Por Marcell Leonario Rodriguez
Colegio de Nutricionistas Universitarios de Chile A.G. Filial Concepción
Las falsas expectativas sobre el progreso propuesto por el modelo actual están saliendo a la luz, siendo ejemplificado con lo reportado sobre los cultivos de paltas. Situación que pareciera afectar sólo a paladares y bolsillos chilenos, pero que posee aristas ocultas de consecuencias inimaginables.
Gran impacto causó durante la última semana la noticia sobre el valor alcanzado para un kilo de palta a nivel nacional. Este particular fruto, también conocido como aguacate o avocado, es originario de México y Guatemala, y en nuestro país su producción se concentra en los valles de la zona central, ocultando una triste realidad, que al día de hoy, expresa las consecuencias puras del Neo-Agroextractivismo que opera en Chile.
Lo que no maneja la población general, es que detrás de los $5.000 pesos que pueden ser tranzados por un kilo de uno de los principales ingredientes del tradicional completo italiano, aflora un grave problema socio-ambiental. Tal es la magnitud de la situación, que las empresas que cultivan palta en Petorca, provincia ubicada a unos 200 kilómetros al norte de la capital, han agotado los recursos hídricos para la población, dejando cerca de 50.000 personas sin acceso a agua potable debido a que un 91,2% del consumo de esta localidad es utilizado para actividades agro-extractivistas. Estas elevadas cifras son producto del alto consumo de agua para la generación de un kilo de paltas, además de despreciables prácticas como lo es el almacenamiento ilegal del recurso en piscinas de gran tamaño ubicadas en las faldas de la cordillera, escondiendo y limitando el agua para la población, priorizando el regadío de sus cultivos, que de manera paralela aumenta, pues cada vez existen más paltos en la zona para satisfacer la demanda extranjera.
La situación viene acarreando problemas en la zona hace un tiempo atrás, generando sequías desde el 2008 y que se han mantenido por cerca de 6 años. Este hecho promovió el desarrollo del cortometraje SECOS, producción nacional que visibiliza las consecuencias de la privatización del agua y vulneración del derecho humano al agua de las comunidades de Petorca, producto del aborrecible neo-agroextractivismo.
La dimensión de esta problemática ha ido creciendo y entendiendo que no hay solución por parte de las autoridades, sus repercusiones cruzaron las fronteras siendo denunciadas por el medio alemán Deustsche Welle y replicado por The Guardian, reconocido periódico británico de nivel mundial. Esto generó consecuencias inmediatas en los diferentes mercados extranjeros que se abastecen de paltas chilenas, debido a la preocupación por la nula sustentabilidad propuesta para esta actividad.
Toda esta situación, no es más que el fiel reflejo sobre el Neo-Agroextractivismo imperante en Chile, y que si bien hoy se refleja a través del cultivo y exportación de paltas, de manera silenciosa está abarcando repercusiones negativas tangibles en los sectores forestales, mineros y pesqueros.
El neo-agroextractivismo no es más que una evolución del agro-extractivismo, término acuñado para referirse a la actividad de apropiarse de vastas zonas de recursos naturales para su sobreexplotación con el fin de satisfacer necesidades de mercados globales, demostrando de manera clara una total subordinación de los pueblos y el Estado hacia la globalización eurocéntrica. En Latinoamérica los extractivismos clásicos se ven reflejados en proyectos de mega-minería, plataformas petroleras en el Amazonas, instalación de salmoneras, monocultivos de soja, etc., todas actividades que se caracterizan por exportar la mitad o incluso mucho más de los recursos extraídos, con una nula preocupación por la recuperación de los territorios explotados.
Esta práctica, nace como estrategia de los gobiernos locales para posicionarse económicamente a nivel internacional, captando excedentes y estableciendo sus economías en función de los altos precios alcanzados por las materias primas en cuestión. A partir de aquello se inicia un proceso de adicción por parte de las naciones, orientando sus actividades económicas directamente a la exportación de minerales, hidrocarburos o agroalimentos, sin importar las repercusiones ambientales que se puedan tener, pues el precio de los «commodities» termina por sepultar cualquier interés ecológico-ambiental.
