EDITORIAL | Meseta en el desastre

Al cabo de cinco meses y medio del arribo del coronavirus al país, el Gobierno y las autoridades de salud persisten en un manejo errado de la pandemia y sus efectos. A fines de junio pasado impusieron, casi por decreto, una pretendida leve mejoría que el ministro de Salud, Enrique Paris, ha convertido en la carta de navegación de su gestión. En los dos meses que lleva en el cargo, ha sido incapaz de mejorar en lo esencial la situación sanitaria del país, y sólo ha generado acciones superficiales y soluciones de parche que no llegan a transformarse en una nueva estrategia ni en un cambio radical de la política sanitaria respecto de su antecesor. Por el contrario, se ha dedicado más a justificar y encubrir los errores de Mañalich y ensalzar la función de su presidente, que a abordar con nuevos métodos una epidemia que sigue causando estragos en el mundo popular.

En los últimos dos meses la situación sanitaria del país evolucionó del desastre provocado y sostenido por la gestión de Mañalich, al desorden y desatinos de la gestión de Paris. La situación no es para nada alentadora, y los científicos y expertos la pronostican preocupante en el futuro inmediato dada las erráticas políticas de desconfinamiento y las confusas medidas de la estrategia económica del "Paso a paso" que se están impulsando desde el gobierno. El supuesto control de la pandemia, que aventuran las autoridades, se sostiene en el ocultamiento de cifras y la manipulación mediática para establecer un ficticio avance; la meseta en que se basa el optimismo gubernamental se produce en una situación de tasas demasiado altas de propagación y de contagios, así como en los índices de mortalidad, en relación a lo que los científicos y expertos consideran cifras y tasas a partir de las que se puede hablar de control, de meseta, de soluciones de manejo de largo plazo.

El meollo del asunto es que la política gubernamental en esta pandemia, y dentro de ella la política de salud, ha estado determinada por los intereses empresariales y no por la salud y la vida de la población. Este predicamento que rigió la labor de Mañalich en el ministerio, no ha cambiado en absoluto con Paris, pues las decisiones relativas siguen dependiendo de los caprichos del presidente Piñera. El ministro Paris aparece más supeditado a lo que el mandatario le imponga que a trazar o proponer soluciones eficaces para contener la expansión del virus por los barrios y comunidades populares.

Así, a poco de asumir, a instancias de su mandante, instaló el concepto de "leve mejoría" y a la semana siguiente ya impuso el plan "paso a paso", que apunta exclusivamente a la reactivación de la actividad económica y productiva, haciendo vista gorda de los efectos sanitarios que esa imposición conlleva. La necesidad de aplicar medidas preventivas y de resguardo de la población, de testeos preventivos y trazabilidad, de resguardo y protección de los contagiados, sigue siendo una cuestión y materia pendiente para el ministro de salud y el gobierno; pareciera ser que el patrón con que miden la situación nacional y los parámetros a partir de los que adoptan sus decisiones, se basan en la realidad de las tres o cuatro comunas donde habitan los pudientes y detentores del poder, pero incluso dentro de esas mismas comunas ignoran u omiten la existencia y realidad de los sectores populares.

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Del mismo modo, el ministro Paris persiste en la ya absurda manipulación de las reales cifras de personas contagiadas y de víctimas fatales que ha ocasionado la enfermedad del coronavirus; más exactamente que ha ocasionado el pésimo manejo de la pandemia por parte de las autoridades ¿Qué sentido tiene desconocer la existencia de 40.056 o más personas contagiadas? ¿Qué sentido tiene desconocer la existencia de 4.012 o más personas fallecidas? ¿Cuál es la motivación de este negacionismo oficial? Parece ser parte de la obsesión gobernante intentar -siempre- sacar alguna rentabilidad política de estas situaciones de catástrofe; en este caso, minimizar cifras es una forma de manipular la información a la que accede la población, tratando de proyectar una realidad falsa que, de algún modo, pueda ser usada en beneficio propio de los gobernantes.

Asumamos que el negacionismo como conducta política y social es parte inherente del discurso y de la forma de actuar de la derecha chilena. Todo aquello que ponga en evidencia la naturaleza perversa y destructiva de los poderosos, la derecha lo oculta, lo niega, lo invisibiliza. Así se trate de las matanzas de trabajadores que han cometido a lo largo de la historia, así se trate de los crímenes y detenidos desaparecidos causados por la dictadura militar que ellos mismos instalaron, así se trate de brutalidad represiva y torturas que aplican sus aparatos policiales, así se trate del despojo y exterminio que han realizado de los pueblos originarios, así se trate de sus robos y colusiones, así se trate de cualquier testimonio que los denuncie, la derecha estará negando esa verdad.

