La crisis que se arrastra por ocho años entre Ucrania y Rusia ha alcanzado su punto más álgido estas últimas semanas, con acusaciones cruzadas de ataques y de eventual invasión. El último de estos episodios fue el reconocimiento por parte del gobierno de Putin de la independencia de la República Popular de Donetsk y de la República Popular Lugansk, pero ¿qué son estos estos territorios y qué implica este reconocimiento?
Por Alejandro Baeza
Durante estos días se vive un nuevo momento de un conflicto que ya lleva ocho años y que comenzó cuando, apoyados por Estados Unidos, movimientos de extrema derecha y algunos abiertamente neo-nazis flameando esvásticas realizaron un golpe de Estado en 2014, poniendo fin al gobierno de Víktor Yanukóvich, aliado de Rusia, en lo que se denominó por la prensa pro occidental como «Euromaidán» y que fue romantizado en un documental propagandístico en Netflix.
El nuevo gobierno de características fascistas estuvo marcado por la persecución sistemática a opositores, y tuvo su episodio más trágico en la ciudad de Odesa, donde la quema de un sindicato significó la muerte 36 personas. Asimismo, movimientos nacionalistas exigían la expulsión de la población de origen étnico ruso, que al ser mayoritario en la península de Crimea, optaron mediante un plebiscito por unirse a la Federación Rusa, uno de los principales motivos de tensiones entre ambas naciones desde entonces, pues Ucrania no reconoce la consulta y sigue considerando este territorio como propio.
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Casi una década de relaciones complejas entre ambas naciones, así como con la OTAN y la Unión Europea. Y si bien la presencia de tropas rusas en la frontera ha sido permanente desde entonces (con ocho años de noticias sobre una invasión inminente), a principios de noviembre pasado el Washington Post publicó supuestos movimientos inusuales de equipamiento militar en puestos fronterizos y que se estaría preparando, esta vez sí que sí, una invasión, incluso se atrevieron a postular un día: el miércoles 16 de febrero, cosa que evidentemente no ocurrió.
El establecimiento de este nuevo régimen con características fascistas en Ucrania (con persecución sindical, a disidencias sexuales, prohibición de partidos de izquierda, supremacismo racial, entre otras), no solamente hizo que la población de Crimea eligiera volver a ser territorio ruso, sino que en el Este ucraniano, en el territorio del Donbás (también escrito como Dombás o Donbass) se autoproclamaran, mediante sendos referéndums, dos repúblicas independientes: la República Popular de Donetsk y la República Popular Lugansk.
A diferencia de Crimea, que eligió ser parte de Rusia porque la mayoría de su población es étnicamente rusa, fue parte de ese país por siglos y prefiere mantenerse bajo esa influencia en lugar de la Unión Europea, Donetsk y Lugansk se declararon independientes, y si bien recibieron durante años el apoyo de Moscú, sus intenciones no son formar parte de la Federación Rusa sino mantenerse como naciones soberanas, a pesar que la prensa occidental llama a sus combatientes como «separatistas pro rusos».
Además, surgen de una diferencia más política, pues desde la caída de la Unión Soviética, su población votó mayoritariamente por la izquierda y guarda una buena impresión del periodo soviético, siendo las zonas más industrializadas de Ucrania (de hecho antes de 2014 representaban el 20% del PIB).
Es más, ambos se autodefinen como «socialistas», de ahí el nombre de «república popular» que llevan. No obstante, su autonomía es muy limitada, y si bien Ucrania y casi la totalidad de la comunidad internacional las reconoce como territorios ucranianos, lo cierto es que este país no ejerce soberanía en estos territorios desde 2015.
Económicamente, tanto Donetsk como Lugansk utilizan el rublo ruso como moneda hace 7 años y han recibido apoyo en todas las áreas por parte de Rusia, hasta tal punto que analistas plantan las intenciones de Moscú de anexarlos.
Políticamente no eran reconocidos como repúblicas por ningún país salvo Osetia del Sur (también de reconocimiento limitado) y entre ellas mismas la una de la otra, pero con la decisión de Rusia adoptada este lunes 21 de febrero, su estatus cambia de manera importante, pues lo más probable es que muy prontamente se integren a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), una alianza militar que es una suerte de sucesor post-soviético del Pacto de Varsovia y de la que forman parte Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y, por su puesto, Rusia. Esta organización apela a la defensa mutua en caso de ataque a uno de sus miembros, tal como lo hace la OTAN (pero con una capacidad disuasiva considerablemente menor).
Así, si Ucrania quisiera recuperar los territorios en el Donbás, debería enfrentarse militarmente a Moscú. No obstante, Rusia no esperó la firma de este pacto y ya hay equipos militares en tanto Donetsk como en Lugansk.
Además, cabe preguntarse si Rusia seguirá reconociendo la independencia de estos territorios o finalmente terminará anexionándolos, considerando el carácter ultranacionalista de las autoridades de Moscú y de Putin, quien en su discurso donde anunció esta decisión, emitió declaraciones tremendamente ofensivas contra la historia de Ucrania, con un aire de nostalgia imperial y un nacionalismo realmente preocupante, que recordaron de la peor forma lo que realmente es, un oligarca anticomunista y ultranacionalista.