Por Alejandro Baeza
Desde que el experimento de inventar a Sichel como candidato presidencial capotara estrepitosamente, la derecha y el empresariado movieron todos sus recursos, tanto sus medios de comunicación como sus empresas realizadoras de encuestas, para levantar desesperadamente a Kast como una tabla a la que aferrarse en medio del naufragio, corroborando la máxima en cuanto a que cuando el conservadurismo se ve amenazado ante un proceso transformador, se aferra en su ala más radicalizada.
El vergonzoso rol que han jugado los medios de comunicación en los debates y entrevistas en donde le dejan proferir mentiras sin ningún tipo de refutación -como que Chile debería salirse del Consejo de Seguridad de la ONU, organismo al que ni siquiera pertenece- o no le cuestionan el papel de su familia en episodios de violación a los derechos humanos cuando intenta referirse a este tema, podría dar para muchas páginas. Sólo hace falta recordar el nivel de concentración que tienen los medios en Chile, donde banqueros e inversionistas del retail son dueños de canales de televisión, y donde el Estado mantiene con vida e inyecta fondos mediante avisajes a diarios que homenajean a líderes nazis a página completa en sus ediciones dominicales.
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El caso de las encuestas es un tema aparte, y bastará sólo que pasen las elecciones para dejar nuevamente su "prestigio" por el suelo como ocurre luego de cada jornada eleccionaria, pero que luego los medios, en concomitancia de sus intenciones de inventar una verdad, intentan imponer a la población. Por cierto, en países desarrollados existe una regulación importante a las encuestadoras que impide que éstas inventen sus cifras, pudiendo incluso ser cerradas cuando sus números se alejan mucho de la realidad, por lo que es importante avanzar también en Chile en legislar al respecto y no dejarlo meramente como un asunto de mercado dada su importante relevancia social.
Sin embargo, que Kast sea inflado artificialmente, no significa que no haya crecido. A todas luces el candidato de ultraderecha obtendrá una mejor votación que en su aventura de 2017, y con todo el apoyo del establishment derechista y empresarial, es muy probable que pueda llegar a doblar su porcentaje de votos e incluso pasar a segunda vuelta.
¿Pero está Kast en el primer lugar de preferencias? Imposible. Sin querer jugar de clarividente ni utilizar arcanos métodos de adivinación, sino la matemática electoral más simple, es muy (demasiado) poco probable que luego de dos elecciones seguidas en menos de un año con porcentajes 80-20 , la última de éstas hace apenas seis meses, en que la derecha y sobre todo la ultraderecha fueron aplastadas y donde precisamente el aspirante presidencial actuó como guaripola tanto como del Rechazo como de caricaturescos aspirantes a la Convención de su partido, donde sólo logró obtener un escaño, pueda ahora liderar las preferencias.
Kast, además de ser el símbolo del Rechazo, es el símbolo de las AFP, pues es el único candidato que defiende este sistema y plantea poner a su creador, José Piñera, como parte de su gabinete. ¿En qué rama del multiverso del Chile post Estallido podrían estas ideas tener algo de popularidad, cuando si hay algo en que está de acuerdo el pueblo chileno completo es que las AFP deben acabarse?
Ante esto, y dadas sus posturas extremistas, tanto la izquierda como el progresismo le llaman fascista, aludiendo al imaginario de la primera mitad del Siglo XX de las extremas derechas en Europa, tanto así que por primera vez en la historia de Chile un candidato utiliza una franja televisiva para defenderle y decirle al país que no es nazi.
¿Pero a qué tipo de ultraderecha pertenece Kast? El historiador italiano Emilio Gentile, estudioso del fascismo en su país de origen, plantea que los proyectos de ultraderecha actuales poco tienen que ver con el fascismo de los años 30 del siglo pasado que se paraban como una derecha totalitaria con control Estado de algunas áreas a través del corporativismo, sino que ahora son radicales neoliberales que prácticamente buscan hacer desaparecer al Estado y reducirlo a su más mínima expresión, dándole realce a dogmas religiosos y antiderechos. Es decir, el modelo que ya existe en Chile y que colapsó el 18 de octubre de 2019.
En este sentido, si analizamos su discurso de reducir ministerios y subsecretarías, recortar inversión social, siendo integrante de los católicos ultraconservadores Schoenstatt en alianza con los sectores más radicales evangélicos, sus posturas antiinmigrantes, contra lo que ellos llaman "ideología de género", eliminar el Ministerio de la Mujer y un vergonzoso etcétera, sumado a sus ideas autoritarias de reprimir toda manifestación social, Estado policial y enfrentar el conflicto que tiene el Estado de Chile con el pueblo mapuche a través del uso de militares, su alternativa debe ser llamada por su nombre: Kast es el candidato del pinochetismo.
Quizás solamente bastaría su defensa al criminal de lesa humanidad, Miguel Krassnoff, y sus intenciones de indultar a los reos de Punta Peuco condenados por violaciones a los DDHH para que la prensa se dignara a tratarlo como tal.
Kast tampoco es un outsider del sistema como intenta venderse, fue militante de la UDI toda su vida hasta hace apenas un par de años, siendo secretario general del partido y concejal desde el 1996 hasta el 2000, y luego diputado desde 2002 hasta 2018 (rompiendo récords de baja asistencia a la cámara y destacando sólo por haber votado en contra de la "Ley Cholito"), es decir, un representante de la clase política de un partido tradicional.
Para concluir, si bien la elite chilena evita llamar las cosas por su nombre, hay que exigir a los medios de comunicación que nombren a Kast como lo que es. Si a Provoste le llaman "la candidata democratacristiana", a Boric "el candidato del FA apoyado por el PC" , a Artés "El candidato de izquierda" y si a Sichel le dicen "el candidato de la derecha liberal", a Kast se le debe tratar como "el candidato de la derecha pinochetista", si no, estarán haciendo una diferencia y trato especial. O más bien, seguirán tratándolo con reverente guante de seda, como ya están acostumbrados a hacer.