Por Vicente Lagos Isla
La negación histórica del Estado de Chile hacia los pueblos originarios tuvo una de sus consecuencias más oscuras durante esta jornada, cuando turbas atacaron a mapuches que se encontraban protestando al interior de diversas municipalidades de la Araucanía exigiendo el respeto al Convenio 169 de la OIT al que Chile está suscrito.
Los golpes e insultos racistas son el fiel reflejo de una política de Estado que ha evitado reconocer el carácter plurinacional de nuestra sociedad, fomentando el odio y la desvalorización hacia las culturas originarias. En este contexto la inacción de las fuerzas policiales y militares frente a los acontecimientos muestra la responsabilidad directa del Gobierno en los graves hechos de violencia.
Al ser el Estado un mero observador pasivo cuando comuneros eran golpeados brutalmente, refleja la naturaleza racista, no sólo de estos grupos, sino principalmente del gobierno de Piñera, que con su actitud lejos de desactivar el conflicto propicia un choque entre estos grupos y los mapuche, en donde el racismo y los intereses del gran empresariado agrícola y forestal de la Araucanía juegan un rol central.
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Audios indicarían que Carabineros estaba al tanto del ataque antes de realizarse, lo que demuestra que el Gobierno sabía lo que iba a ocurrir, pero no hizo nada para detenerlo, considerando además que ocurrió en pleno toque de queda.
Esto transforma a Piñera en responsable directo de los hechos de violencia vividos en Traiguén, Victoria, Curacautín y Collipulli. El nombramiento de Víctor Pérez en el ministerio del Interior viene a destacar esta política, en donde poner «mano dura» y fomentar la polarización de la población, es la única respuesta ante un problema histórico.
Lejos de generar una salida política a un conflicto político, el Gobierno nuevamente opta por favorecer la violencia, ayer mediante la represión, hoy dando impunidad a grupos fascistas guiados por el odio racial incitado por las grandes forestales que los usan como «tontos útiles» para su trabajo sucio.
Un pogromo (del ruso погром, pogrom: 'devastación') consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, hacia un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). Esto han vivido diversos grupos étnicos como los kurdos, palestinos, armenios, judíos y pueblos originarios entre muchos otros a lo largo de la historia en el mundo. Hoy estamos ante un acontecimiento similar al pogromo en La Araucanía, con el respaldo del Estado través de su inacción y su falta de voluntad por evitar la violencia.
La desvaloración hacia los pueblos originarios comienza en sus orígenes, cuando se negó el carácter mestizo e indígena de la población chilena, tomando como referente cultural Europa, y menospreciando la cultura local. El golpe de gracia fue el genocidio en manos del Ejército durante el Siglo XIX en la llamada «Pacificación de la Araucanía». En adelante el Estado y los sucesivos gobiernos no han podido realizar una reparación histórica con el pueblo mapuche, tampoco han podido restituir sus tierras entregadas principalmente a grandes latifundistas y forestales.