Bárbara es un estreno alemán del 2012 bajo la dirección de Christian Petzold, afamado director que, además, realizó el guión de esta cinta. La trama se desarrolla en la otrora Alemania Oriental, en las cercanías de Rostock, en la costa del mar Báltico.
En una pequeña clínica de pueblo, a fines de los años setenta, una extraña y parca doctora llega a desempeñar sus funciones tras ser castigada por el régimen, por solicitar la salida del país. Allí conoce a otro médico con el que traba una inquietante amistad, cuestión que la incomoda en su plan de escapar hacia Dinamarca. Paulatinamente va descubriendo razones y emociones que la ligan más de lo que espera con ese país gris. El guión discurre entre personajes secundarios y situaciones que llevan a Bárbara a plantearse, ya no sólo frente a su situación, sino que frente a ella misma, hasta dar con un final esperable pero bien logrado.
Uno de los elementos más apreciables en esta cinta es el tratamiento casi documental de la historia, si bien esto es un elemento bastante común en la cinematografía alemana de los últimos años, Bárbara es un muy bien logrado experimento de este estilo de dirección, haciendo de este tratamiento un sello del cine alemán de la década, a ello contribuye un manejo acertadísimo del ritmo de la narración, con dosis justas de tensión y sin estridencias dramáticas (cuestión que era un clásico al relatar historias "tras la cortina de hierro").
Un punto que -se ve es parte del trabajo de la industria alemana- es actuaciones tremendamente coherentes con el planteamiento y la idea de la dirección, tanto en los papeles protagonistas como en los secundarios, desarrollando interpretaciones medidas, descubriendo personajes complejos, llenos de matices, cuestión que es del todo explicable en la historia contada, es decir, personajes puestos a decidir sobre el futuro de sus vidas.
No es fácil hacer películas sobre Alemania Oriental pero, en este sentido, desde los aspectos de la recreación hasta el cuidado análisis de las formas de vida cotidiana, todo está meticulosamente pensado. Es interesante constatar que, a pesar que la cinta transcurre en 1978, todo parece como de los años cincuenta, la ropa, los buses, las calles, dando sentido a una historia que se define en la paralización del tiempo histórico, tal vez el gran error de los regímenes socialistas de corte estalinista.
Los artistas alemanes han hecho, y era de esperar que fuese así, un proceso reflexivo sobre su historia reciente, que trasciende revanchas mezquinas, pese a la ganas evidentes que pueden despertarse en el país germánico por hacer proselitismo ideológico contra la ex Alemania socialista, no -lejos de aquello-, el cine alemán busca entender cómo y qué pasó en el este de su país durante la segunda mitad del siglo XX; la expoliación y los desastres sociales en ese territorio han venido por parte del empresariado y los políticos occidentales, temáticas que de seguro veremos muy pronto en el cine alemán.
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