PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: ¿Por qué en EEUU?

Por Ruperto Concha / resumen.cl

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En nuestra crónica del domingo pasado, casi como un presentimiento, nos referimos a la agresión en todo el horripilante arcoíris que va desde la calumnia entre personas hasta las masacres de guerra entre naciones.

Y el martes pasado ocurrió la tragedia en la escuela básica Robb, del pueblito de Uvalde, en el sur de Texas, justo en el día en que los niños, de acuerdo con sus profesoras, asistían a clases llevando los zapatitos más divertidos y locos que pudieran encontrar. ¡Era una fiesta de zapatitos locos!

Un chiquito de 10 años, llamado Samuel García, todavía crispado y tieso y con una herida profunda en un muslo, se las arregló para relatar a los periodistas, al día siguiente, cómo se desató la pesadilla. Dijo:

"Hubo unos ruidos afuera y la profesora cerró la puerta de la sala de clases. Nos miró y nos dijo "quédense bien quietos". Entonces hubo una quebrazón de vidrios y entró ese hombre que nos dijo "Uds. van a morir". Luego le disparó a la profesora y empezó a dispararnos a nosotros. Todos se pusieron a llorar y a gritar. Me apuntó a mí y justo había una silla delante mío y ahí pegó la bala y se desvió y me pegó en la pierna. Yo me hice el muerto para que no me volviera a disparar. El teléfono le empezó a sonar a una niña más allá, y ella trató de apagarlo pero el hombre la mató".

El niño relató que después llegaron los policías. Uno de ellos les gritó, diciendo que gritaran si necesitaban ayuda. Hubo una niña que gritó, y el hombre vio que estaba viva y la mató. Entonces los policías entraron disparando y lo mataron a él.

Dice que a él los policías lo sacaron en brazos y pudo ver a los otros niños ensangrentados, los muertos llenos de sangre, y el cadáver de la profesora.

 

 

El pavoroso asesino que el niño mencionó como "el hombre" era un muchacho llamado Salvador Ramos, que pocos días antes había cumplido 18 años y se había auto regalado la compra de dos rifles de asalto de alto poder y un gran stock de balas.

Vivía con su abuela de 66 años en las afueras el pueblo de Uvalde. En la mañana del martes, se equipó para la locura asesina. Al verlo dispuesto a salir llevando sus armas, la abuela trató de cerrarle el paso. Él simplemente le disparó a la cara y siguió su camino.

La abuela no murió, fue socorrida por vecinos y trasladada a un centro médico, donde obviamente tendría que haberse generado una alarma policial.

Ramos, en tanto, había tomado el auto de la abuela y partió a gran velocidad hacia la escuela. Al llegar, estrelló torpemente el vehículo. Se bajó, llevando uno de los dos rifles de asalto. Uno de los guardias de la escuela le impidió el paso, pero Ramos no lo enfrentó, rodeó el edificio y entró por la puerta trasera.

No está clara la secuencia de los primeros hechos dentro de la escuela. Al parecer Ramos advirtió que podían acudir, o iban a acudir varias personas, quizás policías y efectuó varios disparos en los pasillos. Luego entró violentamente a la sala de clases donde asesinó a dos profesoras y 19 niños. Otros 17 niños quedaron heridos.

Según informan los reporteros que acudieron de inmediato al lugar, especialmente los de la red de televisión NBC y los de la agencia noticiosa Associated Press, la intervención de la policía fue inexplicablemente tardía y lenta. De hecho, recién intervinieron 40 minutos después de que el asesino entrara a la escuela, y ya se habían escuchado los disparos del asesino.

Las imágenes televisadas muestran grupos de padres que habían acudido pero la policía les impidió acercarse al edificio. Incluso hay un video que muestra a dos policías sujetando sobre el suelo a un papá que se retuerce desesperado.

Otro papá, de nombre Javier Cazares, cuya hijita fue acribillada por Ramos, aparece llorando de rabia y desesperación, mientras la policía se mantenía a la espera de la orden de actuar.

"Queríamos hacer nosotros lo que esos policías tendrían que estar haciendo... ¡Escuchábamos cómo mataban a nuestros hijitos!".

Las versiones de esos padres y las de los periodistas desmienten en duros términos la versión de la policía. De partida, la versión policial afirma que el homicida se había parapetado dentro de la escuela. Pero la versión de los reporteros y los padres de familia señalan que Ramos no se había parapetado en nada. Simplemente había entrado a una sala de clases y cerró la puerta.

