Desde hace tiempo me dedico más a ver cine que a leer. No obstante, mantengo un interés obsesivo en el espinudo tema de las adaptaciones literarias. Pues fue así como cayó en mis manos y disfruté la película El almuerzo desnudo (Naked Lunch, 1991) del canadiense David Cronenberg, que los lectores cinéfilos deben conocer bien. Una adaptación destacable no solo por el estilo despiadado de este maestro del "gore" sino porque, para algunos, hace legible una novela bastante difícil: la de William Burroughs con el mismo título (1959).
Bartolomé Leal / Trazas Negras
Además, Cronenberg no adaptó literalmente, sino que usó materiales de allí y de otros libros (como Nova Express, otro difícil); así como también datos de la vida de ese escritor maldito entre malditos. Se inspiró en fotos suyas para vestir al protagonista, traje y sombrero de personaje del cine negro. El crimen al parecer accidental de su esposa aparece recreado. Jugando al Guillermo Tell le disparó a una manzana colocada en la cabeza de ella, con el resultado que la bala le entró en pleno cráneo. Finalmente fue considerado un accidente, un error desgraciado. Burroughs dejó así de ser un "escritor asesino".
En unas escenas que se supone transcurren en Tánger hace emerger personajes que corresponden a sus amigos escritores Allen Ginsberg y Jack Kerouac, animadores de la Generación Beat en la década de los 50; y también los Bowles (Paul y Jane, su esposa), escritores viajeros y aventureros no menos desquiciados en lo oscuro. La misma actriz (la bella Judy Davis) hace dos papeles: Jane Bowles y la esposa del detective protagonista, el propio Burroughs. La escena del disparo se reproduce en dos contextos, uno más bien realista y otro alucinatorio. Cronenberg, vaya.
Por ahí se ha afirmado que Cronenberg transforma en postales de horror lo que son las alucinaciones de Burroughs, sobre todo las máquinas de escribir vueltas unos cangrejos asquerosos; y su hambriento culo parlante, que en las imágenes de Cronenberg provoca vergüenza ajena... Ni mencionar algunos escalofriantes acoplamientos sodomíticos. Como sea, no faltan el humor, la fantasía desbordada y la extrañeza en cada escena, lo cual no está lejos de la narrativa de Burroughs; y tampoco de la de Paul Bowles, seguramente muchos conocen sus tenebrosos relatos. Pues bien, Ginsberg y Kerouac aparecen en la película como un par de amanerados que tratan honestamente de ayudar a su delirante amigo Burroughs, protagonista de la novela y de la película, una especie de detective privado metido en una conspiración distópica; sabiendo por supuesto que su locura no tiene remedio.
Arriba me permití repetir frívolamente que la novela de Burroughs era para algunos más bien ilegible. La verdad es que no es nada de eso. Quizás es difícil de leer para quien busca el facilismo de los libros superventa, por autores de prestigio probado; aunque no para un lector interesado de veras en la literatura. Se trata de una obra compleja y sombría. Es destacable, por añadidura, que se erige en una de las principales obras del autor y tiene su lugar entre las novelas sobresalientes del siglo XX.
He tenido la suerte de disfrutar dos novelas tempranas de Burroughs: Yonqui y Queer. La primera es de 1953 y la segunda fue escrita en la misma época, aunque recién publicada en 1985, tras diversas peripecias: rechazo de editores, dudas del autor para publicarla, varias reescrituras y luego canibalización (Chandler dixit), para reforzar Yonqui. Ese título, Queer, que desde el título plantea una provocación, es una novela que se podría llamar "mexicana", como Bajo el volcán de Lowry, La serpiente emplumada de Lawrence o Los detectives salvajes de Bolaño, entre otras obras eminentes que han disectado el alma de la gran nación mesoamericana.
Yonqui y Queer no sólo son novelas totalmente legibles, sino que comunican. Amenas y seductoras. La primera trata de la experiencia del autor con la adicción a las drogas duras y sus sufrimientos durante los períodos de abstinencia, obligado por la falta de dinero o los tratamientos de desintoxicación. La segunda es la novelización de un amor homosexual, donde también aparece como trasfondo el tema de la drogadicción. Yonqui es una novela tensa y dramática, obsesiva en la pormenorización de detalles técnicos acerca del consumo de drogas, llena de ironía y sentimiento autodenigratorio. Queer es patética, contiene confesiones a menudo desgarradoras acerca de una pasión equívoca no correspondida; eso no quita que Burroughs se muestre a menudo divertido y sarcástico, a pesar del contenido íntimo de su escrito.
Ambas obras ayudan a entender mejor El almuerzo desnudo. Como en pocos autores, se puede decir que William Burroughs es autor de una sola obra, partida en capítulos y donde su vida personal es tema central. Obsesionado por la culpa de su crimen involuntario. Pero también están sus convicciones políticas. Ambas novelas tempranas iluminan los contenidos de su posterior trilogía futurista Nova, sobre la sociedad totalitaria y el control de las mentes a través de virus inducidos, contaminantes del ser entero, empezando por el lenguaje. Destaca Nova Express, galardonada en el entorno crítico de la ciencia-ficción, aunque debe haber resultado una pesadilla en su traducción al castellano para los lectores del género, en la prestigiosa colección "Minotauro". Se lee mejor si se conoce el resto de la obra de Burroughs.
Digamos como colofón que el detective Bill Lee, alter ego de Burroughs, protagoniza aquellas obras, así como El almuerzo desnudo, dándoles una dimensión biográfica del mayor interés para conocer a este autor fuera de serie, tan influyente en las generaciones posteriores de narradores; amén de enaltecer la relación afectuosa, cómplice y estéticamente provechosa con sus compañeros de generación y amigos personales, Allen Ginsberg y Jack Kerouac. Compañeros de toda laya de aventuras pesadas. En cualquier caso, El almuerzo desnudo es antes que nada literatura, narrativa, arte, experimento y no pura confesión. He allí su valor primordial.
Esta reseña ha sido publicada en el octavo número de la revista que puede ser adquirida a través de su sitio web trazasnegras.cl
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