PODCAST | Crónica de Ruperto Concha: Civilización senil

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En menos de tres años, los militares africanos han derribado a cinco presidentes supuestamente democráticos, han asumido el poder,... y el pueblo los ha celebrado con aplausos y esperanzas.

Desde Guinea, en la costa del Atlántico, siguiendo con Burkina Faso, Mali, Níger y Gabón. Más hacia el oriente africano, Níger limita a este con la República de Chad, y hacia el norte con la República de Argelia. Todas estas repúblicas africanas tienen en común haber sido colonias sometidas el imperialismo de Francia que, aunque a regañadientes, tuvo que reconocer su independencia, pero en la práctica las siguió controlando económica, cultural y políticamente, incluso usando el francés como idioma oficial, y asegurándose de que tuvieran gobiernos civiles en manos de los más desvergonzados ladrones dispuestos a eternizarse en el poder haciéndose reelegir una y otra vez.

En el último golpe, en la República de Gabón, por ejemplo, los militares derrocaron al presidente, un tal señor Bongo, don Alí Bongo, el 30 de agosto recién pasado, justo cuando había anunciado que volvió a ganar las elecciones y enterará al menos 14 años en el poder.

Bueno, ya el papá de don Alí Bongo, don Omar Bongo, había sido presidente de Gabón desde 1967, hasta que se murió de viejo y le dejó la pega a su hijo, don Alí. Y, claro, su familia llegó a ser fabulosamente rica.

En realidad, la mayoría de la gente de esos países siente un rencor amargo hacia todo lo que es francés. Y ese sentimiento, claro, se hace extensivo a los demás blancos, sobre todo a esos que hablan inglés, aunque no son ingleses, y manejan muchísimos dólares, más que los franceses y los demás europeos.

En cuanto a la gente africana, sólo los políticos y los militares ganaban buena plata. Los demás no. De hecho, en 2010, entre los documentos secretos revelados por Julian Assange en WikiLeaks, se informaba que el presidente Bongo se había apropiado de muchísimos millones de dólares del Banco Central de los Estados Africanos.

 

 

País con reservas de petróleo estimadas en 2 mil millones de barriles, los bancos europeos y estadounidenses no dudaban en otorgar créditos y préstamos enormes a Gabón. Pero la crisis financiera mundial entre 2005 y 2008 llevó a que Estados Unidos elevara los intereses de sus préstamos en dólares, lo que llevó a que los gobiernos endeudados de África llegaran a tener que pagar hasta el 90% de los ingresos totales del país sólo en servir las cuotas anuales que debían.

En el caso de Nigeria, por ejemplo, ya en 2018 su gobierno tuvo que pagar cinco mil novecientos millones de dólares a sus prestamistas, y este año tendrá que pagar 8 mil cuatrocientos millones de dólares. Eso resulta monstruoso al contrastar con el presupuesto de Salud del país, por ejemplo, que es sólo de 1.400 millones, y el de Educación que es de 2.200 millones de dólares.

Y en el caso de Gabón, encontramos que tiene un ingreso anual de 15 mil millones de dólares sólo en petróleo, y sin embargo hay un 38% de cesantía que, inevitablemente, se expresa en pobreza angustiosa de las familias, y en violencia, deficiente educación y falta de oportunidades.

Una investigación estadística realizada por la organización Afrobarómetro 2023, reveló que, en 34 países africanos encuestados, sólo un 68% de los encuestados dijo considerar que el sistema de gobierno democrático es mejor. En pocos años antes, la aprobación de la democracia había superado el 73%.

Entrevistado por la agencia de prensa alemana Deutsche Welle, el analista Bram Posthumus, de la Asociación de Países de África Occidental, admitió que los golpes de estado que están dándose demuestran que la democracia al estilo occidental ha sido un fracaso, a menos en esta región del África.

Francia y los demás países occidentales, según él, han explotado los recursos naturales dl África, pero la democracia no ha traído, no ha resuelto ninguno de los grandes problemas básicos de la gente. Violencia, pobreza, falta de educación y falta de oportunidades de progreso.

