Herido de muerte por el neoliberalismo: Liceo Enrique Molina cumple 200 años

A Patricio Sobarzo (1984) y Jose Elias Aguayo (1989) exalumnos caídos durante la dictadura

Por Joaquin Perez

El Liceo Enrique Molina Garmendia, ex Liceo de N°1 o Liceo de Hombres de Concepción, cumple hoy 9 de agosto 200 años de existencia.

Estos días el establecimiento es nostalgias de un pasado glorioso con matriculas de miles de alumnos, con un internado de cientos de alumnos, la lumbrera del sur de Chile, un lugar desde donde se gesta incluso la Universidad de Concepción.

La suerte del Liceo Enrique Molina lamentablemente es la misma que se cierne sobre toda la educación pública y todos los colegios históricos o emblemáticos en nuestro país. Herido de muerte desde la dictadura militar-empresarial, cuando se impuso el modelo neoliberal, iniciando un proceso de regresión de todas las conquistas sociales logradas por la población, entre ellas el derecho a la educación. No es de extrañar que un liceo que probablemente cuente con el mayor listado de exalumnos ejecutados y desparecidos durante la dictadura, no cuente con una placa conmemorativa para aquellos jóvenes asesinados, ya que hasta el día de hoy el liceo sigue viviendo los mismos embates que esos años de dictadura. Día a día la educación pública retrocede, frente a la particular y particular subvencionada, así lo trazó la dictadura y así lo han continuado cada uno de los gobiernos que le han seguido.

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Y a pesar de su agonía, el Liceo Enrique Molina resiste. Sus escasos estudiantes que hoy no superan los 350, marchan contra la educación de mercado, tal cual como aquellos que en 1985 protagonizaron de forma clandestina la histórica primera toma de un establecimiento educacional en dictadura y lograr posteriormente el primer centro de estudiantes democrático. El "Molina" siempre ha estado ahí en las protestas por el derecho a la educación, por eso el sistema se ensaña con ellos, por eso las miserables condiciones en que hoy está el establecimiento.

Cómo no va a odiar este liceo la oligarquía autoritaria y centralista de Santiago, si fue el propio general del sur, Ramón Freire, quien firmó su decreto de creación en 1823. Por sus aulas han pasando exalumnos como Carlos Dávila, miembro de la junta de gobierno de la efímera Republica Socialista de Chile (1932), un presidente de Chile nacido en Cañete, Juan Antonio Ríos, quien fuera parte de un proceso histórico conocido como gobiernos del Frente Popular, que no sólo industrializaron este país y principalmente esta región, sino que además significaron importantes avances en derechos sociales como la educación, trabajo, salud y vivienda. Toda una generación de jóvenes revolucionarios como Luciano Cruz, Miguel Enríquez, Fernando Kraus, el Conejo Grez, Bautista Van Schouwen por nombrar sólo a los más reconocidos fundadores del MIR. El general patriota y constitucionalista Carlos Prats o intelectuales como el poeta de Lebu, Gonzalo Rojas.

Lo mismo que hicieron con el Enrique Molina en Concepción, pretenden hacerlo hoy en Santiago con el Instituto Nacional, el Barros Arana, el de Aplicaciones y otros establecimientos emblemáticos, el mismo camino, precarizando, obligando a los jóvenes a responder con movilizaciones, que traen como consecuencia, la pérdida sistemática de matrícula. Ahí están los jóvenes secundarios como los del Molina resistiendo, en una orfandad vergonzosa en que los ha dejado el resto de la sociedad.

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