El cultivo de la historiografía política chilena ha tenido un gran desarrollo en los últimos años, con gran trabajo de fuentes documentales y testimoniales nos hemos acercado a la diversidad de miradas -sobre todo- del siglo XX chileno. Esta vez es el joven historiador Diego Venegas quien nos presenta un interesante trabajo: "Una relación dialéctica. Conflictos y rivalidades entre el Partido Comunista y el Partido Socialista de Chile (1933-1948)" de ediciones Sartaña.
Por Robinson Silva Hidalgo*
El texto publicado nos da luces de la etapa formativa y del desarrollo de los dos grandes partidos de izquierda en Chile, poniendo énfasis en sus características políticas e ideológicas, así como en sus radicales diferencias de enfoque y construcción partidaria en las décadas del estudio, incluyendo sus confrontaciones y acercamientos. Esta lectura es fundamental para entender el actual momento de crisis del sistema de partidos chileno, aportando una mirada crítica sobre este asunto.
El autor nos ha señalado algunos aspectos centrales de su trabajo en esta conversación.
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Este libro presenta un debate entre socialistas y comunistas en la primera mitad del siglo XX ¿P/or qué te interesó este asunto?
Hubo razones personales, políticas y académicas que me llevaron a este tema, siendo fundamentales las primeras dos. Quise explicar por qué en este periodo hubo dos partidos autodenominados marxistas, y qué justificaba políticamente la existencia de dos colectividades y no una. Además, dentro del imaginario que tuve durante mi etapa liceana sólo existían dos opciones políticas posibles en Chillán: el anarquismo o militar en la "Jota", inclinándome por la primera opción. No estaba como opción ingresar en la JS -ni siquiera sabía que existía-.
Las diferencias doctrinarias e ideológicas entre anarquistas y comunistas eran evidentes, sin embargo, ¿Qué diferenciaba a comunistas y socialistas? Eso creo que marcó el itinerario de esta investigación, y a medida que pasaba el tiempo surgieron más preguntas al conocer a militantes de ambos partidos, que hicieron matizar el famoso "estalinismo" de los comunistas y la diversidad de posiciones en su seno, desde el maoísmo hasta posiciones eurocomunistas, como también entender que los socialistas, en esa época, tenían su propia lucha interna, entre las alas izquierda-derecha, como la reticencia transversal que sentían hacia el Partido Comunista, algo que era recíproco.
En suma, querer comprender mi presente y la fragmentación de dos partidos troncales en la izquierda chilena me llevó a esta investigación, de la saqué conclusiones interesantes e inesperadas.
¿Cuáles son, a tu juicio, las mayores diferencias entre comunistas y socialistas en la etapa formativa de sus partidos?
Es una pregunta clave, porque considero que estas diferencias nunca se subsanaron, se resignificaron con el paso del tiempo y explican -en cierta medida- los sectores que han representado a las izquierdas, durante gran parte del siglo XX. A grandes rasgos, comunistas y sociales representaron, en su etapa formativa, dos tradiciones al interior de las izquierdas, dos cauces: una tradición más hacia adentro -nacional o patriota- y otra hacia afuera -internacionalista o latinoamericanista-, una izquierda más autoritaria y otra más libertaria, y así sucesivamente.
Los partidos, como las personas que militan en ellos, poseen etapas en donde adoptan determinadas banderas. Es así como los socialistas, en ciertas coyunturas, adoptaron un discurso nacionalista, pero que miraba al continente, con una vocación latinoamericanista, aspecto que se puede ver en los treinta, lo que no quitó que miraran con cercanía la guerra civil española. Los comunistas, por su parte, tuvieron relaciones estrechísimas con el Buró Sudamericano de la Internacional Comunista, el mismo partido se entendió como la seccional chilena de la Internacional, sin embargo, durante este mismo periodo no abandonaron un relato "patriótico", reinterpretando a figuras como Bernardo O'Higgins, Manuel Rodríguez y José Miguel Carrera.
