Sr. Director.

Recientemente el candidato Donald Trump hizo referencia a que el régimen de Bukele prácticamente tendría una política de enviar a criminales salvadoreños a Estados Unidos, lo cual constituye una mentira garrafal.

No es que uno apueste a la defensa del régimen que vive El Salvador, caracterizado por una «dictadura institucionalizada» tras una reelección inconstitucional; por el contrario, Bukele se ha sostenido en base a un peligroso populismo que mantiene a El Salvador entre la hambruna y la pobreza. Pero los dichos de Trump no cuentan con prueba alguna.

Es cierto que peligrosos pandilleros se encuentran presos al interior de recintos penitenciarios estadounidenses, pero estos se concentran a partir de solicitudes de extradición de autoridades norteamericanas por vínculos entre pandillas salvadoreñas y crímenes cometidos en territorio estadounidense, como lo ha sido el caso de Crook, o recientemente Greñas.

Lejos de lo que planteado por Trump, el régimen de Bukele incluso ha negado enviar a líderes pandilleros para ser juzgados por crímenes en Estados Unidos, mientras que paralelamente negocia con las pandillas, promueve la liberación y acuerdos con sus cabecillas e intenta recapturar a altas dirigencias de los grupos criminales luego de haber sido liberados ilegal e irregularmente, tal como fue el caso de Crook, jefe de la ranfla histórica del MS13.

Sin embargo, haciendo caso omiso -o evitando referirse a la realidad de los hechos- Trump argumentó en esto el desarrollo de «la mayor operación de deportación en la historia de nuestro país», en un contexto político donde el racismo y el discurso antimigración-seguridad adquiere más votantes.

Mirando hacia el sur, y con un oportunista como Bukele a la cabeza de El Salvador, Trump hace gárgaras con sus mentiras, mientras amplias capas de la sociedad norteamericana lo aplauden. Pareciera ser que el «horizonte político» que comparten estos dos personajes no se basa ni en la transparencia ni en una lectura crítica de los hechos, sino que en lo que saca más aplausos y corazones en redes sociales.

Por Marcos Mardones Silva