Por Alejandro Baeza
La reciente adición de algunas películas del Studio Ghibli al catálogo de Netflix ha generado un renovado interés en estos largometrajes de animación japonesa, tanto por quienes han querido repetírselas como por quienes las descubren por primera vez.
Dentro de las producciones agregadas en abril, se encuentra "La guerra de los mapaches de la era Pompoko" o simplemente "Pompoko", una película de Isao Takahata estrenada en 1994, la primera película animé seleccionada para una nominación al Oscar (categoría de «Mejor película de habla no inglesa» de aquel año), nominación que finalmente sí alcanzarían otras cintas Ghibli: "La princesa Mononoke" en 1997 y "El viaje de Chihiro" en 2003, ambos films de Hayao Miyazaki, este último, obteniendo la estatuilla. Luego de Chihiro, otras producciones del estudio también obtuvieron nominaciones a estos premios hollywoodenses, "El castillo ambulante" en 2004 y "El viento se levanta" en 2013, también de Miyazaki, "El recuerdo de Marnie" de Hiromasa Yonebayashi en 2014 y finalmente la última producción de Takahata antes de morir, "El cuento de la princesa Kaguya" en 2015.
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Y si bien, sin duda es Hayao Miyazaki la estrella de Ghibli, responsable de películas como Totoro, "Porco Rosso", Chihiro o "El Castillo Ambulante" entre muchas otras, su socio fundador del estudio de animación, Isao Takahata, de un perfil mucho más bajo, tiene varias joyas a su haber. Probablemente su nombre no te sea familiar pero sí su trabajo, pues dos de sus obras -adaptaciones de cuentos infantiles europeos- fueron megafenómenos mundiales en la década de los 80: Heidi, la niña que vivía en Los Alpes con su Abuelo; y Marco, el niño que viajó por el mundo buscando a su mamá. Producciones en que Miyazaki fue su pupilo y ayudante.
Ambos animadores, luego de una batalla sindical, fundaron Ghibli para trabajar con libertad creativa y un modelo consecuente a su ideología política. En el estudio, Takahata comenzó con la cruda y brutal "La tumba de las luciérnagas" (1988), una desgarradora historia de dos niños en el Japón de la Segunda Guerra Mundial, luego "Recuerdos del ayer" (1991), una introspectiva película sobre el punto de maduración de una mujer y la presión social sobre lo que se espera de ella a su edad, para luego realizar Pompoko, la historia de una comunidad de mapaches y su lucha contra el desarrollo inmobiliario de Tokyo, un conflicto socioambiental.
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La película comienza con una batalla entre dos bandas rivales de mapaches, o más bien dicho, de tanukis, especie endémica de Japón llamada también "perro-mapache", animales que forman parte del folclor y cultura popular nipona durante siglos, al ser considerado por la tradición como "youkais" o "yokais", seres sobrenaturales con poderes mágicos. La cultura popular establecía que estos animales tenían la capacidad de -con una hoja en su cabeza- transformarse y crear ilusiones para gastar bromas a los humanos que se adentraban en los bosques, a veces atribuyéndoles incluso la capacidad de volar (¿ahora entiendes el Mario 3?). Hasta el día de hoy, estatuas de tanukis pueden hallarse fuera de muchos templos y restaurantes japoneses, suelen llevar botellas de sake y son representados con grandes estómagos y testículos, los que a veces les cuelgan hasta el suelo, representación cómica que se arrastra desde la época feudal. (Su impacto cultural es tan importante, que muchos templos sintoístas en Japón guardan historias de antiguos sacerdotes que eran tanukis haciéndose pasar por humanos).
