Glòria Casas Vila / Feminicidio.net
España, Barcelona – Kajsa Ekis Ekman, periodista, escritora y activista sueca ha escrito dos libros: El ser y la mercancía. Prostitución, vientres de alquiler y disociación, sobre prostitución y ‘vientres de alquiler (la maternidad subrogada)’, escrito en sueco y traducido al inglés y al francés y Stolen Spring, que trata de la eurocrisis económica vista desde la perspectiva de Grecia. Kajsa ha participado en la creación de diferentes colectivos feministas, como Feminist Against Subrogacy. En junio de 2014 visitó Barcelona y dio varias conferencias invitada por la Plataforma Catalana por el Derecho a No Ser Prostituidas (@dretanoser) (ambas conferencias fueron grabadas y se encuentran en el blog de la Plataforma). Kajsa es una habitual de la capital catalana pues tiene un hijo "medio sueco, medio catalán" y habla un perfecto castellano.
– ¿Por qué has escrito el libro sobre la prostitución y los vientres de alquiler?
– Yo vengo de dos lados, uno teórico y otro práctico. De hecho, todo empezó en Barcelona, donde viví en el año 2005-2006 conviviendo con una mujer rusa que se prostituía en la carretera. Su vida estaba muy lejos de la idea que se nos da hoy de la prostitución como el acto de una mujer fuerte, que sabe lo que quiere, que gana mucho dinero y que lo hace para salir de la pobreza. Ella se hundía más y más en la pobreza y también en el alcoholismo. Traía a los proxenetas a casa, que también intentaban convencerme a mí de que fuera con ellos. Regresé a Suecia y cuando volví de visita a Barcelona, un tiempo después, ella había muerto a causa del alcoholismo y apenas tenía 30 años. Era el momento en que surgía todo este discurso de "la prostitución es libertad", "la prostitución es feminismo". Como sabía que, por lo menos en su caso, y en el caso de tantas otras que llegué a conocer, no era así, me puse a leer todo lo que se había escrito sobre la prostitución y decidí escribir el libro, que es más teórico.
– ¿Y cómo definirías tú la prostitución?
– En realidad, es muy simple. Es sexo entre dos personas: entre una que quiere sexo y la otra que no quiere. Y como el deseo está ausente, el pago lo sustituye. Esta desigualdad de deseo es la base de toda forma de prostitución, tanto de los servicios de escort de lujo como de la esclavitud moderna que se produce con la trata de personas. El dinero permite obtener un consentimiento al comprador y eso muestra todavía más que la otra parte tiene una relación sexual aunque no la quiera. No importa todo lo que se dice o se hace para esconder este hecho porque, si hubiera deseo mutuo, no habría pago. Por eso, la prostitución es el enemigo de la liberación sexual, del deseo recíproco, del placer compartido.
– ¿Qué te ha llevado a tratar también la maternidad subrogada, los (mal) denominados vientres de alquiler?
– Para defender los vientres de alquiler se utilizan los mismos argumentos que con la prostitución: una mujer puede hacer lo que quiera con su cuerpo, es su decisión, gana dinero, puede salir de la pobreza… Se entiende que todo el mundo tiene derecho a tener sexo o tener hij@s aunque no haya ninguna convención de la ONU ni ningún otro texto legal que lo diga. Yo pienso que aquí tenemos dos industrias y que las dos venden el cuerpo de las mujeres como si fuera un producto: en el caso de la prostitución, es el sexo, sexo sin hij@s; en el otro, es el contrario, hij@s sin sexo. Tenemos la vieja dicotomía entre la puta y la virgen, dos industrias que ahora están en el mercado, y yo digo que eso es totalmente incompatible con la igualdad de género y con la liberación de las mujeres.
– En tu libro hablas de una campaña que se hizo en Barcelona bajo el lema ‘Yo también soy puta’. ¿Cómo explicas que una parte del movimiento feminista reivindique la palabra?
