El reciente acuerdo que impulsa la clase política chilena respecto a la reforma a las pensiones solo blinda una piedra angular del modelo chileno, que ha entregado misera a miles de trabajadoras y trabajadores. El autor de esta columna, aborda cómo este hito fortalece el hecho de un Ejecutivo totalmente neoliberal que se aprovechó de las exigencias de la población, y cuya alianza política viene a respaldar a las AFP.
Por J. Arroyo Olea
Ya no es novedad decir que el Gobierno encabezado por Gabriel Boric renunció a las transformaciones estructurales que muchas y muchos pensaron que impulsaría. Amparados durante los primeros meses de gestión en el «llevamos poco tiempo», el conglomerado de tecnócratas, militantes, investigadores de mero escritorio y aprovechadores políticos exigían más días, semanas y meses para aquellas anheladas y urgentes medidas que, incluso, el programa de Gobierno incluía. Pero nada más alejado de la realidad.
El Gobierno chileno ha optado por cimentar la llamada «madre de todas las reformas» que impulsó la dictadura, la cual instaló en Chile un sistema de capitalización individual para el financiamiento de lo que hoy son pensiones de miseria. Las Administradoras de Fondos de Pensiones, lejos de lo planteado por quienes hoy acolchonan sus asientos en los pasillos del poder institucionalizado, viven felices, respaldadas y dichosas para seguir entregándonos miseria.
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Y es que la decepción es tal con la reforma a las pensiones impulsada por el Ejecutivo, que no es necesario hurgar mucho para ver contradicciones. En su programa político, el Gobierno estableció «53 cambios concretos», donde su primera medida justamente iba en esta línea: «Terminaremos con el sistema de las AFP, reemplazando el DL3500 por un nuevo sistema de seguridad social que asegure una pensión mínima de $250.000 para todas y todos los mayores de 65 años, incluyendo a las y los 2,2 millones de actuales jubilados. También vamos a mejorar sustancialmente todas las pensiones, con especial énfasis en las mujeres y las pensiones más bajas, respetando siempre el dinero ahorrado por las personas». Hoy, la propuesta presentada está lejos del No+AFP; por el contrario, se va para el lado del Sí+AFP.
Es más, en el resto del programa se pueden leer en otros apartados directamente consignas como No+AFP, o planteamientos que estipulan «la creación de un sistema sin AFP que permita aumentar las pensiones de los actuales y futuros jubilados, y que materialice el derecho a la seguridad social». Pero no, acá nos encontramos ante una propuesta que refuerza las lógicas del Estado subsidiario hechas a medidas del bolsillo empresarial que robustecerá el sistema de AFP.
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Es esto lo que aplaudieron esta semana en la Comisión de Trabajo del Senado. Lejos del supuesto «miedo» que planteó en su momento el presidente Boric que tendrían las AFP -como intento de legitimar su paupérrima reforma-, las Administradoras saldrán más fortalecidas y prontamente exigirán más recursos para la subsistencia ante una inexistente masividad que se movilice en contra el sistema de pensiones, situación que se ha repetido en diversos planos durante esta gestión del Gobierno, donde impensadas reformas han avanzado ante una sociedad desgastada, fragmentada y profundamente precarizada.
Este es parte del camino que comienza a cerrar -o abrir- la alianza Frente Amplio, Concertación y Partido Comunista; la misma que en los próximos meses amenazará con ser el mal menor frente a unas elecciones presidenciales para llevar agua hacia su molino, pero que hoy viene a reforzar aquel modelo de AFP que su propio presidente cuestionó hasta ponerse una pañoleta amarilla en su cuello.
Bueno, por lo menos lo amarillo quedó; el No+AFP quedó fuera tras cruzar la puerta de La Moneda.