Prácticas teatrales comunitarias en Concepción: el afecto como resistencia artística-cultural

El 11 de mayo se conmemoró el natalicio del director y actor teatral Andrés Pérez Araya, motivo por el cual se promulgó el 2006 el día del teatro en Chile. Andrés Pérez fue un reformador dentro de la escena nacional, no sólo por su particular estética y procesos artísticos, sino porque fue uno de las y los teatristas que se reencontraron desde el arte con lo popular, para devolverle su lugar de dignidad; de allí nació La Negra Ester (1988), pieza que valiéndose de las décimas de Roberto Parra, abrió al público las puertas del escenario, democratizando el espacio teatral en tiempos de represión y miedo. El gesto hacia el mundo popular por parte de Andrés Pérez no se trató de un ejercicio nuevo, sin embargo, no deja de ser importante la apertura de su teatro hacia la ciudadanía, la cual era capaz de disfrutar y conmoverse con personajes que procedían de lugares comúnmente marginados, restaurando a través de ese sentimiento la comunidad fragmentada por la dictadura cívico-militar.

Nora Fuentealba Rivas

Desde otra vereda, Isidora Aguirre durante la Unidad Popular realizó teatro con pobladoras y pobladores de distintas comunas, más reos y estudiantes. Esta acción fue ejercida bajo el amparo del T.E.P.A, Teatro Experimental Popular Aficionado, instancia donde quienes participaban creaban junto a Isidora Aguirre las escenas a representar, con la finalidad de colaborar en los objetivos de la campaña presidencial de Salvador Allende. En palabras de Isidora la consigna del T.E.P.A era: "Incorporar a la lucha por las transformaciones sociales a todo un contingente del pueblo que se ha mantenido marginado, por indiferencia o por falta de correcta información". Se trataba de un teatro que buscaba ingresar a las discusiones políticas por medios artísticos-políticos.

Ejemplos sobre el mundo popular en el teatro hay muchos, sin embargo, lo que intento es señalar que pese a esa constante presencia, la historia teatral escrita en Chile suele observar con asombro los fenómenos teatrales que se acercan a este mundo, en especial cuando el contexto es posterior a la creación de los teatros universitarios. Sin embargo, en lugares como la región del Biobío, donde luego del Golpe de Estado (1973), el teatro queda prácticamente desmantelado al cerrarse todos los teatros que cumplían una función formadora y de creación profesional, la historia teatral prácticamente la constituye este tipo de teatro popular o comunitario.

Puedes leer: Teatro y Memoria en Concepción: un rescate de las prácticas teatrales en Dictadura

Durante la dictadura cívico militar, en la región del Biobío, no sólo existió teatro de la mano de quienes se habían formado junto al TUC (Teatro de la Universidad de Concepción). Es más, me atrevo a decir que la mayoría de los teatros que existieron durante esa época fueron producto del ímpetu de pobladoras, pobladores, integrantes de centros comunitarios, iglesias o gremios; quienes con precarios conocimientos sobre el trabajo del actor en relación a quienes procedían de centros de estudios institucionalizados, tomaron la palabra e hicieron de sus cuerpos un medio para la comunicación y lucha en espacios donde abundaba el silencio producto del contexto represivo del país. De esta forma, aquellas personas a las que se les suele atribuir el calificativo de "aficionado" contraponiendo la palabra con la de "profesional", se convirtieron en agentes esenciales para la continuidad del teatro y la formación de nuevas y nuevos espectadores. El potencial generado por las prácticas teatrales comunitarias es tan importante que realizar la diferencia entre quienes tuvieron una formación formal versus quienes no, carece de importancia a la hora de pensar el teatro más allá de valores estéticos, sino como prácticas culturales de resistencia y reflexión. Por lo tanto, pensar en este teatro como prácticas realizadas por simples simpatizantes con el oficio sería un error, sin embargo, si somos capaces de comprender que la palabra aficionado proviene de la idea de "sentir afecto por algo" y entendemos cómo se manifiesta ese afecto, seremos capaces de vislumbrar estas prácticas teatrales como formadoras de verdades comunidades afectivas, las cuales fueron y son capaces de imaginar y crear mundos, pese a la precariedad y la dificultad que determinados contextos imponen.

