La derecha atrapada en su autosatisfacción malinterpreta el triunfo del Rechazo

Por Alejandro Baeza

La derecha está extasiada celebrando. Motivos tiene, el abrumador triunfo del Rechazo el pasado 4 de septiembre no sólo les entregó una cuota de tranquilidad que no sentían desde hace por lo menos tres años, sino que les azuza a dar algunos pasos temerarios. No obstante, la onanista sensación de autosatisfacción en la que se encuentran, convenciéndose a sí mismos que el Estallido Social no fue más que un mal sueño que ya quedó atrás, les está haciendo ver de manera sesgada la realidad.

Este «entusiasmo» les hizo cuestionarse inmediatamente su propio slogan de campaña del «rechazar para reformar» o el «ésta no», restándose de participar de los llamados del Gobierno para pactar un nuevo acuerdo que encamine una nueva Constitución.

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Episodios de bravuconería, como el intento del alcalde de Limache, Daniel Morales (RN), de adelantar en la comuna una semana la celebración de las «Glorias del Ejército» para el 11 de septiembre o la publicación del último candidato presidencial del sector, José Antonio Kast, quien en su cuenta Twitter celebró el día del inicio de la dictadura diciendo que «El 11 de Septiembre de 1973, Chile escogió la libertad y el país que tenemos hoy, es gracias a los hombres y mujeres que se alzaron para impedir la revolución marxista en nuestra tierra», son sólo ejemplos de actitudes que casi todos los representantes de la derecha en Chile siempre han tenido respecto al pinochetismo, que reprimían ante la condena social, pero que el resultado del plebiscito les envalentó a dar rienda suelta.

Y es que sin duda toda la derecha votó Rechazo, pero no todo el Rechazo es de derecha ni por lejos, esto es lo que no entienden.

En una columna publicada la semana pasada con el título ¿Qué pasó?, señalé los elementos que facilitaron este resultado en base a un contexto internacional adverso que genera descontento, el tener absolutamente a toda la prensa haciendo campaña durante un año por el Rechazo, la guerra sucia de mentiras y campaña del terror, el gasto hipertrófico en redes sociales, una campaña muy mal hecha del Apruebo llena de figuras de la clase política, el trabajo de comunicación de la Convención, la ausencia de un rol activo del Gobierno tanto en el trabajo del organismo como en la campaña, la falta de ayudas a la población en un momento de crisis, y lo más importante, la desconexión del debate constitucional con las necesidades concretas y urgentes de la clase trabajadora chilena, entre muchas otras cosas detalladas en profundidad en el texto. Por ende, no necesariamente el resultado demuestra una derechización.

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Además, si el Rechazo construyó su campaña en base a rostros de lo que en los noventa se denominaba como «centroizquierda», ¿Cómo podría entonces atribuirse como un triunfo de la derecha?

El profundo repudio que siente el pueblo chileno por toda la clase política -que en buena medida hizo un «voto protesta»- coincidió en esta ocasión puntual con los intereses de la derecha, de la misma manera que en 2020 lo hizo con la izquierda. De hecho ése fue un error del progresismo, asumir que ya tenían un paquete de votos en su bolsillo.

En este mismo sentido, el premio nacional de Historia, Gabriel Salazar, señala que «El triunfo del Rechazo no es sólo un triunfo de la derecha que rechazó el texto constitucional, es un rechazo de muchos sectores del pueblo chileno a todo lo que signifique sistema, clase política y las viejas prácticas en las que somos dirigidos desde arriba», es decir, que fue un rechazo al modelo político en general que se ha utilizado en Chile.

Otra forma de interpretarlo también, es como un derrota del «noviembrismo«, porque lo que no funcionó fue el texto forjado bajo los límites impuestos por el pacto del llamado «Acuerdo por la Paz» del 15 de noviembre de 2019, un acuerdo transversal de toda la clase política para contener las masivas protestas populares y tratar de conducirlas por un camino institucional, por ende, lo que hace el triunfo del Rechazo es volver a poner las demandas en las calles, más allá de constituciones.

Los motivos que impulsaron un sismo de las proporciones que fue el Estallido Social siguen ahí intactos, sin encontrar solución. Este resultado electoral no sepulta en ningún caso las frustraciones y el malestar social.

Sí, la derecha tiene motivos evidentes para estar feliz. Sin embargo, están confundiendo su triunfo puntual con haber conseguido una hegemonía política en la población. Que el Rechazo haya ganado no significa que el pueblo abandonó necesariamente a la voluntad de cambios y mucho menos que la gente se haya derechizado. Ya le pasó a Sebastián Piñera que pensó que el porcentaje con que llegó a La Moneda por segunda vez significaba una renuncia a las ansias transformadoras de una población que lo quería era más neoliberalismo y esto le estalló en la cara.

Es más, el 38% del padrón total que obtuvo el Apruebo, es una muestra que existe un sector importante de la población que a pesar de todo lo vivido en este proceso, quiere cambiar el statu quo actual. Una base mayor que el histórico tercio que tuvo la izquierda durante todo el siglo XX.

El diente largo y la ambición de dirigir al Gobierno para salvaguardar el modelo, está poniendo ciega la derecha ante la necesidad urgente de transformaciones profundas necesarias para descomprimir un malestar social que no para de crecer, por mucho que en este momento puntual la movilización haya bajado ¿Será que la próxima vez la clase política tampoco lo verá venir?

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