[resumen.cl] El presente artículo pone sobre la mesa una idea concreta para mantener una dieta relativamente saludable y al mismo tiempo, contribuir a evitar un daño catastrófico a la biosfera. Con el negocio agroindustrial como principal suministro alimentario para la población urbana (ahora mayoritaria en la Tierra), con su alto consumo de energía fósil y utilización de químicos tóxicos para su funcionamiento y además, con el negocio de alimentos considerados exclusivos e importados desde regiones lejanas, es vital generar herramientas de subsistencia viables y medidas concretas que permitan nuestra alimentación a mediano y largo plazo.
Gustavo Duch / Palabre-ando
En cuestiones de tendencias alimentarias hay dos realidades que, matemáticamente, parece que no cuadran. Crece de forma muy clara la alimentación industrializada al mismo tiempo que crece la alimentación ecológica. ¿Cómo es posible que ambas crezcan?
Efectivamente, la alimentación basada en la agroindustria alimentaria globalizada no cesa en su expansión y dominio. Son cada vez más las personas que basan su dieta en un conjunto de productos pre-elaborados adquiridos en las grandes superficies y que prácticamente están 'listos para usar' siguiendo unas sencillas instrucciones de descongelar, calentar u hornear. Como un mueble para montar, se acompaña de unas fáciles instrucciones. La acompañan con bollería y bebidas refrescantes. En paralelo, las grandes superficies ganan en hegemonía comercial. Generalizando, esta mala manera de comer - comida chatarra le llaman en América Latina - está más presente en las personas con menos recursos económicos y es en ellas donde se presentan en mayor tasa los problemas de salud asociados, es decir, obesidad o sobrepeso, cáncer, diabetes, etc.
Como respuesta y alternativa, es notoria la clara tendencia en favor de la alimentación biológica u orgánica, es decir, aquella que llevan a cabo personas que quieren garantizar una dieta libre de pesticidas, hormonas o antibióticos y buscan una nutrición más sana y equilibrada. En esta cultura alimentaria se pone el acento en dietas vegetarianas o veganas, y es frecuente que se incorporen productos de otras latitudes muy valorados por sus aportes nutritivos. En este caso también vemos como se multiplican las tiendas bio, los portales de internet que comercializan estos productos e incluso aparecen cadenas y franquicias centradas en este sector. Es tal el boom de esta alimentación, que las grandes superficies y su olfato económico no dejan escapar la oportunidad y dedican lineales y esfuerzos en este campo. Para satisfacer esta demanda una parte importante de la oferta llega de un modelo de agricultura ecológica a gran escala y globalizado. Otra vez, generalizando, esta fórmula parece más presente entre familias con mayor poder adquisitivo.
La resolución de esta ecuación imposible es sencilla, ambos modelos alimentarios crecen porque hay una alimentación, hasta no hace tanto mayoritaria, que está en caída libre, que decrece, en vías de exinción. Ya no se come normal, ya no se come como siempre se ha comido, como comían nuestras abuelas y abuelos.
Si nos remontamos unos 40, 50 años atrás, que es muy poco tiempo, las opciones y los hábitos alimentarios se repetían en prácticamente todas las familias. En base a los productos de temporada de la agricultura local, los platos en la mesa eran siempre platos cocinados en la cocina de casa: cocidos de legumbres varias; sopas y caldos de verduras o pollo; estofados de verduras y carnes varias; tortillas de todo tipo; ensaladas día sí y día también; una variedad limitada pero siempre presente de pescado, merluza y sardinas en la costa, bacalao y arenques en conserva en el interior; arroz con verduras, paella o arroz a la cubana... y de postre siempre, siempre, fruta. Casi el 100% de los ingredientes se compraban en las tiendas del barrio, que eran muchas las dedicadas a la alimentación: la frutería, el colmado, la pescadería, los encurtidos, la carnicería, con sus especializaciones como la casquería o la carnicería caballar, la tocinería, y algunas más. Y la práctica totalidad de estos ingredientes estaban producidos por campesinas y campesinos de proximidad. Pero estos comercios ya están desaparecidos, estos hábitos son cada vez más raros y el sector campesino se encamina a los museos.
" No comas lo que no comía tu abuela" es un buen lema que reconecta con nuestra cultura, paisaje y ecosistemas; que posibilita una economía local asentada en el sector primario y que guarda buenos equilibrios nutricionales. Añadámosle que, para garantizar que sean alimentos saludables y contribuyan a minimizar el cambio climático, en los tiempos que corren debemos asegurar que sean alimentos procedentes de agriculturas y ganaderías ecológicas. Criterios del pasado, con fórmulas del presente, me parece la combinación más sensata.