[resumen.cl] Frente a la polémica por la transmisión televisiva de la parada militar el 19 de septiembre, se hace necesario entender a qué se refieren con la pomposa frase "glorias del ejército", desde la perspectiva popular, poco de glorioso hay en esta institución y si bien podemos afirmarnos en decenas de argumentos, hoy nos centraremos en la joya de aquellas glorias: la Guerra del Pacífico.
Es conocido el gran aprecio que el Ejército de Chile tiene por la Guerra del Pacífico, gracias a ese triunfo este cuerpo del Estado se ha erguido como pilar fundamental de la dominación y el control sobre el pueblo. La historiografía oficial ha escudriñado en los detalles de las «glorias del ejército» en el norte y sus incursiones en Perú y Bolivia, los monumentos se suman por todo el país, ejército, Estado y nación quedan identificadas en una tríada que será nefasta para cualquier intento de justicia para las mayorías hasta bien entrado el siglo XX.
Para muchos sectores del pueblo, mineros y campesinos fundamentalmente, entrar a las filas fue una manera de salir de sus tristes condiciones de vida, -marcadas por la violencia patronal- y entrar a ser considerado como un ciudadano, un patriota, un chileno de verdad. Eso y la aventura romántica de la guerra, propia del siglo XIX, empujó a miles de jóvenes a un triste destino decidido por militares y políticos, como siempre, el principio era auspicioso:
Al momento de partir, cada soldado era provisto de un rifle completo, mochila y morral, tela de colchón, una frazada, dos trajes completos de paño, quepis lacre con visera y ribetes negros, una chaqueta hasta la cintura de color azul negro, un pantalón pardo un color semejante, dos pares de botas y dos camisas (Rosales, 1984:108).
Pero la violencia del conflicto cobró su cuenta, estas masas de soldados y camareras (mujeres sirvientes) fueron ahogados en sangre, la carne de cañón de la alianza entre capitalistas ingleses y los políticos conservadores y liberales que dominan el ejército y el Estado, mujeres, niños y hombres del pueblo que actuaron en la guerra se vuelven prescindibles tras el triunfo. El término roto viene de esta época, de ser ensalzados como los constructores del poder de Chile, luego sus andrajos los distinguieron para hacerlos a un lado, como a los perros con tiña.
Ya retornados a Chile, estas masas no encuentran ni el reconocimiento esperado ni ayudas para insertarse en la vida civil, la delincuencia fue la gran salvación y así es como la criminalidad se dispara tras la guerra, muchos ex soldados se suman a las bandas rurales (Donoso y Couyoumdjian). En ello vemos una forma de sobrevivencia que vino a reemplazar el olvido del estado a los servicios prestados.
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Efectivamente, todo empeoró una vez los soldados vuelven a Chile, donde esperan recibir el premio al esfuerzo hecho por la patria, como se señala en la época:
Cuando el grueso de las fuerzas expedicionarias arribó a Valparaíso en las primeras horas de la mañana, debieron mantenerse formados en las calles del puerto durante horas, sin agua ni pan, resistiendo sólo con el café con galleta del desayuno. A las dos de la tarde aun estaban formados en su lugar de descanso y no se les permitía comprar ni un pan ni recibir nada de los concurrentes (Urquieta, 1907: 326-327).
Las masas de soldados y población general en las ciudades y pueblo de Chile presenciaban atónitas la sordera de las autoridades del Estado y el Ejército, poco a poco el desencanto se apodera de ellos y la ilusión de tiempos mejores se esfuma una vez más, sólo queda el pillaje o volver a los campos y pirquenes, o quedarse en la ciudad malviviendo en algún cité a la espera de las ayudas prometidas.
Poco se puede hacer, mujeres solas, niños abandonados y hombres enfermos y mutilados no tienen fuerzas para una batalla aun más cruenta: la lucha por la dignidad en contra de un enemigo más poderoso que las tropas peruanas o bolivianas, el Estado capitalista y su brazo armado: el "glorioso" ejército de Chile.
Si bien la legislación post guerra estableció resguardos para huérfanos y viudas, así como atención médica a los heridos y mutilados, esto queda en el papel y miles de personas son abandonadas a su suerte, mientras las arcas de los capitalistas chilenos y extranjeros comienzan a llenarse con las riquezas del guano y el salitre. Lo expone un ex soldado hacia 1900, citado por Donoso y Couyoumdjian:
Cuando vemos por nuestros campos, por nuestras ciudades, i aun en tierra estranjera, a tanto soldado, a tantas clases i a tantos oficiales vivir en la miseria, arrastrar el carro de la indijencia, sacudir el polvo de las necesidades, carecer de trabajo i tener que dar alimento al estómago, uno se siente avergonzado i humillado (2006:267).
Así es, nada de glorias, humillación hacia los mismos rotos que construyeron el relato más preciado del ejército de Chile, aumentando su larga deuda con el pueblo.
Bibliografía