EDITORIAL| Temporales: Cuando se necesita al Estado

Los estragos causados por los últimos temporales no tienen mayor origen en la meteorología; según explican científicos en los medios de comunicación, el cambio entre los fenómenos del niño y la niña conlleva este tipo de vientos y precipitaciones, situación normal y que se ha registrado históricamente en el país. Sin embargo, los daños y afectaciones frente a la tormenta dejaron a miles de familias del centro y sur de Chile en una situación muy complicada.

Pero, además, la población de localidades como Curanilahue, motejada como "epicentro de la catástrofe" por los medios de comunicación, tienen claridad acerca del porqué, pese a los avances tecnológicos en construcción e infraestructura. Luego de los gravísimos daños en las viviendas y las obras públicas urbanas, entienden que el problema es político y tiene que ver con el poderío de las forestales, que ocupan todos los terrenos para el monocultivo, arrinconando en lugares inapropiados a la población, como los bordes de río.

Una situación similar ocurre a manos de la voraz industria inmobiliaria que, ocupando humedales, dunas y tierras bajas, van construyendo sin contar los riesgos. Así, inundaciones en Calera de Tango, Lo Martino o los famosos edificios de segundas viviendas en Viña del Mar dan muestra del ecocidio, tal como señalaron vecinos en el Gran Concepción, donde también se viven situaciones como estas.

Aparejado a todo ello, la discusión en torno a permisos municipales y posibles responsabilidades administrativas -en diferentes reparticiones públicas- parecen esconderse tras el drama de las familias anegadas, situación mostrada hasta la saciedad por la televisión. Hasta ahora no se conocen a las constructoras e inmobiliarias, tampoco se escucha la versión de las grandes empresas forestales, como si no tuvieran vela en el entierro, esos reportes y análisis no los vemos en ninguna parte.

Esta situación, esperable desde lo meteorológico, solo devela la impotencia del Estado actual y lo necesario que es para frenar la depredación empresarial, que no distingue ni evalúa mayores riesgos ante la generación de ganancia. Frente a ello reviste vital importancia reformar la legislación dedicada a estos eventos, así como mejorar las herramientas de planificación urbana; todo ello se hace perentorio.

Respecto a esto último se debe reformar, dotar de recursos a entes públicos y responsabilizar a las empresas en cuestiones vitales, por ejemplo, en el caso de las privadas -además de lo ya apuntado-, avanzar más rápidamente en el soterramiento del cableado, que evitaría los cortes de energía durante estos eventos; en la gestión pública mejorar el cuidado respetuoso de la flora urbana por parte de los municipios, para evitar daños en el espacio público y en las viviendas.

Mientras tanto, miles de familias ven sus esfuerzos desvanecidos, una primera y urgente cuestión es prestarle apoyo inmediato a los damnificados.

 

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