[resumen.cl] Durante los días 17 y 18 de octubre de 2019, justo en el comienzo del estallido social que removió al país, se realizó el Primer Congreso Chileno de Agroecología en la región de la Araucanía, Pucón. Resumen pudo asistir y conversar con algunos/as de sus asistentes. En la siguiente nota entrevistamos a Inez Gazzano, académica y activista uruguaya que ha planteado el desarrollo de la agroecología en su país, en donde ha existido un reconocimiento social e incluso institucional a este conocimiento, práctica y movimiento.
El Primer Congreso Chileno de Agroecología fue llevado a cabo por el Laboratorio de Agroecología y Sustentabilidad Alimentaria de la Facultad de Ciencias Agropecuarias y Forestales (UFRO) y la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología, capitulo chileno (SOCLA-Chile). La actividad buscó generar un dialogo de saberes entre el conocimiento que proviene de las universidades, con el conocimiento tradicional sobre la naturaleza que tienen las comunidades campesinas.
¿Qué nos puedes decir de la crisis civilizatoria que vive hoy la humanidad?
Bueno, este concepto de crisis, que estamos trabajando refiere a un autor que se llama Armando Bartra que habla de una crisis multiforme, una crisis multicausal. Multiforme en el sentido de que es una crisis energética, alimentaria, económica, social, política y cultural. Se manifiesta en términos energéticos con una enorme ineficiencia energética desde el punto de vista ambiental, degradación, contaminación, depredación de recursos, desde el punto de vista social con diferenciación de riqueza y pobreza, construcción de grandes economías de escala y a la vez grandes pobrezas. Desde el punto de vista político y cultural la pérdida de identidad o de sentido de la construcción local, digamos todo lo que se orquesta en un sistema agroalimentario hegemónico.
¿Qué rol cumple el agroextractivismo dentro de esta crisis civilizatoria?
Bueno, esa es una forma, digamos, a través de la agricultura y del gran negocio global donde se apropian de cada vez mayores porciones de territorio y de los recursos que tienen esos territorios, la tierra, el agua, y eso son flujos que en la cosecha de los granos, por ejemplo del cultivo de soja, se transportan hacia otros lugares, además como es el negocio relativamente flexible, es decir, se cambia según la oportunidad del capital, generalmente la riqueza que el sistema produce se va, es extractiva, pero los impactos ambientales quedan en el lugar, entonces esa propuesta, digamos, de la intensificación agraria a nivel del cono sur impacta fuertemente en nuestros sistemas.
Hizo usted una breve trayectoria de lo que era la agroecología, ¿me podrías reseñar brevemente y decir cuál es la importancia de este movimiento?
La agroecología surge en Latinoamérica fundamentalmente en la década, este, hace como unos 40 años, nosotros siempre decimos que la agroecología surge y se reinventa en el sentido que ya había prácticas y técnicas de productores y productoras de los cuales se toman muchos de los elementos que hoy la agroecología toma. La agroecología básicamente emerge, digamos con una asociación a técnicas y prácticas que revitaliza la funcionalidad de los ecosistemas, pero también plantean sistemas de distribución económicas más justos y equitativos, ese proceso se da en toda latinoamérica y es un proceso digamos contrahegemónico en el sentido de la transformación de los sistemas alimentarios.
Ustedes que tienen algo bien particular en Uruguay de que ha sido un poco acogida institucionalmente la agroecología a diferencia de acá en Chile que está emergiendo o recién instalándose dentro de algunos espacios del Estado ¿Qué enseñanza o qué mensaje le darías tú, qué es lo bueno y lo positivo de este proceso y quizás algo negativo como cooptación o algún tipo de otro elemento de institucionalizar la agroeoclogía?
Bueno, nosotros, el proceso de haber llegado a instalar la agroecología como política pública lo vemos positivo, luchamos para eso, digamos, reconoce una trayectoria histórica en el Uruguay pero representa un enorme desafío ahora armar ese plan, ponerlo andar, darle un presupuesto, hacer un diálogo social, etcétera, es un enorme desafío y el peligro que corre es justamente ese, mantener su identidad como proyecto transformador o volverse funcional dentro del sistema político. Nos jugamos más a que vamos a hacer capaces de mantener la identidad del proyecto que a no incluirnos por el miedo a ser cooptados funcionalmente, si eso ocurre nos sabremos desprender pero creemos que hay que disputar el lugar en el Estado también.