Por Verónica Elgueta
Comisión de Derechos Humanos
Colegio Médico Regional Concepción
A un año del despertar de octubre sentimos la obligación de no volver a callar, asumimos un compromiso con muchos aciertos y errores, todavía nos encontramos aprendiendo. Sin embargo, mantenemos la convicción firme que la defensa y promoción de los derechos humanos contribuirá al proceso de construcción del Chile que todos merecemos.
El octubre pasado observamos con horror e indignación como el Estado de Chile cometía hechos de violencia y violaciones a los derechos humanos, nos fue imposible no rememorar nuestra historia reciente que estuvo marcada por el miedo, atomización de las organizaciones sociales y dolor. Existe suficiente evidencia nacional e internacional sobre el impacto de la violencia sociopolítica en el entramado social, de las huellas indelebles en el individuo y su vinculación con el entorno postdictadura, en el proceso de justicia transicional el Estado reconoce las violaciones masivas y sistemáticas a los derechos humanos y establece todos los mecanismos posibles para su no repetición, comprometiendo verdad, justicia y reparación.
Permanecimos como chilenos durante años sumergidos en la inercia, sin la vitalidad suficiente para movilizarnos cuando algo nos parecía incómodo, esa juventud sin miedo, más libre, posiblemente nos devolvió la esperanza de poder manifestarnos. La manifestación es un derecho, un ejercicio de democracia, el Estado debe garantizar y proteger todos nuestros derechos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, manifestarnos es uno más, con nuestras diferencias y desacuerdos.
Una parte importante de nuestra ciudadanía se movilizó y volcó a las calles, manifestando su descontento de las más diversas formas, no nos corresponde a nosotros realizar un juicio valórico al respecto y mucho menos político.
Rechazamos la violencia estatal en todas sus formas, tenemos claro que el deber del Estado, de sus instituciones armadas y de orden, es de protegernos, de contenernos y detenernos si es necesario, pero en ningún caso utilizar la violencia para infundir el miedo y mucho menos como castigo.
Fuimos testigos presenciales de la utilización desmedida de la fuerza, de personas agredidas y torturadas por funcionarios públicos, denunciamos la mutilación de los ojos de nuestros jóvenes, la persecución a los voluntarios de las brigadas de salud y tratamos de aunar esfuerzos para educar en la importancia del respecto a los derechos humanos. Hoy la realidad nos preocupa, Amnistía Internacional es clara en sus informes y recomendaciones, no han existido cambios institucionales que garanticen la no repetición, tampoco se ha abordado de forma integral la reparación a las víctimas y menos aún instancias de juicio y castigo a los culpables.
No aceptamos este Chile en donde se normaliza y relativiza la violencia, se debe condenar y sancionar de forma enérgica todas las violaciones a los derechos humanos. La urgencia nos demuestra que el camino es largo, pero necesario, nosotros no somos los protagonistas, sólo un actor más entre de tantos, que asumimos la tarea de abrir instancias de diálogo crítico y reflexivo, de confrontarnos en nuestro quehacer diario como médicos y tratar de romper con la deshumanización y el desconocimiento de nuestros derechos.
Desde nuestra vereda nos sumamos a los esfuerzos por cambiar nuestra realidad local y no dejaremos de soñar nunca con un país donde se respeten los derechos humanos.