Mientras cientos de penquistas madrugan para conseguir una atención en el CESFAM, unos pocos disfrutan de un sistema de salud ágil y eficiente en los hospitales militares, revelando las profundas desigualdades en el acceso a la salud en Chile.
Por Dayana Coronado Cariaga
Para solicitar una hora de atención médica en el CESFAM Víctor Manuel Fernández, -antes conocido como Consultorio Plaza Acevedo-, ubicado frente a la "Plaza de los Dinosaurios", es necesario «antes armarse de paciencia y despertar bien temprano», comenta al aire una adulta mayor que visita el centro regularmente.
Según los funcionarios que reciben a los pacientes en la entrada del CESFAM, solicitar una hora para una urgencia dental, visitar a una matrona o recurrir a una sesión con un médico de salud mental, "debe hacerse tempranito, porque se hace fila desde antes de las siete de la mañana".
"Es frustrante tener que venir varias veces para conseguir atención", señala otro paciente. Esta situación evidencia las deficiencias del sistema de salud pública y afecta directamente la calidad de vida de quienes dependen de estos servicios.
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El Centro de Salud Familiar está repleto desde temprano, y funciona casi como una lista de espera. Las personas que llegan más temprano deben hacer una fila que les asegure un número de atención en el área que necesitan, con la esperanza de ser atendidos ese día. De lo contrario, deben volver al día siguiente y repetir el proceso.
A solo unas cuadras del CESFAM, se encuentra el Hospital Clínico Militar de Concepción, donde la realidad es muy distinta, pese a que ambos recintos de salud son financiados, al menos en gran parte, con dinero estatal.
Mientras que los CESFAM dependen del financiamiento estatal a través del ministerio de Salud y de los municipios, los hospitales militares se financian principalmente por medio de instituciones previsionales como Capredena (Caja de Previsión de la Defensa Nacional) y Dipreca (Dirección de Previsión de Carabineros), aunque también reciben recursos del ministerio de Defensa. Esta diferencia sobre dónde proviene el financiamiento, marca un contraste importante en la calidad de los servicios.
El ministerio de Defensa asigna fondos específicos a los hospitales militares para infraestructura, mantención y adquisición de tecnología médica avanzada. Esto permite que dichos recintos hospitalarios mantengan su alto estándar de servicio y cuenten con las capacidades necesarias para ofrecer atención de calidad.
La diferencia con los recintos públicos es clara: mientras los CESFAM sufren por la falta de recursos y personal, los hospitales militares atienden a sus beneficiarios de forma más rápida y eficiente, con tiempos de espera considerablemente menores y mejores condiciones generales.
Este desbalance en la atención de salud tiene un impacto profundo en la calidad de vida de las y los ciudadanos de Concepción y refleja las grandes diferencias entre el sistema público y privado.
Para los pacientes que dependen del CESFAM, la experiencia es de frustración y agotamiento: largas filas, incertidumbre sobre si serán atendidos, y a menudo la necesidad de regresar múltiples veces para conseguir una consulta. Esto deteriora la calidad de vida de miles de penquistas, especialmente los más vulnerables, quienes no pueden costear una atención privada o acceder a la salud militar.
Por el contrario, quienes tienen acceso al sistema de salud militar -ya sea por estar activos en las Fuerzas Armadas o por ser familiares o pensionados- disfrutan de una atención mucho más eficiente y rápida. Los tiempos de espera son menores, la calidad de los servicios es superior y la infraestructura está mejor equipada para resolver urgencias o tratamientos especializados. Este grupo de la población accede a un sistema que, aunque financiado por el Estado, no enfrenta las mismas limitaciones que los recintos públicos.
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La atención de salud en Chile sigue segmentada según el tipo de afiliación y el poder adquisitivo. Mientras algunos pueden acudir a hospitales militares con atención oportuna y de alta calidad, la mayoría de los penquistas se enfrenta a un sistema público saturado y con recursos limitados.
La situación del Centro de Salud Familiar frente al Hospital Militar ilustra claramente este contraste significativo en el acceso y la calidad de la atención en Chile. Mientras el CESFAM atiende a una población masiva con recursos escasos, el Hospital Militar recibe un financiamiento diferenciado que garantiza una atención más ágil y moderna. Este es solo un reflejo de las desigualdades estructurales del sistema de salud chileno, donde la calidad de la atención llega a depender, en gran medida, de dónde trabajas o cuánto es lo que puedes pagar.
La creciente desigualdad en el acceso a la atención médica resalta la necesidad urgente de un diálogo abierto sobre la salud pública. La comunidad merece ser escuchada y tener voz en la formulación de políticas que afecten su bienestar. Promover la participación ciudadana en la toma de decisiones sobre salud no sólo fortalecería la confianza en el sistema, sino que también aseguraría que las necesidades de todos los sectores sean consideradas y atendidas de manera efectiva y equilibrada.
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Es hora de plantear reformas estructurales, las que equilibren estos desajustes y permitan a toda la población chilena acceder a una atención de calidad sin importar su condición socioeconómica o afiliación previsional. La salud es un derecho, no un privilegio, y en un sistema tan segmentado, garantizar ese derecho sigue siendo un desafío permanente.