Leyenda "El Torito de Caliboro": Las consecuencias de la ambición por explotar la tierra

[resumen.cl] El torito de Caliboro cuenta la historia de un animal mitológico que vivía en el cerro Caliboro, junto al río Perquilauquén entre las provincias de Linares y Cauquenes. La leyenda dice que el torito era buscado por la ambición humana que pretendía capturar sus cuernos de oro. Para atraparlo fueron reduciendo y quemando grandes extensiones de bosque nativo. Pero el torito y algunos otros animales lograron escapar en una nube desde el cerro Caliboro hacia la Cordillera de Los Andes. Y podrían volver algún día, cuando retorne el bosque nativo a zona, ahora altamente degradada por muchos años de ciclos intensivos de monocultivos agrícolas y forestales.

La deforestación y los monocultivos (una sola especie) han destruido o dejado en un estado muy fragmentado a los bosques que caracterizaban anteriormente la región. Hoy, una significativa proporción de la zona centro-sur se encuentra asediada por monocultivos agrícolas o forestales asociados a una amplia gama de problemáticas socioambientales.

El río Perquilauquén y el cerro Caliboro alto

 

Gran parte del territorio utilizado hoy por distintos monocultivos soportó en el pasado extensas franjas de bosques en la zona centro-sur de Chile. Una significativa parte de estos comenzó a ser destruida especialmente para el cultivo de cereales europeos y posteriormente en el Siglo XIX con el ciclo del monocultivo de trigo.

Monocultivos agrícolas en torno al río Perquilauquén

Tras las guerras mundiales, la llamada «Gran Aceleración» del periodo Antropoceno disparó distintos parámetros y llevó a las sociedades humanas a transgredir los límites de la biosfera en diversas problemáticas ambientales.

La agricultura a gran escala en zonas planas y la industria de plantaciones forestales en los cerros, reemplazaron a la vegetación nativa original y ahora dominan el paisaje en la zona centro sur de Chile.

 

Durante las últimas tres décadas del Siglo XX, en el marco del fomento de la industria forestal y la agroindustria para el mercado exportador, se generaron drásticos cambios de suelo en toda la zona. Todas estas actividades subsidiadas por el Estado neoliberal como política de la dictadura de Pinochet y potenciadas por todos los gobiernos civiles posteriores. 

Un estudio de 2020 evaluó la magnitud de la alteración de nutrientes en una laguna de la cordillera de la costa en Chile central. El estudio constató que los cambios ocurridos en las últimas décadas son más significativos que los últimos 500 años. Este periodo coincide con la expansión acelerada de monocultivos forestales, mayor uso de agua con fines agroindustriales e incremento de fertilizantes. Este impacto es mucho mayor que el generado por cambios climáticos y actividades humanas previas.

En este periodo los métodos usados por la agroindustria vegetal y de producción de carne animal se volvieron una de las mayores actividades contaminantes a nivel mundial.

 

Los criaderos de cerdos de Coexca en el sector Arbolillo han generado impactos (malos olores, moscas, contaminación de cursos de agua) a varios kilómetros a la redonda. Alrededor de los planteles porcinos, las plantaciones forestales dominan el paisaje. Al fondo se observan los cerros Pillay y Caliboro.

 

El resultado de destinar la producción alimentaria industrial para el negocio y no para las necesidades humanas es un impacto potencialmente castatrófico en la biosfera, además de la generación de alimentos con muy bajo valor nutricional, que inciden en el desarrollo de una grave crisis de salud pública.

Cerca de Caliboro, los monocultivos dominan el cerro «La Cueva del León» que presenta escasa vegetación nativa y dramática pérdida de suelos.

 

Mientras tanto, en la Cordillera de la Costa de la región del Maule un estudio de 2006 determinó una pérdida de bosque nativo de un 67%, a una tasa de deforestación de 4,5% al año, como consecuencia principal de la sustitución del bosque nativo por plantaciones de monocultivos forestales entre 1975 y 2000.

El reemplazo de la cobertura original boscosa implicó pérdidas graves de suelo, pérdida de biodiversidad vegetalacuática. Las alteraciones en el balance hídrico debido al alto consumo de agua por parte de estas plantaciones, ha favorecido las condiciones para que estos territorios corran altísimo riesgo de incendios forestales de grandes magnitudes y muy difíciles de controlar.

Plantaciones forestales y espinos quemados tras el paso del megaincendio «Las Máquinas» en el verano de 2017.

 

Hoy, la memoria popular considera todos estos cambios ambientales históricos y mira con recelo las enormes superficies de terrenos que hoy están cubiertos por monocultivos. Precisamente en lugares donde las personas recuerdan día a día cómo se redujo drásticamente la biodiversidad y cambió el paisaje al reemplazar la vegetación nativa. Un negocio que ha incrementado la pobreza y la desigualdad social para las comunidades rurales.