– La mayoría de las personas que la reivindican no son prostitutas y, por lo tanto, reivindican una palabra que no tiene nada que ver con ellas. Tú, como blanca o heterosexual, no puedes reivindicar las palabras negro o maricón. No te pertenecen. Pienso que reivindicar la palabra puta es una especie de fetichismo, se ve como un tipo de empatía y, en realidad, es una muestra más de la distancia con la realidad de la prostitución. La palabra puta no es una creación femenina, sino una invención masculina. El patriarcado define a las mujeres en función de su sexualidad. Si llamas a una mujer puta, no ves que es un ser humano. Es como decir "¡Ah! Tú eres puta, yo te respeto porque eres puta". Pero esta mujer no es una puta, antes de ser puta era una niña que quizás tenía sueños, que quizás quería hacer otra cosa. Si tú preguntas: "¿quieres que tu hija sea puta"?, ninguna prostituta te responderá que sí.
– ¿Por qué crees que hay sectores muy amplios de las izquierdas y el feminismo que defienden la prostitución?
– El discurso a favor del trabajo sexual ha convencido a las feministas con el argumento de que la prostitución es resultado del hecho de que las mujeres dispongan libremente de su cuerpo. A la gente de izquierdas, se le dice que la prostituta es una trabajadora y una sindicalista; a los liberales, se les dice que es una cuestión de libertad personal y que la prostituta es una empresaria del sexo; a la gente de los movimientos LGBT y queer, se le dice que las prostitutas son un grupo estigmatizado como los homosexuales. El discurso protrabajo sexual intenta apropiarse del tema central de todas las ideologías para infiltrarse en todas las esferas de la sociedad. Tiene la propiedad increíble de combinar la idea de revuelta (los oprimidos y las oprimidas contra el poder) con el capitalismo (la libertad de vender). La prostitución está rodeada de mitos que nos impiden ver la tragedia que supone que un ser humano compre a otro. Un ser humano reduce a otro ser humano al estado de objeto, de mercancía: "Te compro. Existes para satisfacerme".
– Sabemos bien poca cosa de la ley integral sueca (de nombre Kvinnofrid, de ‘la paz de las mujeres’), que penaliza a los clientes de la prostitución por primera vez en la historia. ¿De dónde viene y por qué se promulgó?
– La ley se basa en las investigaciones que se empezaron a hacer en el año 1977. Se realizaron muchas entrevistas con mujeres que se dedicaban a la prostitución y no solamente con ellas, sino también con los clientes y todas las personas relacionadas con esta actividad. Las investigadoras dejaron los despachos y estuvieron haciendo trabajo de campo durante tres años para comprender cómo era esta realidad en Suecia. El resultado fue un informe de 800 páginas, 140 de las cuales tratan sobre los testimonios de las prostitutas. La investigación fue una bomba y cambió la orientación de todas las investigaciones escandinavas -y más tarde, mundiales-. Desde entonces, la prostitución -de la misma manera que la violación- es una cuestión de política de género. Y a partir de esa encuesta empezó el trabajo que 20 años más tarde resultó en la ley, según la cual (por la primera vez en la historia) la prostitución no se define por quien vende, sino por quien compra.
– ¿Cuáles son los resultados 15 años después de su aprobación?
– Lo primero que hay que saber es que la ley sueca no está hecha para combatir la prostitución, igual que la ley contra los homicidios no está hecha para medir si hay más o menos asesinados. La cuestión es cambiar las normas en la sociedad: ¿comprar sexo es un derecho o no? A lo largo de la historia, la prostitución siempre se ha prohibido de una manera u otra, pero siempre se ha penalizado a la persona que vende sexo. Incluso en Alemania, donde la prostitución es legal, te multarán si lo haces al lado de una escuela o de una iglesia. En Suecia, en cambio, la venta de sexo está completamente despenalizada, no te multarán ni te pondrán en la prisión, no importa dónde te prostituyas, no te pasará nada; lo que hacen es multar al cliente. La ley dice que quien comete el acto de prostitución no es la mujer, la prostituta, sino el cliente. Él es responsable, él tiene la opción.
– ¿Y qué sabemos, de los resultados de la ley?