La policía además había informado que el atacante llevaba chaleco de protección anti-balas, lo que tampoco era verdad. Tampoco la policía había intentado detenerlo cuando trataba de ingresar al edificio, y tampoco lo habían arrinconado.

De hecho, al llegar a la sala de clases, los policías no habían podido inicialmente abrir la puerta y tuvieron que pedirle ayuda a uno de los empleados de aseo de la escuela.

Finalmente, el oficial a cargo de entregar la versión de la policía sobre la tragedia y el actuar de sus agentes, dos días después de los hechos admitió que será necesario esperar todavía algunos días más hasta que todo sea verificado.

Así, en lo inmediato de la tragedia, la policía local quedó muy mal parada ante una opinión pública horrorizada... dentro y fuera de los Estados Unidos.

 

A la cruenta y fea luz de esta tragedia se han acumulado otros hechos e informaciones aún más alarmantes y desalentadoras. Por ejemplo, que éste es el caso número 137 de los tiroteos que se han producido en colegios de Estados Unidos... ¡en lo que va del año!

Y que el año pasado se produjeron nada menos que 249 tiroteos en terrenos de las escuelas del país. Y técnicamente se define como "tiroteo de escuela" a los que dejan un saldo de más de cuatro muertos, y en los que no participan ni delincuentes, ni pandillas, ni bandas, ni carteles de drogas.

Sólo 10 días antes de esta tragedia en Uvalde, Texas, en Buffalo, Nueva York, otro homicida igualmente joven había acribillado a balazos a 13 personas de raza afroamericana en el interior de un supermercado.

Otros 77 incidentes a balazos al interior de escuelas de Estados Unidos se habían producido ya este año, dejando un saldo de 14 muertos y 45 heridos.

Y esta tragedia de Uvalde aparece como la más mortífera después del ataque a la escuela de Sandy Hook, en Connecticut, en diciembre de 2012, que dejó un saldo de 20 niños y 6 adultos muertos.

Según los incompletos datos disponibles, se estima que las cifras de niños víctimas de tiroteos en colegios muestran sólo la punta del iceberg y que cada año en Estados Unidos mueren a balazos alrededor de 3.500 niños y adolescentes, y otros 15 mil son heridos a bala.

Fuera de esas víctimas, hay un estimado anual de 3 millones de niños expuestos directamente a la violencia armada, que reciben la experiencia de estar dentro de una comunidad plagada de violencia, crímenes y abusos sexuales, y con ello están expuestos también al alcoholismo, el consumo de drogas y a involucrarse en actividades criminales.

Pero, específicamente, destaca el caso de los atentados netamente homicidas sobre niños o, eventualmente sobre personas inocentes elegidas al azar.

Dos investigadores de alto nivel académico, James Densley, profesor de Justicia Criminal de la Universidad Metropolitana del Estado, y Jillian Peterson, profesora de Criminología de la Universidad de Hamline, realizaron durante cinco años una investigación sobre todos los homicidios masivos a balazos perpetrados desde 1966.

Incluso entrevistaron detalladamente y largamente a 180 de esos homicidas que están cumpliendo condenas de prisión perpetua, y también a los familiares de esos homicidas.

Sobre esa base, ambos científicos han logrado diseñar un cuadro clínico psicológico a partir del cual podría ser posible elaborar una política orientada a prevenir la mayor parte de los casos de homicidios colectivos.

 

 

Sin embargo, en términos reales, la opinión pública y también la opinión de la clase política se muestran parcialmente escépticas sobre la posibilidad de enfrentar esa criminalidad atendiendo a la psicología de los homicidas.

Para una abrumadora mayoría de dirigentes políticos y de opinantes de las redes sociales, la criminalidad puede ser frenada mediante penas durísimas a los hechores, y poniendo fin a la venta indiscriminada de armas a cualquiera que tenga dinero para comprarlas.

Sin embargo, a la vez, sigue habiendo una fuerte opinión pública que defiende el derecho de la gente a adquirir armas como lo garantiza la constitución de Estados Unidos.

Y la posición en defensa de las armas de defensa, se sustenta en argumentos bien sólidos. De partida, en el hecho de que, cada año, según estadísticas policiales, se producen entre 500 mil y un millón de casos de intentos de asalto a mujeres en sus propias casas, por delincuentes de alta peligrosidad, que, fíjese Ud., han sido rechazados por sus víctimas gracias a que disponían de armas de fuego para su defensa.

