Sr. Director

Las elecciones presidenciales se acercan cada vez más, y nos acercamos al clásico todo vale. Prometer cielo, mar y tierra, por parte de una clase política que vacila entre el sarcófago y la «divina juventud». Pero también, el apropiarse de territorios para captar votantes.

La Región del Biobío es uno de estos territorios, donde la cesantía ha golpeado profundamente y el cierre de históricas industrias-cuyas profundas causas se encuentran en el seno del modelo neoliberal-  ha permitido que el empresariado nacional y transnacional manosee cualquier fuente de riqueza en beneficio propio.

Sin embargo, nadie ha preguntado a la población cuál es la vocación productiva que debería tomar el Biobío. Qué es lo que deberíamos producir, ni cómo, ni cuánto, ni hacia quiénes. Y lo que han estado haciendo las más diversas candidaturas mantiene esa misma lógica.

Vienen acá -o pasan por encima- y hablan del Hidrógeno Verde, de la generación eléctrica, de la minería de tierras raras, de los puertos, de las rutas viales, del modelo forestal. Quieren echarse el Biobío al bolsillo, para un modelo que tributa al beneficio de la misma clase político-empresarial que nos ha empujado a esta crisis.

Nuevamente, nadie nos pregunta nada; porque, en el fondo, no les importamos.

Por Marcos Silva Mardones