 

 

El sorprendente ministro de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Jossep Borrell, el miércoles pasado admitió que la situación que está produciéndose en África en estos momentos puede tener repercusiones desastrosas para Europa, como lo están analizando todos los ministros de Defensa de las naciones europeas.

Según Borrell, si Europa no logra intervenir eficazmente en África, inevitablemente habrá una seguidilla más de turbulencias políticas, económicas y militares, y representarán desabastecimiento de gas natural y petróleo, y otros materiales fundamentales, incluyendo el uranio.

Francia tiene una fuerza militar de 1.500 hombres que en estos momentos están inmovilizados en Níger, sin saber qué hacer frente al nuevo gobierno de Níger, que es militar.

Y agregó en tono quejumbroso el señor Borrell: "Si los europeos no sabemos qué hacer, ¿quién va a querer escucharnos"?

En realidad, Europa en estos momentos no sabe qué hacer. Por supuesto una intervención militar contra un país africano es ahora imposible. Y un intento de esa clase provocaría un violento rechazo incluso en los países que aún siguen mostrándose dóciles.

De hecho, el propio Borrell descartó que los países europeos puedan proporcionar armamento y apoyo logístico a una fuerza militar africana para invadir Níger, donde ya los países vecinos Mali y Burkina Faso anunciaron que considerarían eso como una declaración de guerra contra ellos también.

Por su parte la República de Argelia declaró categóricamente su oposición a cualquiera intervención militar de Europa contra un país africano.

Frente a eso, por su parte Estados Unidos hasta el momento se ha abstenido de tomar cualquiera actitud amenazante. Más bien, está dispuesto a iniciar un buen diálogo con esos caballeros militares de Níger.

 

 

En realidad, la crisis político-militar que está sacudiendo a todo lo ancho del continente africano, incluyendo las sangrientas guerras internas en Libia, en Sudán y Etiopía, es la expresión más visible de un proceso histórico mucho mayor.

Otros protagonistas misteriosos sólo se hacen sentir sin dejarse ver. Estados Unidos y sus aliados están procurando mantener sus posiciones estratégicas en África y en todo el resto del mundo.

Israel está viéndose forzado a participar en una aventura estratégica mundial que puede costarle incluso la desaparición física de su país.

El empobrecimiento generalizado a nivel mundial está afectando también a la China, cuyo crecimiento económico, si bien se mantiene, ha disminuido porque los mercados mundiales han disminuido, se han empobrecido y solo pueden comprar poco.

Las viejas potencias coloniales, los temibles imperios, ya no logran disimular su deterioro. Tienen un miedo patético, como de ancianos furiosos, mientras la civilización entera parece haber perdido el rumbo y haber perdido la inteligencia.

Absurdamente, en momentos en que la tecnología humana ha llegado a una cumbre de eficacia productiva, en el mundo entero las naciones están sufriendo una pobreza incomprensible.

El viernes pasado, el sitio web alemán Deutsche Welle exhibió un documental centrado en el fenómeno incomprensible de la disminución de la inteligencia de los seres humanos, que ha sido científicamente detectada y comprobada.

Incluso se ha demostrado cómo la inteligencia de los colegiales ha disminuido en su capacidad de resolver problemas, incluso en su capacidad de comprender algunos argumentos lógicos relativamente sencillos.

La disminución de inteligencia en los jóvenes y niños, por ejemplo, muestra que problemas que antes un 25% de los niños lograban resolver hace 30 años, hoy sólo un 5% consigue hacerlo.

¿Qué es lo que está entonteciéndonos?

Biólogos y sicólogos están tratando de desentrañar las causas de ese fenómeno calamitoso.

¿Cuánto se están entonteciendo, cuánto se han entontecido ya, esos políticos que deciden entre la guerra y la paz?…

¿Cómo usarán esas tecnologías de muerte que inventaron nuestros mayores más inteligentes que nosotros?

 

 

Hasta la próxima, gente amiga. Cuídense. Hay mucho peligro cuando cualquier tonto en la pequeñez de su codicia puede hacer la tontería final, con la vertiginosa pequeñez del átomo.

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