De esta forma, durante la dictadura cívico-militar surgieron en la región del Biobío diversas agrupaciones producto de la urgencia por comunicar su interpretación de la realidad. Grupos como TEPROC (Teatro de profesores de Concepción), La Canaleta de Tomé, Teatro Reflejos de Nacimiento, Grutepar (Conjunto teatral parroquial de Talcahuano), Teatro Lafquenche de Talcahuano, Teatro Mensaje de Hualpencillo, Teatro Coirón de Hualqui, Teatro Villa Presidente Bulnes, Taller de Teatro del Colegio Madres Domínicas, Taller de Teatro de Filosofía, Teatro del Colegio Metodista, Teatro del Colegio San Pedro de Nolasco, Teatro de los Artistas del Acero, Teatro del Hospital Clínico Regional, Teatro Archivo, Teatro de Mulchén, Conjunto de Teatro la Fragua, Grupo Tiza del Centro Cultural y Deportivo Magisterio de Penco, Grupo de Teatro Amanecer de Lorenzo Arenas, Grupo de Teatro Juventud Textil de Bellavista de Tomé, Teatro Independiente Espiral, por nombrar sólo algunos ejemplos de la vida teatral durante tiempos de dictadura.

Diploma de Monitoría teatral – Escuela Héctor Duvauchelle – Gentileza de María Eliana Vega – grupo teatral La Canaleta de Tomé. Fotografía: Teatro y Memoria Concepción.

Por otro lado, cabe destacar las redes que estas mismas agrupaciones crearon con la finalidad de compartir conocimientos, es así que bajo el amparo de algunas ONGs y de compañías como El Rostro se creó el CEFA (Centro de Expresión y Formación Artística) y con él, las Escuelas Héctor Duvauchelle, la que buscaba entregar conocimientos escénicos a diferentes personas, las cuales una vez egresadas o egresados compartían sus conocimientos con su comunidad. Durante la época también surgió la Asociación Provincial de Teatro Poblacional (APTP), la cual con el apoyo de las federaciones estudiantiles que durante los ochenta recién comenzaban a rearmarse, realizaron talleres, muestras y festivales poblacionales.

Ahora, restringir la importancia de estas prácticas de teatro comunitarias a los tiempos de la dictadura cívico-militar, sería equivocado; en especial, si se considera que recién durante los años 2000 comenzaron a emerger nuevamente los centros de formación de teatro en Concepción, primero como diplomado en el Instituto Valle Central, extendiéndose el 2001 como carrera; y la Universidad del Desarrollo sede Concepción durante el 2001-2009, entre otras instituciones. Por lo tanto, durante los años noventa si bien las Universidades retomaron el teatro como actividad de extensión, la escena en gran medida continuaba sosteniéndose por centenares de personas que decidieron que el teatro era una forma de expresión artístico-cultural importante para el territorio, personas que hasta hoy, pese a cualquier tipo de dificultad se suben a improvisados escenarios, abriendo espacios en centros comunitarios o participando de frente en teatros de sus comunidades, retomando de esta manera el ritual de la práctica teatral como espacio de democracia, formando espectadoras y espectadores, los cuales distanciados del centro ven lejana la posibilidad de asistir a espectáculos de otra índole.

Por estos motivos, mi saludo en el día del teatro no se extiende sólo a las y los teatristas de profesión, cuya labor admiro; sino también y por sobre todo a quienes realizan teatro fuera de las instituciones, motivados por fe al teatro, fe a las facultades que tiene la escena de imaginar nuevos mundos, fe a una sonrisa en medio del gentío, fe a sus posibilidades políticas y, por sobre todo, fe a la creación.

Estas leyendo

Prácticas teatrales comunitarias en Concepción: el afecto como resistencia artística-cultural