Hay quienes no aguantan ni siquiera el primer apretón. Este es el caso del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, quien fue visitado el domingo recién pasado por el secretario de Estado de EEUU, Marco Rubio, quien, tras amenazar a Panamá, logró que su presidente cancelara los acuerdos comerciales con China y entregara una base aérea en el Darién para deportar inmigrantes.

Por Joaquín Pérez

Trump lo manifestó incluso antes de asumir, que volvería a tomar el control del canal de Panamá. Resultó ya paradigmático que, quien primero saliera a contestar y defender la soberanía de Panamá sobre su canal fuera la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, antes que el propio José Raúl Mulino. El mandatario norteamericano llegó a Panamá en el mismo tono amenazante, y lejos de pedirle una explicación, el gobierno panameño se arrodilló.

Resulta paradójica esta derecha latinoamericana, entreguista y cobarde, que no hace ningún atisbo de defensa de la soberanía nacional, ni de su identidad cultural, pues ni siquiera son capaces de defender su supuesta hispanidad de la cual se sienten tan orgullosos.

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Ni el líder de Abascal, timonel de la extrema derecha española, ni la alcaldesa de Madrid, ni el rey Felipe II, ni sus seguidores en Latinoamérica los que han salido a defender la hispanidad, cuando Trump de golpe ordenó a Google Maps cambiar el nombre del Golfo de México, por Golfo de América.

Terminarán siendo estos países, tradicionalmente aliados de Estados Unidos, los que finalmente pagarán la decadencia de las políticas norteamericanas, que hoy, incapaz de sostener su hegemonía, se atrinchera en su feudo, su patio trasero, al que se aferran para intentar mantener su orden mundial junto a su imperio en descomposición.