EDITORIAL| Convivir con las lluvias en Chile sin un Estado que prevenga

Sigue lloviendo, y va a seguir lloviendo. Esto que es una obviedad -o debiera serlo- se ha convertido en noticia hasta el paroxismo, cadena nacional de matinales y último minuto permanente en la televisión, radios y prensa en general. La fase saliente del Evento El Niño Oscilación del Sur (previamente conocido como Fenómeno del Niño), una característica propia del clima en el sur del pacífico americano nos recordó dónde estamos y la geografía que nos toca.

Más allá de las terribles emergencias asociadas, una de las cuestiones que aparecen con fuerza es la pésima gestión del agua existente en nuestra institucionalidad, problema ya anunciado por movimientos ambientalistas y sociales debido a la sequía que afecta a amplias zonas del país; ahora bien, el debate vuelve a emerger, pero por la razón contraria: qué hacer con el agua "sobrante" que se mete en las casas, edificios y obras públicas construidas desde la desfachatez economicista y la cero inteligencia social.

El agua, un elemento extraordinario y amenazado por igual, necesita ser tratado obedeciendo a sus ciclos y a su historia, porque cómo ya sabemos -tanto por los saberes de los antiguos, como por la investigación científica-, el comportamiento hídrico tiene dinámicas que le son propias y que pueden tratarse desde el respeto a sus cursos naturales, decimos puede, pero en realidad debemos hacerlo por el bien de nuestras vidas y de nuestra salud.

Es así como, con toda la tecnología y las herramientas jurídicas que se poseen hoy en día, todo desastre es evitable, cuando no mitigable, entonces ¿Por qué no sucede y con cada nuevo frente se vuelve a lamentar pérdidas de todo tipo? La respuesta simplemente es política y económica, ni siquiera valdría la pena ahondar, pero para que no se deje de escuchar: prevalece el beneficio económico y la necesidad por contar con viviendas y servicios a un costo relativamente conveniente, a un endeudamiento accesible, mejor dicho.

Con un Estado entregado a la lógica de mercado, este solo llega a tratar de resolver emergencias una vez el daño se provocó y, como es de esperar, en general esto afecta a los sectores más precarizados. Pero ya es obvio, no se puede construir en cualquier parte y, de cualquier forma, sean viviendas sociales o no, eso ya pasó en los noventa y nadie nunca busca volver a tiempos ya superados. Para vivir mejor, necesitamos entes públicos más fuertes, municipalidades incorruptibles y servicios con mayor fuerza jurídica y técnica, por ejemplo; se dice fácil, pero tal vez es nuestro mayor desafío para poder vivir mejor.

El agua llega y seguirá llegando, nos corresponde -a través de nuestra organización social y política- convivir con ella.

 

RESUMEN

Fotografía principal: Ministerio del Interior, Chile

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