Para octubre de 2019, la clase trabajadora en Chile se ahogaba con un miserable salario mínimo de $300 mil. Las alzas que se vivieron, por ejemplo, en la tarifa del metro, fueron la chispa del Estallido Social, poniendo énfasis en que el costo de la vida era insostenible para la gran mayoría. Hoy, tres años después, las y los trabajadores continúan sumidos en la crisis económica, mientras que desde el Gobierno se les mantiene en total abandono, considerando que el sueldo no supera los $400.000, mientras que la línea de la pobreza y la Canasta Básica de Alimentos llegan a cifras sin precedentes y las AFP solo reportaron pérdidas para la ciudadanía. Entonces cabe preguntarse, si desde la administración de Boric entendieron algo de la Revuelta y su indiscutible conexión con las condiciones laborales.
Por Juan Contreras Jara
Las exigencias que le dieron vida al enorme Estallido Social chileno apuntaban, entre otros, al urgente fortalecimiento de la salud, la educación, el acceso a la vivienda, pero también, al insostenible costo de la vida versus los bajos salarios y la nula protección social brindada, a través de pensiones de miseria, por las AFP.
Pese a todo el caldo de cultivo que significaron las protestas durante el Estallido, lo cierto es que hoy en día, las y los trabajadores padecen peores condiciones materiales, si consideramos que su contexto está determinado por una inflación sin precedentes, un conflicto armado internacional y el paso de una pandemia, donde la clase trabajadora fue literalmente sacrificada. Todo lo anterior es enfrentado en la actualidad con apenas 400 mil pesos de sueldo mínimo, mientras que la línea de la pobreza para un hogar de 4 personas supera los $500 mil y la Canasta Básica de Alimentos llegó a los 60 mil pesos.
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Pese a que durante el Estallido Social fueron duramente criticadas las AFP, bastaron dos meses de gobierno para que Gabriel Boric ratificara a la cabeza de la Superintendencia de Pensiones a Osvaldo Macías, férreo defensor de la extensión del límite de edad de jubilación, contrario a los retiros y en el cargo desde 2016 durante el gobierno de Bachelet y ser ratificado por Piñera en su segundo mandato.
Luego de ello y pese a haber gritado a los 4 vientos su compromiso con los retiros de los Fondos de Pensiones antes de llegar a La Moneda, desde el gobierno de Boric se negaron a permitir el quinto retiro de los 10%, haciendo eco del discurso de la derecha y los sectores conservadores chilenos que apuntaban a un empobrecimiento de las y los adultos mayores de concretarse esos retiros, como si las pensiones en Chile alcanzaran para algo. Pero no se quedó solo ahí, desde el Ejecutivo presentaron un proyecto paralelo que permitía un nuevo retiro, eso sí, destinado 100% al pago de deudas.
Hoy, sectores cercanos al Gobierno, destacan la subida más grande de sueldo mínimo de los últimos 30 años, que llegó a 400 mil pesos y los $500 mil a los que se proyecta a fin de la administración de Boric, pero, alcanza par algo dicha suma o sigue condenando a las y los trabajadores al endeudamiento.
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Hoy las estadísticas entregadas por el INE apuntan justamente a una nueva alza de precios en alimentos y combustibles, cerrando en una subida total de 14,1% durante un periodo de doce meses, mientras que los sueldos se desvalorizaron en un 2,6% según el Índice de Remuneraciones Real, que mide el poder adquisitivo de los sueldos de la clase trabajadora.
Entonces, considerando todas estas variables, cabe preguntarse si Boric, Marcel y compañía tomaron nota de algo de las exigencias del Estallido Social, por ejemplo, en materia de sueldos y previsión social. Tal parece que no.
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Lo cierto es que las y los trabajadores continúan bajo total indefensión frente a las alzas en los productos básicos como alimentos y combustibles. Lo anterior está siendo plasmado ampliamente por la misma clase trabajadora, que a lo largo del país mantiene múltiples huelgas por reajustes salariales que le permitan, a ellos, ellas y sus familias, llegar a fin de mes, una premisa que el Estallido Social hizo resonar en las calles de Chile, pero que actualmente no es más que un susurro para el Gobierno.