La vergonzosa participación del presidente chileno en la cumbre de Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), colmó la paciencia de los líderes del continente. Fue precisamente el mayor referente en política internacional en la región, el mandatario brasileño Lula da Silva, quien salió a explicar a los medios, el porqué de las palabras de Boric en la previa y durante la cumbre, intentando involucrar a Latinoamérica en el lejano conflicto que mantiene la OTAN (EE.UU. y Europa Occidental) con Rusia en Ucrania.
Por Joaquín Pérez
Gran parte de la historia de Latinoamérica y el Caribe, así como su política internacional, incluida la trayectoria de organismos como la propia CELAC o UNASUR, ha sido una eterna lucha por librarse de la Doctrina Monroe y la tutela que Estados Unidos ejerce en materia de política exterior a través de la OEA. Anteriormente, las declaraciones latinoamericanistas fueron siempre en contra de cualquier posible retorno al pasado de dominación colonial europea.
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En las últimas décadas, Latinoamérica ha avanzado mucho en declaraciones que definen la región como un territorio libre de armas nucleares o en territorio de paz, libre de guerra, cuestión en la que se avanza a pasos agigantados en Colombia, gracias, entre otras, a la intermediación del gobierno cubano.
Las declaraciones de Lula, sin duda, son un llamado de atención y una reprimenda a Boric, cuestión que no afecta en lo más mínimo al grupo que hoy gobierna en nuestro país. Desde la cancillería chilena se obedece al amo en Washington hasta el punto de ser el primer país en reconocer al gobierno golpista de Dina Boluarte y ejercer acciones para que Perú asuma la presidencia del Grupo de Lima, a pesar de existir allí flagrantes violaciones a los derechos humanos.
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Gabriel Boric parece marearse en política internacional. El mandatario chileno utilizó la referencia de guerra imperialista por parte de Rusia, como si la OTAN y Estados Unidos no estuvieran detrás de los intereses ucranianos.
Su «ansiedad», como dijo Lula, parece traicionarlo en sus declaraciones grandilocuentes y altisonantes, pero que paulatinamente se vuelven insignificantes. Así quedó demostrado en la declaración que finalmente firmaron los países latinoamericanos, incluido Chile, donde la opinión del mandatario nacional no se vio reflejada de manera alguna en su versión final.