A 49 años del asesinato de Víctor Jara sigue vivo en su pueblo

Hoy 16 de septiembre se cumplen 49 años del asesinato del cantautor nacional Víctor Jara en el estadio que hoy lleva su nombre. El crimen cometido cinco días luego del golpe de Estado de 1973 remece hasta ahora a la sociedad chilena e internacional.

Por Alejandro Baeza

El 11 de septiembre de 1973, el Ejército de Chile no sólo traicionaba su juramento para ejecutar los planes de la CIA y derrocar al Gobierno para instaurar una máquina de muerte contra sus propios compatriotas., sino que además acabó con toda una generación de un periodo artístico lleno de efervescencia y parte de la identidad chilena, entre ellos, uno de sus símbolos más importantes: Víctor Jara.

Jara se encontraba en la Universidad Técnica del Estado sede Santiago (UTE), la actual USACh, cuando fue trasladado junto a docentes y estudiantes por una patrulla militar al entonces Estadio Chile, recinto que se transformó en el primer campo de concentración del país para prisioneros políticos. Ahí permaneció durante cuatro días donde, al igual que los detenidos, fue víctima de brutales sesiones de torturas, quizás con particular ensañamiento por su condición de figura pública e indisociable de la causa de los trabajadores.

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«¿Me escucha la cloaca marxista? ¿Me oyen los comemierda? ¡Ahora se acabaron los discursos, chuchas de su madre! Ahora van a tener que trabajar. Los que se nieguen a trabajar, los fusilaremos. ¿Me escuchan los vendepatria?» ladraba desde los pasillos del estadio el teniente Edwin Dimter, autodenominado como «el príncipe», responsable de la muerte de Jara.

Finalmente, el 16 de septiembre, fue acribillado. Su cuerpo fue encontrado tres días más tarde, el 19, por vecinos de la Población Santa Olga con 44 impactos de bala. Gracias a la gestión del funcionario del SML, Héctor Herrera, fue posible rescatar su cuerpo y avisar a su viuda para que lo reclamara evitando así que se transformara, como tantos otros, en otro detenido desaparecido.

Un día antes de su asesinato, y pesar de las más horribles condiciones para la creación artística, logra escribir un poema en una servilleta, lo que sería su última creación. «Somos cinco mil» es el nombre del poema corrió de prisionero en prisionero por el Estadio hasta que fue descubierto por los militares en el calcetín de uno de los presos, al que interrogaron y torturaron para descubrir quién más lo tenía. Finalmente un detenido pudo sacarlo fuera. A pesar de que los soldados intentaron borrarlo, cuando empezó a correr se convirtió, también fuera del país, en una canción de denuncia de las barbaridades que se habían cometido, y fue interpretado por artistas internacionales como Joan Báez o Pete Seeger.

Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.
¿Y Méjico, Cuba, y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.
Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento…

En 2006, la Comisión Funa realizó una acción contra Edwin Dimter, responsable directo del crimen del cantautor, en su lugar de trabajo en la Superintendencia de AFPs (otro legado dictatorial), que fue grabado para el documental «La funa de Víctor Jara»

 

Víctor Jara viviendo en su pueblo

A pesar que el intento de la dictadura fue acabar con su legado e influencia en su asesinato, la voz de Víctor Jara sigue presente en el corazón del pueblo chileno y del mundo. Homenajeado con su nombre en diversos centros culturales a través del país, cantado por artistas chilenos y latinoamericanos, así como otros músicos tales como Tom Morello, Roger Waters, James Dean Bradfield y muchos más.

Una de las expresiones más grandes del cariño de Chile hacia Jara ocurrió durante las protestas del Estallido Social que comenzó en octubre pasado, cuando espontáneamente «El derecho de vivir en paz» se transformó -junto a «El baile de los que sobran»- en el himno de las demandas sociales tan urgentemente reclamadas por la población. La canción se escuchó en cada rincón de Chile en una muestra de amor a su legado.

Jara es una estrella en el cielo, no solamente en sentido poético, en 1984 el astrónomo soviético Nikolái Stepánovich Chernyj, conmovido con la historia de su vida y despiadado asesinato, rebautizó un asteroide que había descubierto el 22 de septiembre de 1973 (una semana después de su muerte), con el nombre de Víctor Jara, por lo que mientras lees estas palabras, Víctor Jara sigue realizando un recorrido por la inmensidad del universo, así como por la memoria del pueblo chileno.

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