[resumen.cl] Este śabado a las 20:00 horas, a través de nuestras cuentas en Instagram y Facebook, se transmitirán siete registros testimoniales relacionados con formas de ejercer soberanía alimentaria y vitalizar la memoria biocultural en el país y otras naciones de América Latina. La realización y divulgación de estos materiales estuvo a cargo de la ONG CETSUR y se pueden encontrar en su sitio web.
Para conocer la mirada de CETSUR respecto al contenido de estas breves cápsulas, Paula Fuentealba, antropóloga y parte del equipo de trabajo de la Organización en la región del Biobío, ha contestado a nuestras interrogantes.
– En los videos de la selección se busca relevar la importancia del patrimonio agroalimentario de nuestra comunidad y otros pueblos también. Sería bastante aleccionador que pudieras explicar qué elementos lo constituyen y por qué es necesario cuidarlo o recuperarlo, en muchos casos.
Los patrimonios alimentarios de los territorios se conforman por un tejido de múltiples elementos y entornos ecológico-culturales. Esta mirada considera el alimento como un referente que en ningún caso puede aislarse del lugar donde se produce y todo el trabajo que eso conlleva; implica el seguimiento minucioso de ciclos productivos y reproductivos, de crianza y recolección, así como también una amalgama de procesos que se llevan a cabo en las cocinas. Y esto implica reconocer y dignificar este trabajo de campesinas y campesinos, huerteros/as, guardianes de semillas y saberes que han dialogado con la naturaleza y los ecosistemas por generaciones, domesticando plantas y semillas, experimentando con sabores de mar y tierra, probando recetas una y otra vez. Ese ejercicio creativo virtuoso es el que hoy en día nos cuenta una historia viva de quienes somos y dónde estamos situados, y en ello han sido en especial las mujeres las que han puesto a circular los saberes, traspasándolos generacionalmente y reproduciendo la vida en sus territorios, en diálogo con el mar, los bosques, las huertas y todas las riquezas que allí se gestan.
La revaloración de los patrimonios es básicamente una labor política: la alimentación es la base de nuestra existencia y tenemos que hacernos cargo. Esto lo despoja de esa folclorización de lo patrimonial, asociándolo a una idea romántica de que es bonito recordar cómo se vivía y comía antaño, como si fuese algo anacrónico y fuera de las lógicas modernas. Son esas lógicas modernas las que se han adentrado en nuestra alimentación y territorios, dejando que industrias alimentarias elijan qué comemos, dando paso a grandes consorcios que despojan a comunidades rurales e indígenas de condiciones básicas para la existencia. Hay que reconectarnos con los saberes vinculados a lo alimentario porque nos reconectan con la naturaleza, fuera de las lógicas mercantiles y extractivistas que ya hemos visto que tienen en jaque al planeta, poniendo al límite la capacidad regenerativa de los ecosistemas.
– Cómo creen que se pueden interpretar estos materiales en estos momentos, bajo el contexto sanitario que está determinando la vida de la población humana en general.
Los distintos procesos que se pueden ver en estos y otros materiales que hemos puesto a disposición, provenientes de procesos de investigación y vinculación con comunidades locales del sur del mundo. Son registros que buscan remover las memorias emotivas, invitando a acercarnos a estos múltiples saberes tradicionales desde el relato de sus protagonistas: cultores, maestras, guardianes y curadoras de semillas. Son sus saberes-haceres los que han permitido el sustento de la vida por generaciones, y en sus experiencias hay claves éticas y valóricas que podemos ir aprendiendo para así encaminarnos a un Buen Vivir en el escenario actual, más respetuoso y en diálogo con la naturaleza.