¿Una nueva constitución en contra de las municipalidades de Chile?

La aprobación de distintas normas constitucionales en los últimos días de parte del Consejo Constitucional en Chile, nos sigue mostrando un escenario distópico impulsado por el Partido Republicano, el cual está llevando el proceso a niveles extremos de fanatismo ideológico de carácter economicista y estadofóbico, sin importarle en lo más mínimo una mirada que busque grandes acuerdos que democraticen nuestras instituciones públicas.

Por Andrés Kogan Valderrama

Una de esas enmiendas distópicas aprobadas recientemente, es la que elimina el pago de contribuciones a primera vivienda, lo que no solo es un despropósito por no ser un tema que debiera estar en una constitución, sino que también es una norma que pone en riesgo el funcionamiento de las municipalidades más empobrecidas, ya que buena parte de su financiamiento depende de aquello, a través del llamado Fondo Común Municipal, que redistribuye los recursos.

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De ahí que sea inconcebible para quienes hemos trabajado en municipalidades y para cualquier vecino en verdad, que una carta magna busque explícitamente constitucionalizar la desigualdad territorial, con el débil argumento de que esto beneficiaría supuestamente a la clase media, cuando justamente lo que hará será beneficiar solamente a algunas personas con ciertos ingresos, en desmedro de la gran mayoría, profundizando así las diferencias entre las comunas brutalmente.

Es lo señalado por la alcaldesa de la comuna de Peñalolén, Carolina Leitao, quien tildó de populista y catastrófica la norma aprobada por el Consejo Constitucional, ya que generaría una crisis en muchos municipios de tal magnitud, que los dejaría en completo abandono para poder entregar ciertos mínimos a las y los vecinos, en salud, educación, seguridad, infraestructura, basura, cultura, deporte, medioambiente.

En la misma línea de lo anterior, pero desde la derecha más liberal, el ex ministro de hacienda del gobierno de Sebastián Piñera, Ignacio Briones, plantea también lo torpe y poco eficiente que es quitar un impuesto así, ya que en la práctica es muy difícil de evadir y fácil de fiscalizar, lo que deja en evidencia que quienes han promovido esta enmienda, no les interesa en lo más mínimo el bienestar de la población en general.

Por lo mismo, apoyar algo así es vivir en el peor de los mundos posibles, a través de un darwinismo social y de un sálvese quien pueda insostenible socialmente, que recuerda los peores momentos de nuestra historia como país, la cual algunos quisieran revivir e instalar una sociedad de la negación y sin derechos básicos para la población.

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Dicho lo anterior, estamos siendo testigos de un proceso constitucional que perdió completamente el rumbo, al ser colonizado por un grupo de fanáticos que buscan dinamitar la esperanza que teníamos muchos de construir un país más justo y que buscara fortalecer lo público y los gobiernos locales, pero se está haciendo precisamente lo opuesto de manera irresponsable.

Esto a diferencia de la propuesta constitucional del 2022, que en el caso de las municipalidades específicamente, planteaba explícitamente en su artículo 212, que el Estado garantizará el financiamiento y los recursos para los gobiernos locales, haciéndose cargo de un problema estructural, que ahora en vez de corregir, se busca profundizar.

En consecuencia, así como van las cosas, no solo habrá que votar en contra de la nueva propuesta constitucional, sino estar muy alertas a una ultraderecha que está dispuesta a todo con tal de mantener su identidad y concretar su ideología nacional libertaria, la cual no va a ceder nada con tal de hacerse notar, como ha pasado en distintos países en el mundo.

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Esto considerando que vivimos en tiempos muy peligrosos, dentro de una crisis climática y de una amenaza nuclear latente, que junto a los efectos de la pandemia, ha posibilitado la emergencia de sectores extremos, lo que nos obliga a estar más unidos que nunca y de construir puentes con quienes piensan distinto a uno, para no solo frenar los fundamentalismos, sino mostrar un camino alternativo a lo que propone la distopía ultraderechista.

En definitiva, hay que asumir desde ya el fracaso de un proceso constituyente inédito en la historia de Chile, que por muchas razones no convenció a la gran mayoría, lo que no nos debe paralizar, ni mucho menos dejar de pensar en un mejor mundo del que tenemos, sino asumir con convicción y responsabilidad los nuevos escenarios, que aunque se ve vean muy difusos, hay que seguir intentándolo y buscar nuevos horizontes.

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