«Soul» nos invita a reflexionar sobre los proyectos personales y colectivos que construimos, enfatizando en aquel tránsito desde el anhelo a la obsesión que, de pronto, se enfrenta a la realidad y reacciona contrariamente a como se espera. Todo esto, acompañado de la mística que solo el jazz sabe entregar.
Por Javier Arroyo Olea
La navidad de 2020, además de desarrollarse en un crítico contexto de pandemia producto de la Covid-19, fue la fecha en la que se hizo pública la película «Soul«, dirigida por Pete Docter y producida por Pixar, siendo ‘liberada’ para ser vista mediante la plataforma de streaming Disney+.
Conocido el trabajo de Docter en películas como «Up«, «Monster Inc«, o «Intensamente«, en esta ocasión se afirma que el director de cine trabaja lejos de las generalidades, impulsando un largometraje fuertemente anclado a la reflexión personal y colectiva pero sin perder la pizca -o gran cantidad- de entretenmiento.
A modo de síntesis, la historia se basa en el anhelo de Joe Gardner, profesor de música que sueña con tocar en un grupo de jazz. Sin embargo, cuando se le presenta la oportunidad, cae a través de una alcantarilla de la ciudad y llega a «El Gran Antes», un espacio donde las almas se preparan para ir a la tierra.
Es acá donde, con la intención de volver para cumplir su sueño, se hace mentor de un alma llamada «22», con la intención de que esta rompa con la comodidad de quedarse en «El Gran Antes» y cumpla los requisitos para viajar a la tierra. Para esto, el camino elegido por Gardner es solo uno: el jazz, buscando incentivar en la pequeña alma el amor por la música.
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Es en este camino donde la película presenta distintos elementos que caracterizan el andar de ambos. Por una parte, el intenso anhelo de Gardner por volver para cumplir lo que para él es central en su vida; mientras que por otro lado se observa el progresivo descubrimiento de «22», el cómo la llamada «complejidad de la simpleza» hace que esta crezca, se forme, contextualice y decante en el deseo de vivir.
Todo este proceso se encuentra acompañado de una excelente calidad de imagen y paisaje que nos muestra, además de aquel espacio físico entre la vida y la muerte, el cotidiano de la ciudad. El ruido, la muchedumbre, la comida rápida, los autos veloces y los edificios en altura son parte de la puesta en escena en la que ambos personajes se sumergen a convivir.
Rasgo similar cumple otro personaje: el jazz. A cargo de Atticus Ross y Trent Reznor, junto a la colaboración de Jon Batiste, el jazz se hace presente en cada momento de la película a través de múltiples expresiones. Y es que no solo cuando Gardner se sienta ante un piano a mostrar su habilidad este toma protagonismo, sino que en la mística transversal de la película el jazz se instala como un vehículo que acompaña el andar de la historia.
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Así, cruzando a los anhelos y el jazz, es que Soul da cuenta de una síntesis interesante -y urgente- frente a las llamadas «crisis de expectativas«, similar a la que tiene relación con «la frustración frente a promesas de movilidad social ascendente«. Sin embargo, en este caso, las expectativas se traducen en la transformación desde un anhelo a una eventual obsesión, bloqueando el avance colectivo y priorizando el egoísmo como valor supuestamente necesario para triunfar.
Aquel anhelo, aquella «chispa«, o la teórica predestinación es lo que se enfrenta de tope ante una realidad que pareciera no ser así; es cuando la finalidad que una persona proyectó entra en crisis, y aquella chispa no alcanza a encender más allá.
Soul se hace cargo de aquella utopística que «no es el rostro de un futuro perfecto (e inevitable), sino el de un futuro alternativo, realmente mejor y plausible (pero incierto) desde el punto de vista histórico«, en concordancia con comprender las momentos personales y colectivos ante los cuales se enfrentan nuestros proyectos. Es decir, invita a reflexionar la sanidad del anhelo, su eventual transformación en obsesión y el hacer un balance respecto a lo que se está construyendo. Todo esto, acompañado de aquella mística propia que solo el jazz nos puede entregar.