De modo que la práctica del negacionismo es propia de la derecha y la vuelven a poner en ejercicio a propósito de reconocer los reales efectos de esta pandemia. En un primer momento, la "necesidad" de ocultamiento y tergiversación de datos pudo haber estado motivada por la verborrea del señor Piñera quién aseveró que Chile no llegaría a tener la situación que había vivido Italia producto del virus. Bueno, el señor Piñera tendría que comerse sus palabras y debería ofrecerle disculpas a los italianos pues en la cifra total de contagiados y -en proporción al número de habitantes- en víctimas fatales, el caso chileno superó con mucho la triste realidad italiana.

Pero, aparte de la egolatría del gobernante, lo más probable es que sólo busquen generar una imagen artificiosa de tener controlada la situación de pandemia para presentarse ante los inversionistas extranjeros, ante las bolsas de comercio y otras mediocridades. Eso junto a la permanente necesidad de manipular la información ante la ciudadanía como una manera de controlar las opiniones políticas de la población. El ministro Paris ha dicho que los informes que emiten no ocultan cifras. Pero la verdad es que sí lo hacen, como lo demuestran los informes epidemiológicos semanales del DEIS. Ahora, para evitar reconocer lo indesmentible, optarán por no entregar más informes diarios, adoptando así la política del avestruz.

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También ha dicho que las decisiones se adoptan a partir de informes diarios que reciben desde las regiones por parte de la autoridad sanitaria respectiva. Justificación que resulta incoherente e insuficiente pues las seremías de Salud en esta situación de pandemia se han caracterizado por una aberrante ineptitud e incompetencia; difícilmente entonces, estas instancias regionales puedan entregar informes adecuados a una realidad que desconocen, pues no se relacionan con los centros sanitarios y organismos competentes de la manera adecuada. Sin la información fidedigna de los centros de salud, de los municipios y de las organizaciones sociales es imposible que el diagnóstico regional sea el acertado.

Tal vez uno de los casos más representativo de esta distorsión sea el del seremi de Salud del Biobío, quien no ha tenido ninguna capacidad de reacción frente a la dramática situación que se vive en la zona, particularmente en la Provincia de Concepción. Basado en los informes de este funcionario regional, el ministerio se ha negado a establecer cuarentenas preventivas. Muñoz se ha mostrado más ocupado de facilitar y proteger las actividades religiosas en su proselitismo evangélico (llegando incluso a realizar presentaciones judiciales en tal sentido) que de las medidas preventivas que requiere la población, generando un claro "conflicto de intereses" pues sus intereses político-religiosos entran en contradicción con la necesaria prevención de la comunidad. El nefasto manejo que ha tenido este Seremi del Biobío tan sólo con las residencias sanitarias que le fueron encargadas es una demostración de que se trata de un personaje sostenido en su cargo solamente por el imperio del cuoteo político de la coalición gobernante y, dentro de éste, por la cuota de electores del mundo evangélico conservadores que individuos como éste pueden acarrear al molino de la derecha.

Ese tipo de errores de procedimiento se vienen sucediendo en regiones desde el comienzo de la pandemia, pero las autoridades siguen decretando medidas según los informes de ineptos subordinados y dictando normas según apreciaciones de funcionarios desde sus escritorios santiaguinos, distantes de las realidades físicas y humanas de las regiones, provincias y comunas. Los cordones sanitarios y las aduanas -determinadas en estas oficinas metropolitanas- presentan una demostrada inutilidad e ineficiencia desde la época en que Mañalich empezó a aplicarlas como método para disimular la no paralización de las actividades productivas. En la región penquista ocurre lo mismo; los absurdos cordones no logran disimular la permanente actividad económica en la región y, por el contrario, aumentan los riesgos de contagios con las aglomeraciones y atochamientos kilométricos. El ministro Paris reproduce vicios y defectos que ya han provocado un inmenso daño, peor aun, a pesar de su apariencia bonachona, el señor Paris se torna un obcecado sirviente de intereses ajenos a la salud y la vida de la población.

Las observaciones de científicos siguen reiterándose, las advertencias de académicos siguen surgiendo, pero el ministro sólo tiene oídos para las instrucciones de Piñera y las de sus aduladores. La preocupación por los rebrotes o por una eventual segunda ola de contagios, resulta ridícula cuando en rigor aún no hemos superado la primera ola. En una situación atípica respecto de la mayoría de los países del orbe, luego de casi seis meses de pandemia, la tasa de contagios en Chile sigue excesivamente alta. Esta es una muestra práctica de que el manejo que han hecho las autoridades responsables del país y responsables de la salud ha sido desastroso.

Tal como ocurrió en los primeros meses de este año, una vez más, la experiencia acumulada por los países asiáticos y europeos que nos anteceden en la cronología de la pandemia, tampoco han sido tomadas en consideración por las autoridades de este Gobierno que siguen demostrando que no les interesa mayormente la cuestión de la salud de la población. Sólo les ocupa la salud del mercado; mientras tanto, los enfermos y los muertos los seguirá sufriendo el pueblo pobre.

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