[resumen.cl] La participación electoral en Francia, para esta segunda vuelta, fue de un histórico 65%, cuestión que refiere el alto grado de importancia que el electorado galo le otorgó a estos comicios.
La situación se ha mostrado muy compleja por las declaraciones anteriores a esta semana de campaña final, ello debido a la actitud dubitativa de los partidos centristas para configurar el llamado "cordón sanitario". Con este concepto se entiende la estrategia electoral que desde hace décadas hace que los partidos de centro e izquierda impiden que la ultraderecha llegue al gobierno y la han dejado en un porcentaje menor del electorado.
Tanto Macron como otro partido (Horizontes) han tenido posturas tibias para impedir la elección de neofascistas, diciendo que verían "caso a caso" en los distritos por quien votarían o que no les gusta ni la ultraderecha ni el frente popular, jugando a un peligroso empate que siempre favorece a los sectores más conservadores.
Finalmente, los resultados a boca de urna (preliminares) resultaron ser un tapaboca para la extrema derecha, poniendo en su lugar la ansiada toma del poder que Le Pen reclamó tras su triunfo relativo en la primera vuelta. El Nuevo Frente Popular logró, al menos 181 diputados, erigiéndose como la primera fuerza en la Asamblea Nacional (Parlamento francés). El partido de Macron se quedó con el segundo puesto y 161 asientos, la ultraderecha de Le Pen y Bardella quedó tercera con 143 representantes. Ninguna fuerza pudo sumar los 289 para la mayoría absoluta.
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Este escenario obligará a reformular el gobierno, en esa línea el primer ministro Gabriel Attal presentará su renuncia este lunes, a la espera de ver qué decisión tomará el presidente Macron, es decir, con quienes llegará a acuerdo para darle estabilidad a su administración. De hecho, Mélenchon, el líder de la Francia insumisa ha dicho que esperaba que se deje gobernar a la izquierda, que es lo que corresponde según señala el resultado electoral.
Desde mañana comenzará la ronda de negociaciones para ver qué pasará con el gobierno en Francia, de momento se pierde el fantasma del neofascismo, pero esto solo es una coyuntura, la amenaza seguirá estando presente mientras no se entreguen políticas sociales populares que devuelvan el sentido común a la política, en Francia y en el mundo.
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