En época electoral suelen salir a la luz distintos tipos de escándalos: algunos sangrientos, otros abusivos, robos varios y malversaciones gigantes, todos ellos patéticos. El más reciente y más ordinario es el de la señora Marcela Cubillos, que en castigo de hacer un pésimo trabajo como Ministra de Educación, su piño político le consigue un cargo en la Universidad San Sebastián (USS) para hacer docencia. Uno ha sido testigo de lo bueno que son para administrar o hacer puentes en ese piño, pero nunca me imaginé que se olvidaran de darle trabajo. Eso es algo generalmente muy importante en cualquier oficio, sobre todo ante el peligro inminente de que contraten a un zurdo octubrista y quiera trabajar menos.
Por Ignacio E. Muñoz Ramírez
Ahora, aquí es donde las luces se encienden en el proscenio y el drama se vuelve personal: Pese a que no me gusta admitirlo, soy un orgullosamente avergonzado egresado de la USS. Ese recuerdo lo he querido borrar, se hace presente cada vez que uno busca trabajo, ya no tengo amigos de esos que se pueden inventar cargos millonarios en sociedades ideológicamente falsas. Al ver las displicentes justificaciones de Cubillos y su banda, toda la vergüenza que no logran tener gracias a su altanería y falta de empatía, la sufre uno como egresado.
Atrás quedaron esos juveniles días en la hermosa sede las Tres Pascualas, de un proyecto que invitaba a ser emprendedor y regionalista, con el apoyo de empresarios de la zona y un rector con el cual se podía hablar en cualquier momento. Una universidad privada donde podía entrar una persona de liceo y donde no se celebraba el 11 de septiembre. El único recuerdo juvenil que se me viene a la mente ahora es a la Marcela Cubillos pinochetista, llamando a votar por el SI.
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La USS claramente no era la Universidad de Concepción ni la UBB, pero los profesores eran buenos y la sede estaba a una distancia prudente para juntarse con los amigos en los campos de la UdeC para contar anécdotas de otras Ues «peores», comparando las bibliotecas limitadas de unas y las pruebas entre carreras, en las que siempre salía perdiendo la Universidad de las Américas… Mira de quién te burlaste. La indiferencia de los directivos y rectores ante este escándalo contrasta brutalmente con la preocupación de quienes padecemos el impacto en nuestra reputación, simplemente por haber estudiado en lo que parece ser una caja registradora de favores políticos.
La postura de la institución resulta no solo incoherente, sino también cínica, frente a los valores que antaño predicaban y a las estrictas exigencias que imponen a sus propios empleados. Me recuerda a los gerentes que te piden mojar la camiseta y se van 3 horas antes del trabajo.
Poco vamos a lograr si cada uno se queja en solitario, sin exigir al menos lo básico. Si ya no es como estudiante, que sea como CLIENTE. Ya que ellos insisten en convertir todo en mercancía, sería prudente que al menos se esmeren en ofrecer un buen producto. Y si tienen la imperiosa necesidad de financiar carreras políticas a caballos cojos, que lo hagan con su propio dinero, no con fondos públicos ni con el de los estudiantes que confiaron en la promesa de una educación digna.
Como medida a mi cuestionada capacidad profesional, haré un MBA para especializarme... como ex alumno me dan un buen descuento ¿Qué podría salir mal?