Otro punto clave fue como gestionaron las diferencias internas. Mientras los socialistas administraron a los diversos sectores dándoles espacios de decisión, en función de la correlación de fuerzas internas, inclusive alentando el debate entre sectores, como fue el Congreso Extraordinario de Curicó a comienzos de los cuarenta; los comunistas administraron las diferencias de otra forma: el sector que se erguía como hegemónico al interior buscaba hacer pesar esa hegemonía, disminuyendo los espacios de influencia y de decisión, llegando finalmente a la expulsión. Ejemplo de lo anterior fue la disputa, en 1946, entre las tres tendencias: el estalinismo de Ricardo Fonseca, el browderismo de Carlos Contreras Labarca, y posiciones más ultra representadas en Luis Reinoso. Ganó el primero, y fue electo secretario general, el segundo fue relegado a un segundo plano para no tener relevancia, y el último fue expulsado y tratado de lo peor.
A pesar de todo lo anterior, lo que me llamó más la atención, y que fue la principal preocupación, era como entendían el marxismo y cómo lo aplicaban: ¿el marxismo como herramienta de comprensión de la sociedad o como ideología?, ¿el marxismo corregido y rectificado o perfectible? Ambos partidos tienen como punto de origen la adopción del marxismo, pero estos cauces han sido depositarios de una tradición ortodoxa y heterodoxa en adoptar modelos teóricos, más bien, una concepción escolástica o dialéctica.
Si pudiera resumir todo lo anterior, cayendo en la injusticia de reducir procesos sumamente complejos: los comunistas sufrieron la transformación de toda la experiencia mancomunal y asamblearia del POS hacia un partido uniformizado por el Buró, quedando en la orfandad tempranamente, una izquierda reflejo de procesos internacionales; mientras que los socialistas fueron una izquierda surgida desde Chile, con todo lo que ello implica, una búsqueda y una construcción permanente, no exenta de contradicciones.
En la cultura comunista destaca el carácter nacional de su proyecto ¿Por qué crees que esta característica se perdió hacia los años cincuenta?
En general las izquierdas en Chile tienen un carácter marcadamente nacional, más allá de que su declaración de intenciones sea apostar por el internacionalismo o latinoamericanismo. Aún más, podemos hablar de un fuerte componente nacionalista. En el caso de los comunistas, creo que sería más correcto hablar de patriotismo, que no tensaba en absoluto con el relato clásicamente soviético, por ello la "Gran Guerra Patria" de la URSS, en la Segunda Guerra Mundial, ¿Qué tenía distinto de la "Guerra Patriótica Nacional" del FPMR? en los ochenta? Ninguna.
Pero en los cincuenta pasa algo interesante. En gran medida, todas las caricaturas en torno a los comunistas chilenos, de ser moscovitas, no tienen origen en la función del PC como seccional chilena de la Internacional de 1922, sino con la elección de Ricardo Fonseca. Como expongo en el libro, la bolchevización tuvo eco en los jóvenes comunistas que hicieron sus primeras armas en los treinta y que pasaron al primer lugar a fines de los cuarenta. Ricardo Fonseca es el ícono de esa generación: disciplinado, estudioso del marxismo-leninismo, y obrero.
Algo distinto a la generación adulta y anciana que militó en los treinta, que traía tras de sí toda la experiencia militante de haber resistido la dictadura ibañista, con prácticas militantes provenientes de las Mancomunales, Asambleas, Mutuales, etc. Por muy admiradores de Lenin y la Revolución de Octubre dudo mucho que aguantasen que un instructor -tal vez hasta más joven que ellos- les dijera como ser militante y como pensar. La historia no es así, o al menos me gusta pensarla así, más humana. En ese contexto es que leo la declaración del PC sobre Recabarren apelando a sus aparentes "desviaciones liberales y democráticas". Antiguos militantes, hombres y mujeres, se formaron a sí mismos, traduciendo muchas veces sus textos, por lo que crearon sus concepciones políticas con una alta dosis de intuición, reflexión e imaginación. Por lo mismo, el discurso patriótico no creo que les haya hecho mella en ser "revolucionario" o de "izquierdas" o "comunista".
Pero las generaciones formadas por la bolchevización son distintas, la experiencia de resistencia a la dictadura ibañista no estaba, al menos no la vivieron con la intensidad de la militancia más antigua. Ello me lleva a pensar que el estalinismo partió a finales de los cuarenta, comienzos de los cincuenta. La elección de Fonseca es un hito, y con ello una consolidación de la histórica tesis política del PC: la revolución democrático-burguesa.
Hacia los sesenta, en cierta medida, las diferentes tesis llevaron a una relación tensa con Cuba, a diferencia de lo que se cree, mientras los socialistas vivieron un romance intenso, aspecto que cambió con los años. Creo que, a diferencia de los socialistas, a los comunistas les ha tensado mirar hacia adentro y hacia afuera.