En su recopilación «Geografía del mito y la leyenda chilena» del célebre autor Oreste Plath, basada en la versión del sacerdote franciscano y escritor de 'uble P. Honorio Aguilera Ch. (1889-1958), se incluye la leyenda «El Torito de Caliboro». Nuestra interpretación de este relato apunta a la destrucción del monte nativo y su reemplazo por la explotación intensiva, primero agrícola y luego forestal, destacando que con ello no solamente se redujo el bosque y los animales sino que la propia prosperidad del lugar comenzó a agotarse, conduciendo inevitablemente a la decadencia. A continuación reproducimos parte del relato de la leyenda.

 

El torito de Caliboro

En la cumbre del cerro Caliboro, más específicamente bajando un poco hacia el poniente, existe una hondonada que es lecho de una laguna donde vivía en tiempos muy remotos un animal extraño y maravilloso. Se le llamaba el torito de Caliboro.

Era un toro de color rosado profundo y brillante. Su porte era esbelto y majestuoso. Sus ojos eran enormes y expresivos. Sus astas o cuernos eran, precisamente, la maravilla y atracción de todo el mundo y su principal distintivo. Sus cuernos eran bien proporcionados, estaban torneados con maestría y relumbraban más que el sol: eran de oro puro y macizo. Cuando caminaba llevaba las astas siempre levantadas y enristradas majestuosamente.

Cuando el torito de Caliboro vivía allí, los cerros estaban cubiertos de árboles enormes y gruesos que formaban bosques impenetrables y donde reinaba soberano el noble animal. Las entradas, encrucijadas y salidas las conocía él únicamente. Quien otro entrara por aquellos bosques y cerros se perdía para siempre y no salía jamás. (…)

En un cerro que está al norponiente había una guarida de leones que solían atacar a los animales en forma sorpresiva. Al punto el valiente toro iba en socorro de sus manadas, bramando furioso. Ahuyentaba a los temibles leones con sus astas de fuego y con el fuego que expelían sus ojos relampagueantes. Todavía la gente señala el lugar donde vivían los leones y aún llaman el sitio con el nombre de Cueva de los Leones.

 

Cárcavas de erosión en el cerro La Cueva de los Leones, junto al Cerro Caliboro

 

Cuando el toro bramaba enojado se formaban nubes negras sobre los cerros. Y cuando esas nubes cubrían el cerro donde moraba el bello animal, llovía infalible y torrencialmente. Todavia parece perdurar esa ley y señal. Cuando el Caliboro se cubre de nubes oscuras y espesas, es signo cierto que se avecinan la tempestad y la lluvia.

 

Las plantaciones de pino dominan hoy el paisaje de Caliboro Alto.

 

Los habitantes de los contornos, con el deseo de atrapar al toro de astas de oro y de apoderarse de las enormes manadas de animales que lo seguían, fueron talando los montes y cortando los árboles. La empresa era dificil y larga. Pero acudieron a otro medio peor: al fuego. Cortaban los árboles y les prendían fuego. Asi fueron talando los cerros hasta que no quedó sino el de Caliboro.

Alli se refugiaron como en último asilo los rebaños de animales y el codiciado toro. Un dia principiaron a talar también ese cerro y a prenderle fuego. Creyeron que al fin lograrían atrapar al animal de astas de oro. De repente, empero, apareció una enorme y espesa nube que cubrió el cerro enteramente. De súbito alumbró el sol. Se vio entonces algo increíble. El toro subió rápido a la nube, seguido de numerosos animales. Llevada por el viento la nube se alejó ligera hacia la Cordillera andina.

La nube se llevó al toro legendario y a los animales que pudieron seguirle. Los otros se dispersaron en distintas direcciones, en diversos grupos. Pero muchos fueron atrapados y de ellos hizo la gente charqui en abundancia.

Asi fue como comenzó la industria del charqui en esa región. Era transportada esa carne seca y machacada, juntamente con otros productos, en pequeños barcos por las tranquilas aguas del Perquilauquén. En la orilla habia varias especies de puertos de embarque y bodegas donde se almacenaba el charqui y demás productos. Duró la industria hasta que se agotaron los animales y tambien el transporte por el río.

 

En algunas quebradas de la zona aún puede hallarse vegetación nativa, pero altamente fragmentada.

 

La gente cree que algún día ha de volver el torito de astas de oro. Dicen que eso sucederá cuando los cerros y valles se pueblen de nuevo de árboles y se formen otra vez bosques impenetrables.

Entonces retornará el toro de pelo rosado y de cuernos brillantes como el sol. Entonces también la región se volverá a poblar de vacunos en abundancia y retornarán la fertilidad y belleza de aquellos parajes que se cubren ahora de flores en espera del retorno anhelado. (…)

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