[resumen.cl] El fallecimiento del guerrero Aruká, pone fin a la historia del pueblo Juma en este planeta, el punto final de una larga historia de desplazamientos y exterminio.

El manejo de la crisis sanitaria producto de la pandemia de la Covid-19, ha sido visto por muchas personas como un verdadero genocidio de los pueblos originarios en Brasil y por ello se han presentado denuncias incluso en la corte penal internacional de la Haya.

No es casualidad que la zona más duramente golpeada desde un principio fuera el Amazonas, donde no sólo faltó personal médico, hospitales, camas críticas, máquinas de asistencia respiratoria, sino que incluso insumos tan básicos como el oxígeno. Por lo que cientificos y academicos brasileños han considerado un plan diseñado desde el Estado para la propagación del virus.

Diversas etnias han sufrido duramente la pandemia del nuevo coronavirus, los Yanomanis han visto morir siete bebés producto del Covid, el peor escenario de pestes en más de 30 años según la antropóloga brasileña Ana María Machado, integrante de la red Pro-Yanomami y Yekweana, quienes entregaron un informe sobre la situación de estos pueblos originarios.

El último de los Juma

Sonia Guajajara, Coordinadora ejecutiva de la APIB (Articulação dos Povos Indígenas do Brasil) anunció en su cuenta de Twitter que el guerrero Aruká Juma falleció este miércoles, 17 de febrero, en el Hospital de Campaña de Porto Velho, capital del amazónico estado de Rondonia, en el norte de Brasil, por complicaciones producto de la Covid-19. Aruka, de 86 años, era el último hombre de la etnia Juma, estaba internado desde el pasado 2 de febrero.

Aruká deja tres hijas y una nieta, las últimas sobrevivientes del grupo indígena.

La noticia fue replicada por la el canal Venezolano TeleSur. Su corresponsal en Brasil, Nacho Lemus, señaló: "No habrá descendientes Juma (…) Hoy se consuma un genocidio de décadas".

La coordinadora de la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), Sonia Guajajara, indicó:
"Un genocidio probado, pero nunca castigado, que llevó a su pueblo casi al completo exterminio. Con un pueblo, su ciencia y su memoria mueren. Pierde la humanidad y pierde nuestro futuro. El Estado debe ser considerado responsable de tal crimen e irresponsabilidad. ¡Lucharemos por la justicia!".

En el Siglo XVIII la población juma era de 15 mil personas, que ocupaban un basto territorio. Las masacres que trajo consigo el negocio del caucho, la castaña y minería ilegal los obligaron a repetidos desplazamientos territoriales. El año 1940 se contaban tan sólo 100 personas de esta etnia, mientras el último censo de los Juma el año 2002 identificó solamente a cinco personas, una de ellas Aruká que acaba morir poniendo el sello final a la extinción de un grupo humano completo.