Ximena Ramírez| Vivir en escena: comunicar, insistir, persistir

Intenté escribir sobre Ximena hace una semana, sin embargo, el legado de su afecto hacia el teatro, hacia la vida y hacia todo aquel o aquella que se le acercaba me hizo desistir. No por temor a un reproche, sino por miedo a que me temblaran las palabras y me brotaran letras imperfectas de mis ojos llorosos que hoy la despiden con temor a la despedida. Es probable que mi texto ahora tampoco sea merecedor de tan importante legado, pero es tiempo de escribir y homenajear a quien le debo la dirección de mi carrera como teatrista, inspirándome y aconsejándome cada vez que nos encontrábamos.

Nora Fuentealba Rivas 

Julieta Sonia Ximena Ramírez Grandi, actriz, formadora, gestora y directora teatral; protagonista de cualquier historia que se quiera contar sobre el teatro en Concepción. Falleció el 30 de junio de 2025 y toda la escena penquista lamentó su ida, no sólo por su labor teatral, sino por sus gestos que como dulce y sabia formadora tuvo con gran parte de las y los teatristas que hoy continúan en la región.

Ximena, doña Ximena o mami Ximena, nació en Victoria, sin embargo, ya en secundaria aterrizó en tierras penquistas, lugar del que se movió sólo cuando el teatro la invitó a partir a otro territorio. Ingresó en 1957 a la Escuela de Redactores de la Universidad de Concepción, carrera que hoy conocemos como periodismo. En ese instante su sueño era ser crítica del arte, lo que llevó a la futura actriz a acercarse al teatro. Tal como Ximena le relató a su amiga Graciela Fuentes, su amor por las tablas nació tras ver Mama Rosa de Fernando Debesa montada por el Teatro Experimental de la Universidad de Chile (1957): "¡Me maravilló! Fue descubrir algo que no conocía, me emocioné. Me pareció maravilloso ver la gente con esa naturalidad que actuaban". Tras esta experiencia decidió integrarse a la Escuela de Teatro de la Universidad de Concepción de donde egresó en 1959. Luego decidió viajar a Uruguay para conocer la realidad del teatro del país y estudiar con Atahualpa del Cioppo, uno de los directores latinoamericanos más destacados del siglo XX. Más tarde, en 1961 se incorporó a la Televisión de la Universidad Católica de Valparaíso para trabajar en teleteatros, siendo partícipe a la vez del grupo de teatro del Instituto Chileno Norteamericano.

1964. V Festival de Teatro Idependiente Aficionado. Viña del Mar. Berta Quiero, Pedro de la Barra, Ximena Ramírez. Fotografía de Proyecto Protagónicas

Pasado un tiempo Ximena decidió volver a Concepción donde fundó en 1960 junto a otras y otros teatristas el TEDEC (Teatro Experimental de Concepción) o Teatro Independiente Caracol, agrupación que entre 1969 y 1974 se mantuvo en receso, reapareciendo gracias el ímpetu de Ximena y compañía con el objetivo de insistir y persistir a través del teatro en tiempos de oscuridad.

En 1963 contrajo matrimonio con su compañero de tablas y de vida, Gustavo Sáez, con quien tuvo dos hijos y una hija. Juntos se convirtieron en una verdadera compañía teatral, generando instancias y obras que permitieron que el teatro no cesara en Concepción pese a los duros años que significó la dictadura cívico-militar.

En 1978 junto a Gustavo Sáez y Julio Muñoz fundó el actual Teatro Independiente el Rostro, estrenando la obra Amor a la Africana escrita por su amiga y comadre Isidora Aguirre, La Nené. Respecto al estreno de la comedia, Ximena contó a Fuentes: "Decíamos: tenemos que recuperar al público […] habían cerrado todos los teatros en Concepción, entonces la gente tenía miedo de ir al teatro. No iba al teatro si algo pudiera tener un contenido político, cualquiera que fuera. Entonces nosotros estábamos muy conscientes de eso y nuestra primera meta fue ganarnos al público, ganar el espacio nuevamente del teatro". Una vez realizada esa labor, y tras desarrollar obras con un fuerte contenido social como las escritas por Juan Radrigán, Ximena instó a la Nené a escribir sobre lo acontecido durante la Masacre de Laja y San Rosendo, de esta forma, en 1986 se estrenó una de las obras más valientes y directas que se existen de denuncia contra la dictadura cívico-militar, Retablo de Yumbel. Su insistencia por hacer esta obra tras conocer los hechos mientras trabajaba como directora del Teatro de la Celulosa Laja, dan cuenta de su ímpetu y de la conciencia que tenía sobre la labor que ella creía que debía tener el teatro: "comunicar".

Mientras esto sucedía, junto a otras y otros compañeros funda el CEFA (Centro de Expresión y Formación Artísticas), formar a nuevas y nuevos agentes culturales fue una de sus labores más hermosas y más comprometida. Sabía que si eso no sucedía el teatro en Concepción perdería continuidad, mismo motivo que la llevó a preocuparse por el teatro de infancias, pues en esas y esos jóvenes descansaban las y los futuros espectadores que hoy encontramos en las butacas. Durante esa época también dirigió el teatro Minas del Carbón y el grupo de teatro Artistas del Acero.

Ya en los noventa se incorporó como maestra y directora al teatro de la Universidad del Biobío, compañía con la que fue a numerosos festivales. Destacando entre las obras su dirección de Lautaro (1993), pieza escrita por Isidora Aguirre.

Años después Ximena volvería a pedir un favor a la Nené, escribir sobre los mineros de Lota. Fue así como nació la última obra de la dramaturga Subiendo... ¡último hombre!.
En 2007 estrenó como directora Cita a Ciegas de Mario Diament, dirigiendo nuevamente a su amiga Berta Quiero. Finalmente se desarrolló como formadora en la Universidad San Sebastián y una vez terminada su labor en esta institución continuó con su compañía Teatro Independiente el Rostro, la cual nunca ha cesado su labor.

Ximena Ramírez ilustrada por Rebeca Peña para Proyecto Protagónicas

"Soy enemiga de forzar las emociones. Tienen que brotar y tienes que encontrar que el actor aprovecha al máximo su potencial como creador", dijo en una oportunidad Ximena a Fuentes. Hoy doña Ximena, donde quiera que esté, no nos fuerza a sentir y continúa sacando el máximo de nuestro potencial, a través de todos los recuerdos que hoy nos acompañan y marcan nuestro cuerpo. Todos aquellos de los cuales usted formó parte y que construyen memorias individuales e historia colectiva. Porque su legado fue político, no sólo por su persistencia a la hora de dar cuenta críticamente sobre los temas que aquejan a la región, sino porque todas aquellas labores que desarrolló en su momento lo hizo afectuosamente, afectando al público, pero también a quienes formó y conoció.

Con estas palabras, me despido doña Ximena. Espero que en este momento esté junto a don Gustavo, su amiga Nené y otros teatristas, realizando el verdadero teatro del mundo, aquél que se puede realizar cuando ya se está más allá del umbral, observando la tragedia y comedia que es vivir, porque tal como nos enseñó el teatro no se trata sólo de repetir, sino de aprender y comunicar, aprender de la vida para comunicar la vida.

Gracias, gracias por todo.

Gracias por todas las palabras alguna vez dichas, por todo lo que me dio a conocer, por su generosidad y por hacerme sentir parte de algo, algo que en esos momentos no tenía claro y que hoy se convierten en palabras para el teatro de la región.

Todas las fotografías fueron compartidas por el Proyecto Protagónicas

 

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