Por: Manuel Cabieses
Estamos fritos.
Otra vez obligados a votar por un candidato presidencial que no representa nuestras esperanzas de ruptura con el neoliberalismo. Sin embargo, entre Kast, ultra derechista, y Boric socialdemócrata, no podemos equivocarnos. El 19 de diciembre votaremos para mantener a raya al fascismo y permitir que la Convención Constitucional proclame la nueva República.
Las izquierdas liberal y reformista consiguieron reagruparse en torno a la coalición Apruebo Dignidad. La Nueva Mayoría de los años 2014-18 renace con un nuevo socio: el Frente Amplio. La derecha a su vez ha rescatado de las cenizas al Chile Vamos piñerista, ahora bajo la batuta de Kast y su Partido Republicano. La izquierda revolucionaria, entretanto, vaga como alma en pena enredada en inútiles polémicas destinadas a fantasmales auditorios. La institucionalidad de la dictadura, entretanto, carcomida por la corrupción, permanece en pie debido a la ausencia de alternativa.
Por ahora no es posible hacer otra cosa que votar por Gabriel Boric. La abstención, el voto blanco o nulo no son escapatoria válida para la conciencia de los demócratas. Favorecen a Kast cuyas huestes llevaron el 2017 a Sebastián Piñera (y sus tres mil millones de dólares) por segunda vez a la Presidencia de la República con 36,64% de los votos. El peligro inmanente es que se repita el fenómeno y Kast gane con un porcentaje mínimo de votos y elevada abstención. La segunda vuelta (o balotage) es una elección distinta: se miden dos candidatos cuyos programas y discursos han sufrido mutaciones. La pesca de votos y el cambio de imagen está en pleno proceso haciendo oscilar la báscula de las encuestas.
La abstención es la gran amenaza al propósito de detener al fascismo encarnado por Kast. En la primera vuelta (19 de diciembre) votaron 7 millones 115 mil, o sea 47,34% de un padrón electoral de más de 15 millones. Kast ganó en 10 regiones, Boric en 4, Provoste en 1 y Parisi en 1. La victoria de este último en Antofagasta fue la gran "sorpresa" porque es una región simbólica del proletariado chileno. Cuna del movimiento obrero, de sus partidos y sindicatos, "Antofagasta hace mucho tiempo que dejó de ser sociedad, hoy es solo mercado", afirma un sociólogo. Además advierte el apoliticismo y sentimiento anti inmigrantes que caracteriza a la región minera (1).
Se trata de un fenómeno de reversión socio-cultural que abarca todo el país. El modelo neoliberal ha utilizado las técnicas del marketing para lavar el cerebro de la población. El consumismo es la forma moderna de cohecho que permite al capitalismo regular la democracia. En Chile hay miseria y salarios de hambre. Más de 81 mil familias viven en 969 campamentos que carecen de servicios básicos como agua potable y alcantarillado. Hay un millón de cesantes y más de 600 mil jóvenes no estudian ni trabajan. La droga alcanza todas las esferas de la sociedad y domina territorios poblacionales incluyendo autoridades municipales, policiales y judiciales. La delincuencia es un azote que siembra el miedo azuzado por la TV que de la crónica roja hace el material central de sus informativos de mayor sintonía.
Somos obedientes esclavos de 30 millones de celulares, 6 millones de automóviles e infinidad de electrodomésticos gracias al crédito. El primer trimestre de este año marca ventas récords de autos 0 kilómetros. Las campañas on line de las grandes tiendas en los Black Friday, Red Days, Cyber Monday, Halloween, etc., guían el comportamiento de este enorme bazar en que se ha convertido Chile. Centenares de miles de vendedores ambulantes inundan calles y plazas. Es el oficio de los miserables al servicio de mafias que controlan calles y veredas. Se han desatado las compras de Navidad y los planes de veraneo en Brasil y Punta Cana -pagados en cómodas cuotas mensuales- que relegan a segundo y tercer plano las elecciones del 21 de diciembre. Los retiros de fondos previsionales y los bonos del Estado -Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)- han inyectado miles de millones de dólares al consumo, reactivando el aparato productivo y comercial. El año cerrará con un aumento del PIB de más de 3 mil millones de dólares.
La adicción al consumo produce despolitización y una abstención electoral superior al 50%. Pone de manifiesto la abulia de partidos políticos y organizaciones sociales de superestructuras burocráticas que han abandonado el trabajo de organización y formación política en la base social. La política está reducida al parlamentarismo y a las rencillas de menor monta en espacios mediáticos. Simulacros de batallas, carentes de contenido de clase y que no conducen a ninguna parte.
Este escenario de la próxima elección presidencial plantea una difícil definición. No será fácil alcanzar el triunfo de Boric y su desteñido programa, salvo un sorprendente despertar ante el peligro fascista. La situación plantea la necesidad de un Plan B que debería contemplar dos variables:
a) Organizarnos para enfrentar un eventual gobierno de Kast en defensa de los derechos humanos y sociales; y
b) Organizarnos para construir de una alternativa popular durante el gobierno de Boric.
Apoyar en lo inmediato a la Convención Constitucional y abrir con la nueva Constitución una salida democrática y popular a la crisis institucional. La bancarrota de las instituciones civiles y militares se acentuará en un gobierno de Apruebo Dignidad y sus aliados, acosado por la derecha ahora liderada por el fascismo y enfrentada a las contradicciones entre izquierdistas liberales e izquierdistas reformistas.
Referencia
(1) Sociólogo César Trabucco, "El Mercurio" Sábado, 27/11/2021.