Tras la entrada del Ejército Rojo en Berlín a finales de abril de 1945 y el suicidio de Adolf Hitler en su búnker días más tarde, la Alemania Nazi representada por Wilhelm Keitel firmó la rendición incondicional el 8 de mayo de 1945 a las 22:43 hora central europea (9 de mayo a las 0:43 hora de Moscú), ante el mariscal soviético Gueorgui Zhúkov, poniendo fin a la guerra en Europa, fecha desde entonces recordada como el «Día de la Victoria». La Unión Soviética produjo el 70% de las bajas alemanas, pero por su parte, fue el país más golpeado por la agresión nazi con 27 millones de muertes, de ellas, 10 millones de civiles.
La mañana del 25 de abril de 1945, la infantería soviética del Ejército Rojo entró a Berlín luego de semanas de bombardeo de artillería y la férrea resistencia de los soldados alemanes, a estas alturas, niños y adultos mayores en su gran mayoría. El 30 de abril, el líder de la extrema derecha alemana, Adolf Hitler, se suicidaba en su búnker subterráneo.
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Así, la rendición total nazi se produjo días después. El mariscal Wilhelm Keitel, el nuevo führer tras el suicidio de Hitler, firma la capitulación ante la URSS en Karlshorst, Berlín. Este episodio trajo el final de la masacre de la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo, por lo que desde entonces los esfuerzos bélicos serían concentrados exclusivamente en Japón, al mismo tiempo que se configuraba en nuevo escenario geopolítico de la incipiente «Guerra Fría» que marcaría la segunda mitad del Siglo XX.
Si bien eran las 22:43 del 8 de mayo en Alemania y en Europa Central al momento de la firma, en Moscú, capital de la extensa Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, eran las 00:43 del 9 de mayo. Desde entonces, y salvo contadas excepciones, la fecha es celebrada como el «Día de la Victoria» en lo que fue la URSS así como en la actual Rusia, como recuerdo de la gesta heroica de haber salvado al mundo derrotando a la Alemania Nazi y el enorme costo humano que ello implicó, con alrededor de 27 millones de muertes del lado soviético, 17 bajas militares y la inhumana cifra de 10 millones de civiles.
Esta bestial cantidad de víctimas fatales se explica porque para nazismo se trataba de una guerra genocida que quería exterminar a toda la población soviética, arrasando pueblos y localidades enteras, porque la Unión Soviética era habitada por eslavos que racialmente eran vistos como «subhumanos» y además comunistas, la ideología que veían como su principal enemigo.
El denominado frente oriental, fue testigo de las principales batallas de la guerra, como el millón de muertos que dejó el sitio Leningrado, donde en los meses que duró hubo jornadas de 3 mil muertes diarias por inanición. También sufrieron la la batalla más grande de la historia de la humanidad, Stalingrado, de más de un año, con más de cuatro millones de combatientes y dos millones de muertos entre ambos bandos. O Kursk, una batalla donde se enfrentaron más de 6 mil tanques.
Asimismo, fue el Ejército Rojo quien realizó la liberación de la mayor parte de los campos de concentración, como lo fueron Auschwitz o Treblinka y contaron al mundo los horrores de las cámaras de gas y el holocausto, información que al principio era puesta en duda en occidente y calificada como propaganda estalinista.
Tras la rendición de Japón cuatro meses después, la Segunda Guerra Mundial -el conflicto bélico abierto más grande y mortífero que ha conocido la historia de la humanidad- finalizaba dejando un saldo que varía entre 50 a 70 millones de muertes, más de 100 millones de soldados movilizados, 6 millones de judíos víctimas de la maquinaria de exterminio, así como gitanos, homosexuales, comunistas, disidentes políticos y cualquiera que el régimen nazi del terror considerara no digno de seguir viviendo. De estos, fue la Unión Soviética quien se llevó la peor parte con la ya mencionada cifra de muertes.
Tras la repartición territorios para la ocupación alemana por los vencedores, la Unión Soviética, el Reino Unido, Estados Unidos y Francia, comenzaron a prepararse los juicios hacia los criminales nazi capturados, los que finalmente comenzaron a llevarse a cabo el 20 de noviembre de 1945 hasta el 1 de octubre de 1946 en la ciudad de Núremberg, símbolo y bastión del nazismo en Alemania.