– El año 2010, se hizo un estudio y se vio que hay menos hombres que compran sexo: antes, lo hacía un hombre de cada ocho; ahora, un hombre de cada 13 -en el Estado español, es un hombre de cada cuatro. Claro está que hay suecos que van a Tailandia a comprar sexo, pero no van cada día. Con respecto a la opinión de la población sobre la ley, entre el 70% y el 80% de la gente está a favor, dependiendo del estudio. También muestra que tenemos muy poca prostitución, por ejemplo, si lo comparamos con Dinamarca -donde la prostitución es legal. Dinamarca es un país mucho más pequeño y cuenta con 10.000 prostitutas, con respecto a las 1.000 o 2.000 de Suecia. Los jóvenes suecos de hoy piensan que el que paga por sexo es un ser patético que no puede conseguir una mujer. No puedes aprobar una ley así y creer que lo resuelve todo. Hay que contar la cantidad de prostitutas que hay y saber de dónde vienen, si están en manos de mafias y redes internacionales, etcétera. La trata de personas se desplaza muy rápido. Por ejemplo, en Suecia, teníamos las mafias de Nigeria, pero se acabaron desplazando a Noruega; y cuando Noruega aprobó una ley como la sueca, se marcharon a Dinamarca. Se desplazan, claro está, sin embargo, si esta ley se extiende por toda Europa, ¿dónde irán?
– Aparte de las medidas penales, ¿qué otro tipo de medidas aporta la ley?
– En Suecia tenemos casas de acogida donde te ayudan con terapias psicológicas y recursos para buscar trabajo. Hay un trabajo social importante por hacer: si hay más prostitución, hay más trabajo social. Incluso si optas por la legalización, hay que hacer mucho trabajo social porque la prostitución se acompaña de miseria, drogadicción y alcoholismo.
– ¿Y cómo ves el trabajo social que se hace para ayudar a las mujeres a prostituirse de manera más profesional, dándoles preservativos, etc.?
– Dicen que hacen reducción del daño (harm reduction). Según mi opinión, no es así. Si tú estás con el cliente y éste te pega, ¿de qué te sirve tener un preservativo? Si después sufres estrés postraumático, si sufres porque no puedes sentir una parte de tu cuerpo, si sufres porque te han violado tantas veces… ¿De qué te sirve un preservativo? Para mí, la reducción del daño es la reducción de la prostitución.
– Pero hay ONG que también dan folletos con consejos para responder delante de un cliente violento, por ejemplo.
– Imagínate que trabajas en una oficina de correos y te dicen: "Si el cliente te pega, haz eso; si el cliente te viola, haz aquello". ¿Este tipo de trabajo sería legal? ¿Si es tan común? ¡No lo creo! Un trabajo donde sufres una tasa de mortalidad 40 veces más elevada que en cualquier otro trabajo no sería legal, todos los sindicatos estarían en contra. Pero, en el caso de la prostitución, los supuestos sindicatos dicen: "Adelante, muy bien. ¡Fantástico!" Es como en El mundo al revés, de Eduardo Galeano. La prostitución es el mundo al revés. Cualquier sindicato dice: "nuestro trabajo es muy duro, nos tratan mal"… e intentan demostrar que es una tarea peligrosa, que se tendrían que reducir las horas, además de luchar contra los patrones de la industria. Los supuestos sindicatos de la prostitución dicen: "nuestro trabajo es fantástico, no sufrimos". Dicen que la zona roja de Ámsterdam tiene que estar abierta las 24 horas del día. Yo les pregunté si alguna vez habían tenido un conflicto laboral y me respondieron: "¡Noooo!".
– ¿Qué hay detrás de los ‘sindicatos de trabajadoras sexuales’?
– El movimiento global del trabajo sexual tiene la misma estructura por todas partes. Son grupos de 3 o 4 personas en cada país, con muy pocas personas que realmente están en la prostitución. Siempre los solicitan para que hablen con los medios de comunicación. Después hay algunos académicos, trabajadores sociales, sex liberals, gente queer que les da apoyo. En Inglaterra son los proxenetas, patrones de las agencias de escorts, o en Holanda, el Estado mismo, quienes financian este movimiento.
