Que descaro declarar por décadas que las instituciones funcionan en esta larga y angosta faja de tierra. La Fiscalía, el Congreso, los gobiernos y ahora el poder judicial, enlodados en esta putrefacta maraña del WhatsApp de un abogado, que muestran como un miembro de la elite se metió al bolsillo por años a representantes de los tres poderes del Estado.
Por J. Murieta
Hay cierto mérito en saber bucear en las mefíticas corrientes de la corruptela chilena. Y Hermosilla sabía. Ahora fue el turno de llevar al banquillo de los investigados al exfiscal Guerra, el mismo que liquidó con el menor ruido posible el caso Penta, Exalmar/Dominga y también "perdonó" el descaro de Iván Moreira. Si, raspado de la olla Moreira, el mismo que admitió con total ligereza que había pedido y recibido dinero ilegal proveniente del grupo Penta.
"La mentira tiene patas cortas" dicen los antiguos. Pero tiene la cola larga, al parecer, al menos en este caso. Varios imaginamos o supusimos que era evidente que había una gigantesca red de protección de las mafias políticas que permitieron por décadas una serie de casos de corrupción que apuntaban al corazón del poder político en Chile. Su ocultamiento, su solapada existencia al escrutinio público era una cuestión de carácter fundamental.
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Pero eso fue hace un tiempo. Hoy el asunto parece tomar otros ribetes. En nuestra pequeña "sociedad de la transparencia", el descaro, el cinismo del poder parece jugar un papel de primer orden a la hora de enfrentarse al cuestionamiento de los medios de comunicación que no son manejados por sus amigos. ¿Harán que pasen los meses para que estalle otro escándalo de corrupción y olvidemos este, así como fue el Caso Convenios?.
La burguesía no se suicida, decía alguien por ahí. ¿Decidió la elite sacrificar a uno de los suyos para salvar las apariencias entonces?¿Será Hermosilla un nuevo Orpis?. Lo cierto es que pasan los meses, los años y esta vieja consigna de la transición -muy utilizada por este gobierno también- de que "hay que dejar que las instituciones funcionen" vuelve a utilizarse, como si las instituciones no estuvieran permeadas por verdaderas mafias. Y solo hace un par de semanas que se rasgan vestiduras por Venezuela.
Parece estar meridianamente claro que uno de los grandes problemas de este país es la conservadora élite política. Y la gente lo sabe, al menos así lo estableció el informe del PNUD. «la gran mayoría de las personas desea cambios (88%), y especialmente que las cosas sean de otro modo, ni como son ahora ni como eran antes (67%)» señala y luego explica que uno de los grandes obstáculos para la conducción social del país sería la «Lógica obstruccionista en espacios institucionales».
El problema es la inexistencia de un brazo político de ese pueblo que quiere cambios. Al menos este gobierno no lo fue. Y tampoco lo será mientras siga pidiéndole permiso a las mafias -vecinas y ajenas- para gobernar.