Las consecuencias son tangibles, ya lo vemos con el caso de las paltas en Chile, en donde ya tenemos territorios en sequia, donde incluso pobladores deben defecar en bolsas plásticas, para aprovechar el recurso hídrico netamente para ingesta. De manera paralela existen territorios deforestados por el monocultivo de eucaliptus y pino (Región del Biobío), tierras erosionadas y contaminadas por agro-tóxicos utilizados por la agricultura industrial (Región del Maule), mares sin recursos producto de la pesca de arrastre, derrames de petróleos y aguas contaminadas por metales pesados producto de la megaminería (Región de Antofagasta).
Generemos reflexión, ¿A qué precio estoy disfrutando lo que llega a mi plato?, de esta manera es que nos convertimos en una economía de enclave, atados a los requerimientos de las potencias económicas del mundo, llegando a exportar cerca del 85% de paltas producidas a nivel nacional y pagando un alto precio por su remanente sin importar que sea un asesino para la sustentabilidad de Petorca y otros territorios.
El contexto actual es preocupante, porque a pesar de la renovación de presidentes progresistas en el siglo XXI, el agro-extractivismo se perpetuó a través de su evolución, el neo-agroextractivismo, en donde los gobiernos forman parte de esta actividad, tomando control y en algunos casos una participación que define el destino de estos recursos, evocando la generación de más excedentes con la promesa que se devolverán de alguna manera a los más necesitados. De manera paralela las transnacionales proyectan un rol social en las poblaciones afectadas aportando recursos a ámbitos educacionales y sociales... ¿Pero realmente esto aporta al desarrollo y progreso de nuestras comunidades?, finalmente perpetuán aun mas la pobreza, generando pérdidas culturales incuantificables, como lo es la transformación de comunidades altamente auto-sustentables, por pobladores que dependen de un trabajo asalariado para alimentarse de productos comestibles foráneos, e incluso perdiendo total potestad de su tiempo, todo con la finalidad de seguir alineados con lo que exige la globalización.
Es hora de decir basta, es hora de mirar nuestras manos, de levantarnos, de reflexionar y de proyectar resistencia como históricamente lo ha realizado Latinoamérica. Seguir bajo el dominio del neo-agroextractivismo impuesto por la globalización sólo beneficia a naciones extranjeras, naciones que jamás fueron subdesarrolladas y que no tienen idea de las consecuencias que ha provocado su modelo pues sólo buscan cuidar su hegemonía económica a costa de zonas de sacrificio. Si no damos un vuelco rotundo, nos espera una Latinoamérica erosionada, de ríos secos, de mar sin recursos, de sequías y una pobreza cultural enorme.
A raíz de este desolador panorama, existe una alternativa... ya hay comunidades luchando por soberanía alimentaria, promoviendo la agroecología y la sustentabilidad local, volviendo a nuestras tradiciones y patrones culinarios propios, los cuales sí respetan los tiempos y procesos e recuperación de la naturaleza, y que en ningún caso podrían generar desertificación.
Escuchemos estas experiencias locales, escuchemos a la pachamama, escuchemos nuestro sentido más puro de ser humano en concordancia directa con el ambiente, y no con la falsa mirada antropocentrista, donde se posiciona el medio ambiente como un pool de recursos dispuestos solo para nosotros.
Cuidemos nuestros bosques nativos, volvamos a consumir piñones, apoyemos a nuestros agricultores, aprendamos a producir alimentos, volvamos a re-educarnos, porque el sistema educativo no construye verdaderos ciudadanos, ¡los destruye!
No nos queda otra que filosofar, cuestionemos lo que estamos construyendo, una sociedad que protege los poderes fácticos de manera histórica, y que sólo podemos ser parte del sistema si nos limitamos a consumir...
Para finalizar, cito al general José Dolores de la producción audiovisual Queimada...
"¡Inglés, es mejor saber hacia dónde se quiere ir, sin saber cómo, que saber cómo ir sin saber adónde!!!".