En el terreno socialista llama la atención su gran diversidad de sectores ¿Se puede hablar de un proyecto socialista en el Chile de los años cuarenta y cincuenta?
La década de los cuarenta fue de una baja marea, en relación con lo que había sido esta "etapa rebelde" en los treinta. Los socialistas se volcaron, sin miramientos, hacia la socialdemocracia y la conciliación de clases. Desde la Secretaría General de Grove, Schnake, Allende e Ibáñez, se volcaron a la discusión de participar o no de tal o cual gobierno y que ministerio pedir. El cambio partió, progresivamente, con la elección de Raúl Ampuero como secretario general, quien es tal vez el más doctrinario y preparado políticamente durante esos años, junto con Schnake.
Lo primero que hizo fue dar las condiciones para convocar a la Conferencia Nacional de Programa, que lideró Eugenio González Rojas -quien sucedió a Ampuero como líder socialista-, y que tuvo como fruto, tal vez, el mayor esfuerzo intelectual surgido en un partido en Chile: el Programa de 1947. En él se delinearon los derroteros posteriores del Partido Socialista que, con tropiezos y avances, bregaron por cumplir. Inclusive el famoso "Documento de Marzo" de 1974 toma como referencia dicho Programa.
Después de una difícil década de los cuarenta, que parecía quedar atrás con el Programa del 1947, vino la ley maldita y el gran cisma en 1948, problema que ocupó a los socialistas durante todos los años cincuenta, recién en 1957 concluyó con el Congreso de Unificación. Ahí ya estaban las condiciones orgánico-partidarias para impulsar el programa, a pesar de la expulsión de Raúl Ampuero en el Congreso de Concepción de 1964.
¿Es posible considerar que la era de los grandes partidos de izquierda, sus relatos e ideas, tuvieron su momento de gloria en ese tiempo?
A pesar de diferir con la frase "todo tiempo pasado fue mejor", es indudable la crisis ideológica, política y estratégica en la que están inmersas las izquierdas en Chile. En ese contexto, mirar o concebir el pasado como mejor es inevitable.
Bajo esta frase o postura, es esperable ver con buenos ojos a partidos que aglutinaban a multitudes en las calles, que tenían grupos milicianos o de choque, con capacidad cierta de disputar no sólo el gobierno, sino el poder, con un nivel organizacional que no se acaba en las peleas chicas, a las que estamos acostumbrados ahora. Independiente de las personas, como reza una frase futbolística "pasan los años, pasan los jugadores, lo que queda es la hinchada", en este caso el partido. Independiente de las dificultades y tensiones internas, el partido sobrevivía, esto ahora no pasa ya que, a la mínima diferencia, ni siquiera política, sino que personal, lo primero en quebrar es la organización.
Ahora, así como es inevitable y odioso comparar con el presente, lo es de igual forma comparar entre pasados: ¿Qué izquierda era mejor, la del Frente Popular o de la Unidad Popular? Al final del día, eso queda a gusto personal o elecciones políticas personales.
En cuanto a los proyectos, ahora carecemos de uno, por eso se vuelve a mirar el pasado, sin comprender que dichos proyectos políticos surgieron y son fruto de las tensiones y especificidades del periodo de lucha de clases que representaron. Más aún, en organizaciones autodenominadas marxistas, se levantan banderas y proyectos de la década de los treinta o sesenta, no hay algo más antimarxista que eso. Recuerdo hace unos años que un excandidato presidencial, al mismo nivel de las organizaciones que describí, básicamente presentó, como proyecto económico, resucitar el modelo ISI.
Tiendo a pensar, en cierta medida de forma autocomplaciente, que los partidos Comunista y Socialista de esa época fueron frutos de ese tiempo y lograron avances como también retrocedieron o transaron. La solución o metodología era el partido, ahora eso no está muy claro, y se ha reducido absurdamente la idea de partido a la inscripción de una institución en el SERVEL.
Al menos yo sigo pensando al partido como instrumento, pero no me cierro a la idea de que esta época exija otro tipo de organización, la idea es encontrar de qué forma organizarnos y levantar un nuevo proyecto político popular.
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* Universidad Austral de Chile-Valdivia
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Fotografía principal: Jotalibros