– En el libro explicas la paradoja que supone el hecho de que la prostitución sea reivindicada como un trabajo, pero, en la práctica, se tenga que esconder que es un trabajo…
– Yo digo que la prostitución es una mentira. El hombre que compra sexo, ¿qué quiere? ¿Quiere a una mujer que actúe como una trabajadora? ¡No! Porque una trabajadora mira el reloj, está pendiente del final de la jornada. El hombre que compra sexo quiere a una mujer que esté siempre pendiente de él, alguien que, una vez recibe el dinero, actúe como si estuviera en una cita normal. Ella tiene que hacer que el cliente olvide que es una prostituta y lo tiene que convencer que está allí porque está muy caliente, de que tiene orgasmo tras orgasmo. ¡Los hombres creen eso! Si vas a internet a ver foros de puteros, dicen: "Ah, mira, esta mujer se corrió cuatro veces". Y piensas: ¡qué tonto! ¿Cómo puede creer que se corrió cuatro veces si seguro que estaba pensando en otra cosa? Es obvio que, para ella, es muy difícil y aquí es donde empieza la disociación, la reificación. Porque ella tiene que actuar como si estuviera en una cita normal, pero, a la vez, intenta apagarse, no pensar y no sentir porque, si no actúa así, no aguantará la prostitución. Es una estrategia de autodefensa.
– En el libro hablas de la disociación en la prostitución, ¿por qué?
– Porque todos, todos los estudios internacionales sobre la experiencia de la prostitución muestran esto, la disociación. Si lees testimonios de la prostitución, no importa si la mujer está a favor o en contra, siempre dice lo mismo: que no piensa en sexo cuando ejerce, que piensa en otra cosa porque, si no fuera así, no aguantaría tener diez clientes o más al día. Y claro está, acaba no teniendo sexo. Por eso la mujer prostituida es la mujer más asexual que existe.
– También explicas que hay sectores que minimizan la realidad de la trata de personas, como Laura Agustín. ¿Cómo es posible?
– Agustín dice que "la trabajadora sexual migrante es muy afortunada porque es súper cosmopolita" y que, si está encerrada en algún lugar "ella prefiere eso porque puede pasar todo el día ganando dinero". Es muy fuerte, es de un cinismo inmenso. Primero de todo, la diferencia más importante entre la prostitución y la trata de personas es que la víctima de este segundo sistema no gana dinero, es una esclava, no gana nada, mientras que la prostituta quizás se queda con un poco de beneficio, si tiene proxeneta. Esta esclavitud, la trata, es una consecuencia de la prostitución y eso es muy obvio. Hay muy pocas industrias -especialmente hoy, cuando hay tanto paro y tanta migración- que tengan que salir a secuestrar personas, ¿verdad? La mayoría de las industrias tienen gente esperando encontrar trabajo y no tienen que gastar dinero para ir a Ucrania o Rumania a secuestrar gente. Este hecho nos muestra de qué trabajo se trata. Mucha gente no lo quiere hacer, a pesar del paro que hay. Pero es obvio que, especialmente en los países ricos, hay mucha demanda y no hay tanta oferta. Entonces, claro está, la prostituta se gasta muy rápido y las quieren frescas, jovencitas. Si tú quieres una industria del sexo sólo con prostitutas voluntarias, será muy pequeña. No puedes tener una industria como en Alemania, el Estado español u Holanda sin trata de personas.
DE VÍCTIMAS A SOBREVIVIENTES
Los ataques contra la noción de víctima son muy fuertes por todos los países neoliberales. Hasta el punto de que nosotras mismas negamos la noción de víctima con eslóganes como "Ni víctimas ni pasivas, mujeres combativas". En su libro, Kajsa Ekis Ekman defiende la noción de víctima. Contrariamente al dogma neoliberal que pretende que las víctimas son el contrario del sujeto, Kajsa argumenta que se puede ser víctima y sujeto y que vivimos una estigmatización muy fuerte del estatuto de víctima. Una víctima lo es porque otra persona le hace alguna cosa, no se trata de lo que haces tú, no se trata de tu actitud; una persona muy fuerte también puede ser víctima. Porque el contrario de sujeto no es víctima, es objeto y el contrario de víctima es agresor. El movimiento internacional de mujeres que han ejercido la prostitución se llama sobrevivientes, hecho que significa que no se es víctima para siempre, que se puede salir de la victimización. Hablar de sobrevivencia implica que se ha pasado por una experiencia muy dura. Algunos grupos representantes de este movimiento son Whisper (Women Hurt in Systems of Prostitution Engaged in Revolt), fundado por Evelina Giobbe; EVE (Formerly Exploited Voices Now Educating), Survivors Connect Network o blogueras sobrevivientes como Rebecca Mott, Trisha Baptie, Angel K o Rosen Hicher, que acaba de hacer una marcha de 800 kilómetros en Francia, para reivindicar la penalización de los clientes (medida que el Senado francés revocó este verano). En Suecia, existe el grupo PRIS, Prostitutes’ Revenge In Society (la revancha de las prostitutas a la sociedad).
