[resumen.cl] Hoy 16 de septiembre se cumplen 46 años del asesinato del cantautor nacional Víctor Jara en el estadio que hoy lleva su nombre. El crimen cometido cinco días luego del golpe de Estado de 1973 remece a la sociedad chilena -e internacional- hasta el presente.
El 11 de septiembre de 1973 el Ejército de Chile traicionaba su juramento y ejecutó los planes de la CIA para derrocar al gobierno e instauró una máquina de muerte contra sus propios compatriotas. Las víctimas comenzaron aquel mismo día, entre ellos, un símbolo de la Nueva Canción Chilena y de la cultura popular: Víctor Jara.
Jara se encontraba en la entonces Universidad Técnica del Estado sede Santiago (UTE), hoy USACh, cuando fue trasladado junto a docentes y estudiantes por una patrulla militar al entonces Estadio Chile, recinto que hoy lleva su nombre.
El estadio se transformó en el primer campo de concentración del país para prisioneros políticos. Ahí permaneció durante cuatro días donde, al igual que los restantes detenidos, fue víctima de brutales sesiones de torturas, quizás con particular ensañamiento por su condición de figura pública e indisociable de la causa de los trabajadores.
"¿Me escucha la cloaca marxista? ¿Me oyen los comemierda? ¡Ahora se acabaron los discursos, chuchas de su madre! Ahora van a tener que trabajar. Los que se nieguen a trabajar, los fusilaremos. ¿Me escuchan los vendepatria?" ladraba desde los pasillos del estadio el teniente Edwin Dimter, autodenominado como «el príncipe».
Finalmente, el 16 de septiembre, fue acribillado. Su cuerpo fue encontrado tres días más tarde, el 19, por vecinos de la Población Santa Olga con 44 impactos de bala en su cuerpo. Gracias a la gestión del funcionario del SML Héctor Herrera, fue posible rescatar su cuerpo y avisar a su viuda para que lo reclamara evitando así que se transformara, como tantos, en un detenido desaparecido.
En medio del presidio logró escribir el 15 de septiembre, antes de morir, un poema en una servilleta, lo que sería su última creación. «Somos cinco mil» es el nombre del poema corrió de prisionero en prisionero por el Estadio hasta que fue descubierto por los militares en el calcetín de uno de los presos, al que interrogaron y torturaron para descubrir quién más lo tenía. Finalmente un detenido pudo sacarlo fuera. A pesar de que los golpistas intentaron borrarlo, cuando empezó a correr se convirtió, también fuera del país, una canción de denuncia de las barbaridades que se habían cometido, y fue interpretado por artistas internacionales como Joan Báez o Pete Seeger.
Somos cinco mil aquí.
En esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil.
¿Cuántos somos en total
en las ciudades y en todo el país?
Somos aquí diez mil manos
que siembran y hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidad
con hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.
Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores,
uno saltando al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.
¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo.
¿Es éste el mundo que creaste, Dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?
En estas cuatro murallas sólo existe un número que no progresa.
Que lentamente querrá la muerte.
Pero de pronto me golpea la consciencia
y veo esta marea sin latido
y veo el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona lleno de dulzura.
¿Y Méjico, Cuba, y el mundo?
¡Qué griten esta ignominia!
Somos diez mil manos que no producen.
¿Cuántos somos en toda la patria?
La sangre del Compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas.
Así golpeará nuestro puño nuevamente.
Canto, que mal me sales
cuando tengo que cantar espanto.
Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto.
De verme entre tantos y tantos momentos del infinito
en que el silencio y el grito son las metas de este canto.
Lo que nunca vi, lo que he sentido y lo que siento
hará brotar el momento…
El crimen, como tantos, quedó en la más absoluta impunidad durante toda la dictadura y buena parte del post-pinochetismo. El año 2006, la comisión funa realizó una acción a Edwin Dimter, responsable directo del crimen del cantautor, en su lugar de trabajo en la Superintendencia de AFPs (otro legado dictatorial), que fue grabado para el documental «La funa de Víctor Jara»:
La justicia que tarda
En un juicio civil, entablado el año 2013 por la familia del cantautor, el ex teniente del ejército chileno Pedro Barrientos Núñez, radicado en Estados Unidos desde 1991 donde adquirió una inusualmente rápida ciudadanía, fue encontrado culpable del delito de tortura y asesinato extrajudicial de Víctor Jara. Barrientos, que se fue de Chile para evitar la justicia finalizada la dictadura, realizó en este país diversas acciones tendientes a eludir la acción de la justicia chilena.
Sin embargo, no pudo evitar ser demandado en Estados Unidos. El jurado de un tribunal federal de Orlando, Estado de Florida, lo encontró culpable de una demanda había sido interpuesta por Joan Jara, la viuda del artista, y sus dos hijas, Manuela y Amanda.
Barrientos se encuentra en un proceso de extradición solicitada por la Corte Suprema de Chile para que pueda ser condenado por este crimen y brindar así finalmente justicia.
Por su parte, el 4 de julio del 2018, el ministro en visita para causas por violaciones a los Derechos Humanos de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vázquez Plaza, condenó a nueve ex oficiales del Ejército por su responsabilidad en los delitos de homicidio de Víctor Jara. Los condenados fueron el teniente coronel de ejército Hugo Hernán Sánchez Marmonti, al ex brigadier de ejército Raúl Aníbal Jofré González, al ex teniente Edwin Armando Roger Dimter Bianchi, al ex coronel Nelson Edgardo Haase Mazzei, al ex teniente coronel Ernesto Luis Bethke Wulf, al ex teniente coronel Juan Renán Jara Quintana, al ex brigadier de ejército Hernán Carlos Chacón Soto y al ex coronel Patricio Manuel Vásquez Donoso, todos a penas de 15 años y un día.
En tanto, el ex coronel de justicia militar, abogado, que fungía de fiscal durante la dictadura, Rolando Camilo Humberto Melo Silva deberá purgar 5 años y un día de presidio, como encubridor de los homicidios, y 61 días como encubridor de los secuestros.
El asesinato de Víctor Jara es un crimen que traspasa las fronteras de Chile, pues su legado es reivindicado no solamente por artistas nacionales, sino latinoamericanos, españoles o anglosajones como Pete Seeger, Joan Báez, Tom Morello o Roger Waters. La historia de su muerte fue motivo para realizar un documental de la cadena de streaming Netflix titulada «Masacre en el Estadio» que reavivó la polémica de Barrientos y su traslado a Chile para que pueda pagar por sus crímenes.