La vitivinicultura del valle del Itata se caracteriza por producir vides y vinos de cepas españolas, como Listan Prieto (País), Moscatel de Alejandría y Pedro Jiménez, en menor medida. También, es propia de esta zona, la criolla Moscatel Rosada o Uva Pastilla, junto con algunas variedades traídas de Francia posteriormente e incorporadas al paisaje con plantas también añosas, como Cinsault y Corinto, conocida internacionalmente como Chasselas.
Aniceto Hevia
La actividad viñatera y vitivinícola se ha sostenido por la sola porfía de quienes la realizan. Son múltiples los factores adversos a la sostenibilidad de su trabajo, sin que se hayan implementado políticas correctivas y protectoras de las miles de personas dedicadas a él. Es archiconocido el ruin pago que empresas vínicas nacionales hacen por su uva. De hecho, la Fiscalía Nacional Económica reconoció la existencia de «un precio mínimo garantizado cuya base, en el año 2019, fue de tan solo entre 70 y 80 pesos por kilogramo» que, según las organizaciones de productores, representa menos del tercio del costo de producción de cada kilo de uva. Además, a la escasez de agua provocada por el ingente consumo de plantaciones forestales y de monocultivos agroindustriales, se suma la demanda propia de la multitud de parcelas vendidas hasta ahora, reductos de media hectárea donde una cantidad indeterminada de personas consume agua y deposita en las mismas napas de donde la extrae un incalculable volumen de residuos. Por otra parte, la contaminación provocada por la aplicación de agrotóxicos en la industria forestal y agroindustrial también ha sido un foco degradación de la producción vitícola.
Considerando estas situaciones, mencionadas de manera muy general, los incendios forestales se muestran como el corolario de un proceso aciago, demostrativo del desprecio que la clase política y las sucesivas autoridades tienen con la población campesina. «Esto es de años, este es un territorio entregado a la [industria] forestal, que se sacrificó para el beneficio de las forestales», asevera Yenny Llanos, vocera de la Coalición Nacional de Viñateros. En el valle del Itata, las pérdidas de vides e infraestructura afectan a viñateras/es y vitivinicultores/as de Florida, Quillón, Ránquil, Coelemu, Trehuaco, Quirihue, Ninhue, Portezuelo y, hasta el cierre de esta publicación, viñas de San Nicolás también corrían riesgo de ser abrasadas, informa la vocera.
Aludíamos inicialmente a lo añoso de las vides distintivas del valle del Itata, plantas con un sistema radicular desarrollado en décadas, hasta siglos en muchos casos. Las profundas raíces de estas viñas, les ha permitido sobreponerse al estrés hídrico causado por el agotamiento progresivo de la capa freática y sostener una producción de bayas sin riego (de rulo), propia también de este terruño. Ahora bien, es gravísimo que estas plantas estén siendo siniestradas, pues será muy difícil que en las degradadas condiciones de estos terrenos se puedan plantar vides dispuestas a crecer sin regadío o, si necesitaran ser regadas, se pueda, considerando la escasa disponibilidad de agua.
Cabe la posibilidad que estos días representen para el valle del Itata un momento crucial en su historia. Ahora es cuando resulta impostergable la implementación de múltiples medidas orientadas a regular el uso del suelo, asegurando condiciones básicas de vida para la población, además concretar la medida que desde hace dos años demandan las y los viñateros: la creación de una empresa estatal que compre su uva a precios que reflejen valor del vino en el mercado exportador y, junto con ello, pueda vinificar y comercializar tal producción, lo cual han denominado Cotrisa del Vino.
Los problemas de los y las viñateras y vitivinicultoras, son los problemas del campesinado y la población empobrecida del país en general. La entrega del territorio nacional al empresariado que usufructúa de la matriz primario exportadora ha provocado una pauperización generalizada, cada vez más agobiante. El despoblamiento de las zonas rurales, a la vez de favorecer la operación de cualquier negocio extractivo, en que la población local constituye un estorbo y profundice la degradación ambiental, también aumentará la marginación en las capitales provinciales y regionales donde esta población desplazada busque lugar.
En estos momentos, uno de los mayores riesgos es que los actuales incendios acaben del mismo modo que los de 2017, como una experiencia infausta ya pretérita, sin que de una vez se ejerza control alguno sobre quienes hasta ahora han diseñado el paisaje del país a su antojo.
Fotografía principal, extraída de Facebook de Municipalidad de Portezuelo.