Nepo Babies: Privilegios en pañales

Por Ignacio MR/ Ingeniero Comercial

Recientemente, el panorama político chileno sumó un par de nuevos integrantes al club de los «padres en ejercicio»: congresistas, ministros y otros rostros públicos que se convierten en protagonistas no sólo de la prensa amarilla con escándalos o investigaciones, sino también de la prensa rosa. Anuncios de embarazos y nacimientos han desatado una ola de empatía entre la población y un tsunami de teorías conspirativas de los retractores más afiebrados. Los más cándidos esperan que las nuevas responsabilidades traigan más madurez o templanza y los más críticos no podemos evitar hacernos preguntas sobre el futuro de estos «nepo babies»: los hijos de la élite política y económica que parecieran tener reservado un asiento de primera clase en el tren del éxito.

No es necesario ser muy creativos para imaginar cómo el privilegio moldeará las vidas de estos nuevos retoños. Como muestra un botón: las Becas Chile, programas diseñados para abrir oportunidades educativas en el extranjero, han sido capturadas en más de una ocasión por los hijos de funcionarios y empresarios influyentes. Un artículo de La Tercera , nos recuerda un estudio realizado entre 2013 y 2017 que indica que solo el 22% de los postulantes vienen de colegios municipales y el 48% de particulares pagados.

El privilegio no sólo se manifiesta en becas. Un reportaje de CIPER (2019) reveló cómo en ciertos ministerios se priorizan pasantías y cargos temporales para «recomendados», muchos de ellos hijos de figuras públicas. Estos espacios, lejos de ser accesibles a cualquier ciudadano, funcionan como plataformas de lanzamiento para carreras que luego ocuparán posiciones clave en la burocracia del Estado.

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En este club VIP están los sospechosos de siempre: los Biden, los Trump los «Larraínes» las calilas y las mojo jojo. Al norte del patio trasero, los hijos de Biden y Trump nos dan la pauta de las gracias que hacen los niñitos cuando se les ocurre tener iniciativa. Mientras Biden Jr. acumula escándalos por sus vínculos con negocios turbios en Ucrania y China, los hijos de Trump manejan contactos que podrían poner en peligro la seguridad nacional. La pregunta es: ¿en qué se diferencia este panorama del chileno? Aquí también vemos a apellidos que son sinónimo de privilegios e impunidad: El regalón del papito puede dejar morir a una persona sin consecuencias pagando una módica suma de dinero, el primogénito de un dictador puede tener nexos con narcotraficantes, el hijo de una presidenta puede usar al connotado abogado de la plaza para que haga "gestiones" y hasta el más flojo del clan puede demostrar que no es un completo inútil, sino que puede ser bastante eficiente para cometer fraude al fisco. Uno tiende a olvidarse de estos casos aislados, ya que, si tu apellido es González o Tapia, es muy probable que no te pasen estos confusos incidentes.

El panorama es bastante claro y nos lleva a concluir que estos niños privilegiados estarán aun más alejados de la realidad de la mayoría de los chilenos que sus procreadores. Si los padres ya viven en un Olimpo donde las necesidades básicas son un problema ajeno, ¿qué podemos esperar de sus herederos? La desconexión, lamentablemente, no es hipotética. Desde la política hasta el mundo empresarial, las decisiones de esta élite suelen ser tomadas con una visión distante de las calles de Lebu o de las salas de clases de los colegios públicos en Arica.

Un estudio de Fundación Sol reveló que el acceso a universidades de prestigio en Chile está altamente concentrado en familias del decil más alto de ingresos. Este fenómeno perpetúa una élite educada en burbujas sociales, cuya desconexión con las necesidades del país se refleja en políticas públicas poco efectivas para abordar desigualdades estructurales.

Es probable que estos «nepo babies» sigan disfrutando del capital social acumulado por sus padres, profundizando una desconexión que erosiona la confianza pública. En un país donde la desigualdad sigue siendo uno de los mayores problemas sociales, la consolidación de esta aristocracia moderna amenaza con profundizar las brechas y mantener las escaleras sociales fuera del alcance de quienes realmente las necesitan.

En un informe de CEPAL, se advierte que la concentración de privilegios en élites económicas y políticas afecta directamente la movilidad social, reduciendo las oportunidades para las clases trabajadoras.

Por ahora, solo queda esperar que estos nuevos cachorros del poder, antes de convertirse en figuras públicas, aprendan algo del chileno común, ese que se despierta todos los días pensando en cómo pagar el arriendo o en dónde matricular a sus hijos en un sistema educativo que todavía los discrimina por el barrio en el que viven.

¿Qué podría cambiar el escenario fatal? Cambios serios como una legislación estricta en materia de transparencia, nepotismo con sanciones reales o efectivas. Y si, por ventura, la culpa es de los que "no los dejan avanzar", lo mínimo sería que, en un inesperado acto de coherencia, al menos de aquellos padres que han expresado creer en un futuro menos desigual, se encarguen de criar a sus hijos fuera de este escudo de protección, y, ya que de ninguna forma les va a costar surgir, ayuden a otras semillas a ocupar espacios que están reservados para sus nenes.

El futuro está en pañales, pero ya empieza a oler mal.

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