunidad, fomentar el trueque... lazos, re conexión, validación de todos los aportes... comunidad.
La civilización individualista, patriarcal, insaciable, jerárquica, hiper racional, seguirá evidenciando su fin en la medida que animemos el hacer con otras y otros en el corazón, demostremos que los aislamientos solo son tales si vemos la película fotograma a fotograma -y con un guion impuesto-, pero no si nos atrevemos a ser parte del flujo vital, como el agua, como la tierra, como el fuego, como el aire, que nos forma.
Urge transitar del maniquí plástico en el que nos hemos transformado, con todos los poros bien cerrados para que nada ajeno nos importune y nos destruya la imagen, para volver a sentirnos personas, únicas, irrepetibles, cubiertas por una piel llena de infinitos hoyos que nos conectan irremediable y fascinantemente con el entorno, con la otredad de la que somos parte... y entonces salir de la vitrina, ponernos la ropa que haremos con lo que tengamos a mano, y hacer un guión en movimiento, que re cicle la existencia.