Y es que Takahata en su trabajo en Ghibli se destacó por dos cosas: por lo sublime de su animación (mucho más que Miyazaki) y por otro, por contar historias, que si bien son identificables por cualquier persona en el mundo, tienen una profunda carga japonesa. Así, si en "La tumba de las luciérnagas" reflejó la historia reciente y el trauma de la Segunda Guerra, en Pompoko grafica la lucha entre la tradición y la modernidad, en un contexto de post-guerra en que el país vivió transformaciones radicales en su estilo de vida, siendo probablemente, junto a "El cuento de la Princesa Kaguya" la película más costumbrista y más japonesa de toda la producción de Ghibli, pero a su vez, con un mensaje muy universal y muy fácil de entender para un habitante de América Latina, lugar lleno de conflictos entre proyectos inmobiliarios o extractivistas que pasan por encima de las comunidades que habitan diversos territorios.
Pompoko comienza utilizando una canción típica cantada en los jardines infantiles nipones que hacen alusión a estos mapaches, que en la película son representados de manera realista cuando son vistos por los humanos, de forma caricaturesca cuando hacen algo tonto o divertido, y en gran parte del film, de manera antropomórfica. Luego, una (graciosa) batalla entre dos facciones de tanukis es interrumpida por una anciana que les advierte la amenaza de los humanos y lo absurdo de pelear entre sí, dando origen a la trama, la que no tiene personajes principales, pues el protagonista es la comunidad, el colectivo, que al ver que la actividad inmobiliaria está destruyendo su entorno deciden dejar de lado toda diferencia y enfocarse en salvar el bosque. Para defender su hogar en este conflicto socioambiental, se valdrán de sus habilidades sobrenaturales y de su pícaro ingenio.
El avance de la tecnología, que maravilla hasta el mismo Buda, es más poderoso de lo que esperaban, siendo capaz no sólo de talar árboles sino de incluso de destruir una montaña con retroexcavadoras.
Por su parte, dentro de las comunidades mapaches, existen distintas posturas respecto a cómo afrontar el problema, los grupos más radicales sabotean las obras incluso causando la muerte de algunos trabajadores, que los demás entienden que no eran sus enemigos principales y realizan un minuto de silencio en respeto a sus vidas sacrificadas. La estrategia, genera conflicto entre los mapaches que plantean estrategias más a largo plazo y los que buscan expulsar a los humanos de manera inmediata mediante la violencia.
La película en gran medida muestra a los tanukis planeando nuevas tácticas para hacerle frente al avance inmobiliario depredador, mientras intentan sostener su tradicional estilo de vida en condiciones cada vez más difíciles, una metáfora del Japón de mediados de siglo que dio el salto a convertirse en uno de los países más tecnológicamente avanzados del planeta y la resistencia de las tradiciones milenarias.
Los mapaches, que dicen estar dando la batalla no solamente por ellos sino por todos los animales del bosque, luego de cada acción directa bailan y celebran, creyendo haber dado un gran golpe y demostrando su espíritu festivo. Sin embargo, la extensa resistencia, que consta en ahuyentar a los humanos haciéndose pasar por espíritus y fantasmas, comienza a producir desgaste y roces. Uno de los viejos maestros se rinde y encausa su búsqueda en la religión, llevándose consigo a un grupo de tanukis sin capacidad para transformarse en un bote hacia Buda, abandonando la resistencia real y sin que vuelvan a aparecer en la película. Por su parte, muchos de los humanos que llegan a habitar estos nuevos vecindarios son conscientes de la molestia de entidades espirituales por la destrucción del entorno, pero responden afirmando "no tenemos otro lugar donde vivir".
Resulta interesante ver este tipo de debates en una cinta animada, quizás la mejor manera para explicarle a una niña o un niño, la resistencia de las comunidades en conflicto socioambientales.
Finalmente (calma, que no spoilearemos el final), la historia termina con una escena de tanukis bailando bajo la luna, manteniendo vivo su esencia a pesar de todo, cantando bajo la luna una canción con el ritmo pom-poko-pon, dándole sentido así al nombre de la película y señalando el último acto de resistencia, seguir siendo lo que son.
PD: Si no tienes Netflix o la tienes en tu colección, puedes verla en Facebook desde acá (mientras dure):