¿Reglamentar, prohibir o abolir?
En Europa, encontramos diferentes respuestas políticas ante la prostitución: los países que la reglamentaron a principios de ese siglo como Alemania, Holanda o Suiza y los países (neo)abolicionistas, como Suecia, Noruega, Islandia, Francia e Irlanda del Norte. Los primeros han despenalizado el proxenetismo y han equiparado la prostitución a "un trabajo como otro", medida que ha comportado un auge de la trata de personas, reconocido en los mismos informes gubernamentales. La mayoría de mujeres de estos países no disfrutan de los derechos laborales prometidos por las reformas de la ley (porque la mayoría son inmigrantes clandestinas, entre otras razones). Los segundos, que han firmado la convención abolicionista de la ONU de 1949 (contra la trata de personas y la explotación de la prostitución de terceras personas), han equiparado la prostitución a una forma de violencia de género y han optado por penalizar la demanda y despenalizar a las mujeres (y hombres) que la sufren. Es el llamado modelo nórdico (ver el libro reciente The Nordic Model, de Trine Rogg Korsvik y Ane Stø), del cual el Estado español está bien alejado. El Estado español es conocido como "el mayor burdel de Europa". El proxenetismo está parcialmente despenalizado desde 1995 y el actual anteproyecto de reforma del Código Penal del dimitido y abortado ministro de Justicia, Gallardón, pretendía despenalizarlo completamente. La prostitución está presente en los anuncios de periódicos-proxenetas, que -a diferencia de los grandes rotativos europeos- consiguen beneficios astronómicos gracias a la explotación sexual (El País gana más de cinco millones de euros anuales con este tipo de publicidad). Tenemos una patronal de proxenetas legal, la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Compañía (Anela), que mantiene relaciones cordiales con la extrema derecha, como han demostrado las investigaciones del periodista Joan Cantarero. En el norte de Cataluña, en la Jonquera, se han instalado cómodamente diversas fábricas de explotación sexual de mujeres, megaburdeles que algunos denominan Paradise (¿paraíso para quién?), donde el 80% de los clientes son franceses. Diferentes ordenanzas prohibicionistas completan un panorama desastroso en términos de derechos humanos de las personas que son prostituidas y que, a diferencia de Suecia, son criminalizadas. El abolicionismo no es prohibicionismo; este último es el modelo legal en Estados Unidos (excepto en Nevada, donde la prostitución es legal), China o la mayoría de países árabes.
(*) Entrevista realizada y traducida por Glòria Casas Vila, socióloga, activista feminista @glorinsurgent. La primera versión de esta entrevista fue publicada en diciembre de 2014 en catalán en el semanario de información independiente La Directa (@La_Directa), número 374. La entrevista ha sido traducida al italiano por Nicola Tanno y publicada en enero de 2015 en la web de información alternativa Il Corsario.
Imagen de portada de El ser y la mercancía. Prostitución, vientres de alquiler y disociación, sobre prostitución y ‘vientres de alquiler’ (la maternidad subrogada), escrito en sueco (Varat och varan, Leopard Förlag, 2010) y traducido al inglés (Being and being bought. Prostitution, surrogacy and the Split Self, Spinifex Press, 2013) y al francés (L'être et la marchandise. Prostitution, maternité de substitution et dissociation de soi, M Editeur, 2013). En él compara las dos industrias y la manera en cómo ambas mercantilizan a las mujeres.