Andrés Fonseca López
El pasado fin de semana Chile enfrentó un proceso de deliberación democrática inédito en el que, además de alcaldes, concejales y gobernadores, la ciudadanía eligió a quienes serán las y los representantes de la voluntad popular en la próxima Convención Constituyente.
Los resultados del proceso electoral dejaron como claros derrotados a las colectividades tradicionales de la derecha y la centroizquierda que, en tanto representantes del denominado "partido del orden", fueron, en gran medida, desechados por una ciudadanía que espera una representación genuina que genere cambios sustanciales al marco constitucional actual en la redacción de Carta Magna para Chile.
Las reacciones a este hecho no se hicieron esperar. La derecha y la centroizquierda reconocieron abiertamente su fracaso en estas elecciones y, reflexivos, en su mayoría asumieron públicamente lo que consideran su error básico, y que en realidad es su característica principal: la enorme desconexión que sostienen con la ciudadanía y sus intereses.
Por otro lado, el empresariado nacional, al menos en sus declaraciones, también fue cauteloso. Juan Sutil, presidente de la patronal Confederación de Producción y Comercio (CPC), acostumbrado a emitir polémicas declaraciones, esta vez afirmó ayer al sumplemento Pulso de La Tercera que, aunque está consciente de que la nueva Constitución traerá cambios importantes, no considera que "esté en peligro el modelo de desarrollo"
Bernardo Larraín Matte, dirigente de la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA), en declaraciones al mismo medio, invitó a los empresarios a sostener un rol activo en el debate público en el proceso de redacción de la nueva Constitución, antes que cultivar una "postura de observadores catastrofistas"
Distinto fue el caso de Juan Pablo Swett, presidente de la Multigremial de Emprendedores que, después del significativo triunfo electoral de sectores independientes y progresistas, publicó un sugerente "Chile Vámonos" en su cuenta de Twitter. Juego de palabras en el que se concentra el nombre de la derrotada coalición de derecha "Chile Vamos" con la tentación -varias veces expresada por el empresariado nacional- de abandonar el país cuando las decisiones democráticas no les parecen favorables a sus intereses de económicos.
Pero las reacciones más dramáticas vinieron desde el mundo de la especulación financiera. Acostumbrados a responder a las expectativas antes que, a los hechos concretos, al día siguiente a las elecciones, la Bolsa de Santiago (IPSA) cayó un 10%, informó Diario Financiero. El dólar subió $15 –su mayor alza en un año. Y, como si fuera poco, aumentó nuestro "riesgo país" en el Credit Default Swap -indicador internacional que mide el riesgo de impagos, indicó ayer Pulso
Desde Estados Unidos también se sumaron cuotas de temor. La compañía de asesorías y medios financieros Bloomberg, por ejemplo, levantó una alarma sobre una posible nueva constitución que, al ir en favor de los derechos de las comunidades y el cuidado de los territorios, termine perjudicando a las empresas mineras que -en su mayoría extranjeras, con enorme rentabilidad y tributando royalties mínimos al Estado– operan en Chile.
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Desde Wall Street, las agencias JP Morgan y Goldman Sachs también se refirieron con suma preocupación a los resultados de la elección del pasado fin de semana. Según Diario Financiero, los primeros advirtieron que "la composición de la convención es peor de lo que esperaba el mercado" y anuncian un aumento en "las posibilidades de ver cambios poco ortodoxos en el marco económico", ya que la mayoría de los vencedores de la elección constituyente pertenecen, a su juicio, a sectores de "izquierdas poco ortodoxas"
Goldman Sachs, uno de los grupos de inversiones responsable de la crisis económica mundial de 2008, en tanto, teme que la nueva constitución, "valide un Estado más grande e intervencionista"; cosa que no declararon cuando el gobierno estadounidense los salvó de la bancarrota en la mencionada crisis.
Pero si se trata de intervencionismos, paradójicamente, este solo comentario, así como el de JP Morgan, Bloomberg y otros, por su amplio grado de influencia, generan altos niveles de incertidumbre e impactos catastróficos en los mercados de valores. Peor aún, incluso tensan el clima político interno previo a la redacción de la nueva Constitución. Proceso que, recordemos, desde su aprobación en el plebiscito de octubre de 2020 y la reciente elección de representantes constituyentes tiene un carácter democrático. Al parecer, estos agentes de Wall Street pasan por alto ese detalle.
Imagen Principal: Bolsa de valores de Wall Street en Nueva York durante la pandemia COVID-19. Foto: Spencer Platt / Getty Images. Extraída de: https://forbescentroamerica.com