Una marea humana desbordó el centro de Buenos Aires el pasado sábado 1 de febrero. Cientos de miles de bonaerenses salieron a las calles (un millón según convocantes) como respuesta al discurso lleno de odio sexista contra mujeres y la diversidad sexogenérica del presidente Javier Milei, en la cumbre empresarial de Davos (Suiza) el jueves 23 de enero, en lo que sus organizadores llamaron: Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista.

Por Joaquín Pérez

La repulsa al discurso de Melei se expresó no sólo en Buenos Aires, sino en toda Argentina, pues más de cien manifestaciones se convocaron en diversas ciudades de las provincias, además de otras tantas convocadas por argentinos que viven en el exterior que se reunieron en ciudades de Europa y Latinoamérica. Fue una clara muestra que el pueblo argentino comienza a dar cara a las bravuconadas del mandatario, en lo que se ha definido como un frente antifascista y antirracista. Donde se encontraron la diversidad sexual, el feminismo, las históricas organizaciones de derechos humanos, las centrales sindicales, organizaciones barriales, pueblos originarios, estudiantiles, migrantes, afrodescendientes, artistas, intelectuales, pero por sobre todo gente que va más allá de las organizaciones sociales argentinas.

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En la previa, el gobierno intentó crispar los ánimos, pero ni siquiera instituciones tradicionalmente conservadoras siguieron el juego a la ministra Patricia Bullrich. El arzobispado de la Ciudad de Buenos Aires pidió a las autoridades que no fueran a la catedral para la marcha. Un juez (Ramos Padilla) dictó un habeas corpus preventivo sin que se lo pidiera nadie, con el objetivo de que las Fuerzas de Seguridad no puedan interceptar personas ni transportes. El gobierno se quedaba solo y aislado en la lógica represiva, la calle fue toda una fiesta desbordada de colores y performance.