Más de la mitad del trigo consumido en Chile es importado, y particularmente desde Argentina. Justamente el vecino país ha reportado graves problemas de logística y a causa de la sequía en esta temporada de cosecha de este cereal. En este contexto, expertos advierten de un complejo escenario que podría generar una crisis alimentaria en nuestro país.
Por: Alberto San Martín
Chile es reconocido por ser el segundo país que consume más pan a nivel mundial con una ingesta de aproximadamente 90 kilos por persona al año, según datos de 2020. No es exagerado afirmar que para la mayoría de los chilenos el pan es el alimento central de su canasta básica. Así mismo, el pan, en el imaginario social chileno y de gran parte del mundo occidental, se alza como el símbolo de toda la alimentación.
Según datos de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) en el año 2015 en Chile se producían 1,5 millones de toneladas de trigo. Pero en las temporadas de 2020 a 2021, esta producción disminuyó a 1,2 millones.
En Chile el consumo nacional de trigo alcanza las 2,4 millones de toneladas. Alrededor de un 45% de esta proviene de producción nacional y el resto se importa, principalmente desde Argentina.
Expertos advierten de una compleja situación en la logística de cosecha de trigo actualmente en Argentina. El alto precio de los combustibles estaría afectando las propias faenas de cosecha así como el transporte.
Según indicó al medio Agrositio Dante Romano, profesor del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral: «Argentina vive una situación compleja para el trigo. A medida que cae la estimación de producción mundial, la falta de lluvias sigue forzando a reducir la intención de siembra en nuestro país. Si a eso sumamos un clima que no acompaña, la producción podría bajar a 18 millones de toneladas. Dado que ya se autorizaron exportaciones por 10 mill.tt. para el nuevo ciclo y hay un consumo interno de unas 6,5 millones de toneladas, quedaría un remanente muy limitado. No hay espacios para errores con el trigo argentino».
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El académico agregó que «También impacta el faltante de energía en el maíz local. Entre fines de este mes y el inicio de julio debería tomar ritmo la cosecha del maíz tardío, que es 70% del área total que se siembra en Argentina. Se espera una gran presión de mercadería llegando a los puertos, dado que hay un volumen de venta muy grande, y se ve a los productores más inclinados a desprenderse del maíz que de la soja. Sin embargo, la falta de gasoil podría complicar tanto la cosecha en sí misma, como el transporte a los centros de embarque. A su vez, se necesitará gas para las secadoras, ya que es habitual que el grano se coseche con humedad. Todo eso podría limitar la presión, que de todas formas se debería sentir»
A esto se suma la guerra de Ucrania, con varias millones de toneladas de granos que no han podido ser embarcadas. En estos días se esperaba que a través de una vía diplomática se esperaba que granos pudieran llegar a los mercados del norte de África y Medio Oriente. Sin embargo, los combates en la zona se han intensificado.
Fragilidad del sistema agroalimentario en Chile
Puede resultar paradójico, pero Chile, pese a tener al pan como su alimento básico, no es un país que destine esfuerzos a garantizar la producción de trigo. En la memoria de nuestro país quedó el llamado «ciclo triguero», periodo comprendido entre fines del siglo XVII y fines de la década de 1870, en que el campo chileno abastecía de este cereal a países como Perú, Estados Unidos, Inglaterra y Australia. Actualmente, las miles de hectáreas aptas para la agricultura en Chile son destinadas fundamentalmente a la producción de uvas y otros frutales con miras a abastecer mercados internacionales. El mercado interno le parece muy pequeño a los jefes del agronegocio, por eso, para aumentar sus ganancias, se opta por la exportación. El problema, sin embargo, de este modelo de negocio es que no considera en ningún momento aspectos como la soberanía alimentaria de los pueblos. Por lo anterior, dependemos de las importaciones para poder producir el alimento base de nuestra dieta. Esto, al grado que cerca de la mitad del trigo para nuestro consumo interno debe ser importado -principalmente desde Argentina y Canadá.
En Chile, con respecto a los principales riesgos de esta dependencia y fragilidad en el sistema agroalimentario, Rubén Díaz del Centro Agroecológico Longaví apunta a la urgente necesidad de establecer una soberanía alimentaria efectiva en distintos territorios, con producción local que abarate tanto los costos de producción como de distribución.
Cabe recordar que a nivel mundial, la producción agroindustrial es superada con creces por la producción campesina tradicional. Según un informe del Grupo ETC de 2017, «El 70% del mundo obtiene comida de la red campesina alimentaria, que trabaja con solamente el 25% de los recursos»
Rubén explica que «la fragilidad en su conjunto del sistema agroalimentario es que tiene volcadas sus miras en producir para exportar, y la crisis está en relacion directa con eso, en movilizar grandes volúmenes de comodities y mercancías de un lugar a otro. Cada vez es un problema que no se resuelve, con la pandemia los puertos y los sistemas de bodegaje están colapsados, osea las mercancías en el planeta tienen serios problemas físicos de distribución porque está todo colapsado»
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A los problemas en la cadena de suministros por la pandemia y por la guerra en el este de Europa, se cierne la sombra de la anunciada crisis de falta de combustibles fósiles, todo en medio de las consecuencias del propio cambio climático, producido precisamente por las emisiones de gases invernadero del sector industrial pesado, con especial preponderancia del sector transporte y agroindustrial.
Rubén agrega que «con la crisis que se viene de combustible fósil aparte de eso se va a sumar el hecho de la carencia, la falta de combustible. Es una fragilidad que no resiste» concluye.