Es obvio que esas mujeres no habrían podido defenderse sin contar con esas armas. Ya desde comienzos del siglo 20, en lenguaje popular a las pistolas las llamaban "las igualadoras", porque con ellas una abuelita débil y temblorosa podía volverse tan poderosa como el más forzudo asaltante.

De hecho, una dama con una pistola, y sabiendo usarla como es debido, es capaz de enfrentar cualquiera agresión. Si se impide que las familias puedan tener armas defensivas eficaces, se entrega con ello una ventaja brutal e inaceptable para los delincuentes que por cierto van a seguir teniendo sus armas ilegalmente por más prohibidas que estén.

De ahí que, en Estados Unidos y la mayoría de los países desarrollados, no haya prohibición absoluta de las armas defensivas, aunque se imponen sistemas eficaces de control sobre ellas,

En Estados Unidos, en todo caso, en forma inexplicable se sigue manteniendo la venta de toda clase de armamento, incluyendo metralletas y rifles de alto poder, como fue el caso del joven Salvador Ramos que se auto-regaló el par de fusiles y toda la munición que quiso comprar.

La noción de que las armas son las que matan es en realidad una distorsión. Las armas sólo obedecen al que quiere matar. El homicida es un ser humano cargado de suficiente odio, o miedo, o codicia, o simple brutalidad, para hacer uso de un arma que por sí misma no es más que un aparato inerte.

 

 

Es sobre esa base que los defensores del derecho a tener armas toman como ejemplo el caso de la República Suiza, donde todas las personas que hacen el servicio militar conservan en su poder y en su casa el armamento de guerra que se le ha enseñado a usar.

O sea, en las casas de todas las familias de Suiza hay armamento de alto poder. Y, fuera de ello, hay algo más de dos millones de suizos que además tienen armas personales que compraron a su gusto.

Sin embargo, las estadísticas de homicidios en Suiza marcan cero, año tras año, y si alguna vez se produce un incidente se provoca una indignación tremenda en todos los niveles de la sociedad.

El único incidente de homicidio múltiple registrado en Suiza este siglo fue el caso de un esquizofrénico llamado Friedrich Leibacher, quien se sintió ofendido por las autoridades, entró al edificio del Congreso, el 27 de septiembre de 2001, mató a 14 personas que encontró a su paso y luego se suicidó.

Por supuesto, en Suiza el permiso para portar armas está rigurosamente controlado.

Bueno, también en otros países de Europa hay control riguroso y es difícil obtener autorización para poseer un arma, y qué decir lo difícil que es obtener permiso para portar un arma, andar trayéndola, aun teniendo autorización para adquirirla.

Está claro que esa fantástica y armoniosa paz armada que existe en Suiza se relaciona con otra cosa que es muy especial. Según las ediciones mundiales sobre la sensación de felicidad de las diversas naciones, Suiza se encuentra entre las naciones más felices del mundo, y su felicidad se basa en la sensación de que el gobierno suizo es sano y no sufre mayormente de corrupción. También en que cada suizo percibe a los demás suizos como gente que es sana y bienintencionada.

Y, sobre todo, porque cada suizo siente que su país tiene que ser cuidado y protegido. De ahí que Suiza haya pasado los últimos dos siglos sin participar en ninguna de las guerras, declarándose neutral con todas sus fuerzas, y exhibiendo una voluntad de independencia tan poderosa que ninguna potencia se ha atrevido jamás a intentar invadirla.

¿Se fija Ud.?

Una sutil, fina cualidad sicológica o espiritual hace que en Suiza se demuestre que las armas no son las que matan. Que quien llega a matar es la gente retorcida, drogada de rencor, codicia o envidia, y también de deseo de provocar envidia en los demás

 

 

¡Qué simpáticos son esos montañeses de Suiza!… ¿verdad? Recordemos que, en 2003, cuando, por mandato de Estados Unidos, Francia y España le cerraron el espacio aéreo al avión presidencial de Bolivia, en que el presidente Evo Morales regresaba de su visita a Moscú...

... Un solo país se atrevió a desobedecer a Washington. Respetando el derecho internacional, Suiza abrió su espacio aéreo al avión boliviano y le dio escolta de seguridad con su propia fuerza aérea, hasta llegar a los cielos internacionales.

En Washington, el presidente George W Bush tuvo que resignarse a sólo refunfuñar.

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense, hay peligro.

Y a veces el peligro puede colarse en nuestro espíritu, y volvernos peligrosos a nosotros mismos.

 

 

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