Por Ignacio E. Muñoz Ramírez*
Pocas cosas son tan peligrosas como las comparaciones históricas forzadas, sobre todo cuando se usan para justificar la retórica política contemporánea. En su última columna, Eugenio Tironi sugiere desde su podio, que, si Salvador Allende hubiera tenido la flexibilidad de Gabriel Boric, Chile habría evitado el Golpe de Estado de 1973. Esta afirmación es, en el mejor de los casos, un intento fallido de reconciliar el pasado con el presente y en el peor, una peligrosa simplificación de la historia.
La nostalgia es una bestia traicionera. Filosóficamente hablando, la añoranza de un pasado glorificado nos puede llevar hacia el esencialismo, esa noción ilusoria de que alguna vez existió un "verdadero" pasado que debemos recuperar o emular. En el caso de la izquierda chilena, la nostalgia por Allende se ha convertido en un lastre, una carga que ha deformado su capacidad para enfrentarse a los desafíos actuales. Comparar a Allende con Boric no sólo es una trampa, sino que también refleja una tendencia peligrosa: la de mirar hacia atrás con una mezcla de admiración y culpa, en lugar de enfrentar el presente con claridad y propósito.
Tironi nos ofrece un paralelismo entre dos figuras que, aunque comparten un escenario político, no podrían estar más alejadas en sus contextos y desafíos. Allende, un hombre atrapado en el fuego cruzado de la Guerra Fría, con una economía asfixiada por las presiones internas y externas, y Boric, un joven político que navega en un mundo globalizado, con una izquierda fragmentada y un electorado desencantado. Compararlos no es sólo ingenuo, es un ejercicio de ucronía de mal gusto, digno de esos autores mediocres que creen que jugar con la historia los convierte en historiadores.
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Los What If? o "¿qué hubiera pasado si?", son el equivalente literario de los palos de ciego. Nos venden la ilusión de que la historia podría haber sido diferente si sólo los protagonistas hubieran tomado decisiones distintas, como si la complejidad del pasado se pudiera desentrañar con la simpleza de un condicional. Si Allende hubiera sido Boric... ¿Qué clase de conjetura es ésa? ¿En qué mundo, fuera de la imaginación de algún fanático del universo Marvel, tiene sentido una comparación tan fuera de lugar? Lo único más desagradable que estos ejercicios son las "cartas abiertas" de algún sobrevalorado intelectual de TV.
Lo que la izquierda chilena necesita no es más nostalgia ni más comparaciones inútiles con un pasado idealizado. Lo que necesita es un examen crítico de su propio presente, un replanteamiento de sus estrategias y un abandono del esencialismo que la mantiene atada a un pasado que nunca volverá. El culto a Allende, por mucho que queramos adornarlo con los laureles de la democracia y el sacrificio, es también una cadena que impide avanzar. Y si seguimos forzando estos paralelismos históricos, sólo continuaremos perdidos en un laberinto de espejos, donde la realidad se distorsiona hasta volverse irreconocible.
En lugar de ucronías, tal vez deberíamos enfocarnos en construir un presente que tenga algo de sustancia. Tal vez entonces y sólo entonces, la izquierda podrá dejar de ser esa figura nostálgica que mira hacia atrás, buscando en las cenizas del pasado.
* Director de Administración y Finanzas - CECS