La estrategia de la ultraderecha internacional fracasó en Chile

El guion que ha aplicado la ultraderecha en España, Estados Unidos, Brasil, Hungría, Reino Unido y otros países, fracasó rotundamente en Chile y perdió por paliza. Un discurso coordinado internacionalmente de noticias falsas, fuerte antifeminismo, campaña del terror, fundamentalismo religioso, imputación de eventuales delitos al contrincante, ataques personales a figuras, entre otros, recibió una de sus zozobras más importantes a nivel mundial en la segunda vuelta chilena con la derrota de José Antonio Kast.

Por Alejandro Baeza

Mucha tinta se ha gastado en diferentes análisis respecto a lo que representa el triunfo de Gabriel Boric hace exactamente una semana, desde el habitual oportunismo concertacionista que intenta atribuirse méritos propios en la victoria, analistas de la plaza que pretenden instalar a toda cosa la idea de la moderación de su discurso en su éxito, hasta sugerirle cómo debería formar su gabinete. Sin embargo, hay un tema que está pasando por alto y que es de vital importancia, sobre todo a nivel internacional: La primera gran derrota de la estrategia de la ultraderecha que se repetía en muchos países y que venía cosechando importantes victorias.

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Y es que el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos fue un hito importantísimo y marcó el derrotero de la ultraderecha (por algunos autores definido «nueva derecha radical») internacionalmente, que comenzó en gran medida a repetir una plantilla de su campaña que obtuvo sus mayores dividendos en Brasil con el triunfo de Bolsonaro y en buena parte en el posicionamiento de Vox en el Estado español.

Uno de los ejes centrales de esta estrategia es la campaña del terror respecto al «comunismo», utilizando este concepto incluso hacia sectores de centroizquierda. En el caso de Chile, Kast copió literalmente el slogan nacido en España de «comunismo vs libertad» que usa tanto Vox como el PP. Este plan lo tenía preparado en su franja con ejemplos de Venezuela y Nicaragua, pues asumía que el candidato de Apruebo Dignidad sería Daniel Jadue, por lo que tuvo que reformularlo para indicar que «en el fondo Boric es lo mismo que el comunismo» repitiendo textual el discurso de Vox respecto a Podemos, sin rendir frutos.

Kast también utilizó la estrategia de Vox respecto a atacar las medidas sanitarias como la limitación de aforos y las cuarentenas, en pos de mantener las utilidades de las empresas a costa de la salud de la población.

No obstante, una de sus principales falencias ocurrió respecto del «fascismo», pues ante los emplazamientos de sus contrincantes utilizando este concepto. el discurso internacional coordinado respondía que los fascistas eran los otros que no respetaban su libertad de emitir discursos de odio. Lo que ocurrió en Chile es que hábilmente, en lugar de utilizar esta palabra, a Kast se le catalogó muy correctamente como pinochetista (siendo este medio uno de los primeros en hacerlo, mucho antes de la primera vuelta). Kast se vio imposibilitado de tratar de pinochetistas a sus contrincantes, se tuvo que reconocer como tal y además es un concepto que la población tiene clarísimo su significado.

Otros aspectos centrales de esta estrategia es la utilización de noticias falsas, tanto en redes sociales (principalmente en cadenas de WhatsApp) como en declaraciones de sus representantes sembrando dudas. Y aquí fue clave el aumento en la participación de votantes menores de 35 años, población «nativa digital» que sabe distinguir el contenido basura de internet, pues se ha criado con éste.

Asimismo, la violenta misoginia tuvo su contrapeso en el robusto movimiento feminista chileno que supo identificar la amenaza y logró coordinar acciones para hacerle frente y en buena medida se volcó a las urnas.

La seguidilla de victorias alrededor del mundo de esta táctica que se iba perfeccionando y agarrando fuerza en cada elección vivió en Chile una derrota contundente con más de 11 puntos de diferencia y si bien puede responder a las particularidades del caso chileno, es un ejemplo que sí puede derrotarse.

El porrazo fue tal, que no le permitió aplicar el plan de cuestionar las elecciones como lo hizo Trump en Estados Unidos y como lo anuncia Bolsonaro en Brasil preparándose para su eventual derrota. Si bien deslizó que si el resultado era estrecho acudiría al Tribunal Calificador de Elecciones, la diferencia echó por tierra cualquier tipo de esas iniciativas.

 

La derrota del Foro Madrid

La derrota de Kast es también la derrota del denominado Foro Madrid. Utilizando un sentimiento hispanista nostálgico de la época imperial y de sus colonias, el partido de ultraderecha Vox de España creó esta instancia para utilizar estrategias de posicionamiento de sus ideas extremistas en toda América Latina, generando coordinación internacional donde usa figuras locales para darle instrucciones sobre cómo operar, tales como la familia Bolsonaro en Brasil, Keiko Fujimori en Perú, Milei en Argentina y Kast en Chile, entre otros.

Así fue anunciado por el líder de Vox, Santiago Abascal, en la capital española indicándolo como la creación de una «estructura permanente y un plan de acción anual» de coordinación internacional desde España para América Latina.

Sin embargo, en lugar de ser una instancia normal de coordinación de partidos políticos, «Abascal está reclutando a personalidades a título individual y eso le ha permitido fichajes sorprendentes», consiga una publicación del periódico español El País. En la organización figuran radicales neoliberales, colaboradores de dictaduras latinoamericanas, economistas de televisión, líderes religiosos de agrupaciones cristianas ultraconservadoras (tanto católicas como evangélicas) negacionistas del cambio climático y de la pandemia, grupos anti-confinamiento y anti-vacunas, partidos de ultraderecha y nueva derecha radical, entre otros.

Kast es uno de los firmantes de la «Carta de Madrid», el manifiesto extremista que dio origen al Foro Madrid y de los aliados más cercanos de Abascal. Una de las instrucciones desde Vox, a través del Foro Madrid, que se vieron reflejadas en su programa fue plantear realizar una coordinación internacional para perseguir a militantes de izquierda y dirigentes sociales, una suerte de «Plan Cóndor» moderno que sí puede aplicarse en posibles eventuales triunfos que tienen al caso chileno como un buen ejemplo de cómo derrotarlo.

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